Mirada al futuro había, sin duda, en el propósito de poner en pie los teatros en los que debían representarse las obras del presente. Especial hincapié hizo la prensa de 1940 en la recuperación de dos teatros: el Real y, con él, su museo, cuyos destrozos en el Madrid rojo detallaba González Cavada en una crónica de ABC, y el María Guerrero, cuyos adelantos técnicos loaban los periódicos: belleza de la sala, perfecta visibilidad, escenario amplio dotado de un ciclorama, últimos adelantos en luminotecnia… En él desarrollaría su campaña el Teatro Nacional, que empezó sus representaciones con La cena del rey Baltasar, ya representada en el Retiro madrileño el año anterior, y el entremés calderoniano La rabia.

En el circuito privado los espectadores madrileños pudieron congratularse de que un espacio ya anticuado y poco habitable como lo era el antiguo teatro Pardiñas se hubiera convertido, en 1940, en un remozado Alcalá, que se inauguró con la revista Vampiresas 1940, versión renovada de Vampiresas, de Emilio González del Castillo y José Muñoz Román, con música de Rosillo y Montorio. De ella se hizo extraordinariamente popular el número de las paracaidistas. Tanto que, según informaba La Vanguardia, el noticiario alemán UFA iba a filmarlo en su representación del Tívoli barcelonés.