PROTAGONISTAS
UN AMPLIO ELENCO BAJO UN RÍGIDO ESCALAFÓN
Quizá uno de los datos más reveladores de la nueva situación es la hegemonía que manifiestan los creadores musicales, también los empresarios del ámbito lírico, en cuanto a gestión de los asuntos económico-administrativos y de índole política, relacionados con los autores: no es casual que sean José Juan Cadenas, Jacinto Guerrero y Federico Moreno Torroba quienes, junto a Eduardo Marquina, capitaneen primero el reconocimiento y después la reorganización de la SAE tras el término de la Guerra; o su labor de arbitraje en el conflicto entre autores y empresarios que finalmente se resuelve mediante el cobro de un tanto por ciento del monto de taquilla con que se benefician estos últimos. Lo que traduce la enorme importancia que el teatro lírico en todas sus variedades ostenta en la época.
Solo hay que fijarse en la presencia continuada en múltiples espectáculos y a través de una gran variedad de géneros (zarzuelas, revistas, comedias musicales…) de compositores como Francisco Alonso, Ernesto Rosillo, el maestro Luna, Pablo Sorozábal, José Serrano o los ya mencionados, Guerrero y Moreno Torroba.
Frente ellos, pero a veces a su lado por su condición, ocasional o no, de libretistas, resulta obligado, también a tenor de su continuada y extensa presencia en la cartelera, confeccionar una larga nómina de autores de texto, verso o prosa, que debería incorporar a escritores dramáticos como Muñoz Seca, González del Castillo, Muñoz Román, los hermanos Álvarez Quintero, Antonio Paso, Antonio Quintero, Emilio Sáez, Joaquín Vela, Carlos Arniches, Jardiel Poncela, Fernández de Sevilla, Adolfo Torrado… E incluso, con un aliento creativo bien distinto, José María Pemán y Eduardo Marquina. Significativamente, quien casi desaparece de los escenarios durante todo 1939, y ello a pesar de formar parte antes de la guerra de aquella “tetralogía incomparable” junto a Muñoz Seca, los Quintero y Arniches, fue Jacinto Benavente.
Ausencia reveladora por cuanto deja ver las consecuencias del conflicto recién terminado incluso sobre figuras indiscutidas: en la prensa, inmediatamente acabada la Guerra, hay quienes intentan su rescate para el nuevo régimen contando cómo el maestro Benavente había estado “prisionero de los rojos” y que, en el desfile del ejército victorioso por las calles de Valencia, había sido “una de las primeras personas que estuvieron al lado del glorioso general Aranda, saludando brazo en alto”. Su pasada, aunque relativa, proximidad al ideario republicano exigía una suerte de olvido interesado (apenas se consigna la reposición de El nido ajeno en mayo) que obliga al autor todavía en julio a anunciar que “no piensa, por ahora, más que descansar”. Habrá que esperar a los primeros meses de 1940 para que, sobre todo por la acción de algunos actores muy destacados (Irene López Heredia, Rafael Rivelles, Milagros Leal…), poco a poco vaya recuperando el beneplácito de quienes administraban las exigencias del nuevo Estado.
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