Si acaso algún fenómeno dota de peculiaridad al ambiente escénico de 1939, es la presencia continuada de actos, festivales y homenajes de trasfondo patriótico: quizá quepa destacar a este respecto la llamada “Fiesta de la Victoria” en la que todos los teatros madrileños que permanecían abiertos al acabar la Guerra colaboraron, engalanados,  con programaciones especiales donde se mezclaban, entre otros, títulos de Muñoz Seca (La venganza de don Mendo, ¡Cataplum!), Eduardo Marquina (En Flandes se ha puesto el sol), de Mariano Tomás (Garcilaso de la Vega), o de Pérez Lugín (La casa de la Troya), junto a la presentación en Madrid del Teatro de Falange con El hospital de los locos sobre el escenario del Capitol. A lo que habría que sumar actos institucionales como la “Semana de homenaje al glorioso Ejército español”  durante la que, junto a la comedia en cartel, los teatros ofrecían textos poéticos de autores afines al nuevo régimen (Pemán, Foxá, Manuel de Góngora…) o piezas musicales “de especial sensibilidad patriótica”. Asimismo es destacable el “Homenaje a Italia” por su condición de aliada;  celebrado en el Teatro Español,  con las fotografías del rey de Italia, el Duce y Franco sobre el escenario, y tras la lectura de un telegrama del secretario del Partido Fascista italiano, se daba paso a una comedia de Benedetti, Una mujercita difícil, o canciones italianas interpretadas por Ángeles Ottein, a las que se sumaban recitados de poemas patrióticos españoles (Pemán, el propio general Millán Astray) y bailes típicos del flolklore hispano. Más versátil resultaba el “Festival de la Comedia Española”, celebrado también en el Español de Madrid y organizado por la Asociación de la Prensa madrileña, que se nutría de una comedia de Linares Rivas, el “Anecdotario Teatral” de Fernández de Córdoba y la versión dramatizada de un fragmento de Morena Clara, con Estrellita Castro, Miguel Ligero, Aurora Redondo, y Antonio Quintero, entre otros famosos. De parecido tenor fue el Beneficio a favor de la “Cofradía de la Novena”, que incluía La tonta del bote (representada por un elenco en el que figuraba Carmen Oliver, creadora del personaje), música orquestal, canciones (Matilde Vázquez cantaba Las prisioneras, de Pilar Millán Astray), una colaboración de teatro infantil con La del manojo de rosas como fondo, y un acto de cierre que compartían el escritor Felipe Sassone., con una alocución patriótica, y artistas como Amalia de Isaura y Miguel de Molina. Con menor alcance, podrían citarse otros muchos homenajes individuales (Muñoz Seca, Serafín Álvarez Quintero…).

También en Barcelona se detecta el mismo fenómeno: desde el Festival organizado por la Sección Femenina a beneficio de las Escuelas para obreras en colaboración con la CNS (Central Nacional Sindicalista), donde una obra menor de Antonio Paso y protagonizada por Somoza. Mi mujercita, se cerraba con canciones regionales y recitados de poesía, pasando por un “Homenaje a Madrid”, a beneficio de Auxilio Social, basado en obras de zarzuela de ambiente madrileño y que concluía con un himno a la victoria, u otro del mismo carácter y propósito (Homenaje al Ejército Español a beneficio de Auxilio Social), patrocinado por el gobernador militar en el que Mercedes Capsir y otros intérpretes italianos cantaron La Bohème. A similar trasfondo obedece el acto de presentación del Teatro de Falange en Barcelona, con una programación que incluía, aparte de la comedia La verdad sospechosa, de Ruiz de Alarcón, un auto sacramental cervantino, un auto sacramental, Las bodas de España, y una antología folklórica de romances, todo ello con intervención en la realización y en los figurines de José Caballero.