PROTAGONISTAS
UN AMPLIO ELENCO BAJO UN RÍGIDO ESCALAFÓN
Entre tanto, la amplísima nómina de actores que deja su huella en los periódicos evidencia una estructura dispersa pero fuertemente jerarquizada: frente a los “actores de verso”, los intérpretes líricos; frente a los especializados en papeles cómicos, los dramáticos; frente a los primeros actores actrices, cabecera de cartel, actores de reparto ajustados, dentro del elenco de la compañía, a un preciso escalafón; frente a los veteranos e indiscutibles, los nuevos valores o en trance de descubrimiento… A lo que se suma la circunstancia bélica recién terminada y que pesa decisivamente en las valoraciones patrióticas y artísticas de la prensa: caso quizá paradigmático sea el de Carmen Díaz, musa heroica del bando nacional, a la que acompañan otros “actores-héroes” como Luis García Ortega, Natividad Zazo, Fernando Porredón…; por no citar a aquellos que tuvieron la oportunidad de trabajar copiosamente en la zona nacional (las parejas Gascó-Granada, como antes se indicó, y Bassó-Navarro son buenos ejemplos) o incluso lo que abrieron las programaciones de los teatros casi inmediatamente después del desalojo del gobierno republicano (Marcos Redondo y Enrique Borrás, en Barcelona; Niní Montián, en Madrid: de ella significa la prensa “su fervor españolista” que “tiene raíces hondas y entrañables”). A los que todavía podrían añadirse algunos de los actores más destacados del Teatro de Falange (José Franco, Manuel Roa, Blanca de Silos…).
Del lado de los actores consolidados, y en el ámbito cómico, es inevitable citar a los famosísimos dúos Loreto-Chicote y Valeriano León-Aurora Redondo; pero quizá todavía más, por la profusión y estima de sus apariciones, a Rafael López Somoza, verdadero “salvador” de tantos textos mediocres: de su interpretación en Mi cocinera, destaca el crítico de Informaciones que consigue “ser gracioso sin que el personaje se entere”; hacer que la comicidad nazca de la verdad con que se le dan al tipo todas sus características naturales…”. Magnífico elogio, de semejante alcance al que, de entre los actores preferentemente dramáticos, José de la Cueva dedica a Guillermo Marín, “preeminente figura de nuestra escena”, de quien, aparte de su excelente formación, subraya su seguridad, claridad, dicción, dominio del ademán…; todo ello en sintonía con su maestro, Ricardo Calvo, que, junto a Enrique Borrás, siguen ostentando el máximo prestigio en la representación de nuestros clásicos. Y aún habría que apurar con los nombres indiscutibles de María Guerrero, Irene López Heredia, Lola Membrives (todavía en Buenos Aires), Concha Catalá, María Gámez, Alfonso Muñoz, Juan Bonafé, María Palou… que son reclamados por la prensa como incorporaciones totalmente necesarias para el inicio de la temporada en otoño. No siempre, sin embargo, se trata de elogios a los primeros actores: María Hurtado, la madre de María Bassó, a propósito de su brillante interpretación como Brígida en Don Juan, es destacada en Informaciones como ejemplo de la enorme importancia de las “características” en la escena; en menor escala, también sucede en ocasiones con actores casi debutantes, pero a los que la historia de nuestra escena abrirá definitivamente las puertas: Félix Navarro, Armando Calvo, Martínez Soria, Mary Carrillo, o Mary Santpere, descubierta primero para el cine por Eduardo García Maroto.
Documentos para la historia del teatro español
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