Lo cierto es que este crítico no fue el único que mostró su disconformidad. El de Hoja del Lunes, Acorde, tampoco se quedó corto aunque, bien leída, su crítica venía a ser una alabanza: Aves y pájaros era “una mediocre producción teatral para Benavente pero excelsa e infinitamente más acertada y estimable que la mayor parte de las obras teatrales que se nos han presentado en los teatros españoles desde la liberación a nuestros días” porque, a fin de cuentas, dicho autor era “el primero de los autores contemporáneos --y no de España, sino del mundo entero--”. Eso sí, y aquí estaba el quid de la cuestión, que proporciona una de las claves de la gran diferencia que separa el año 1940 del año 1939, el crítico reprochaba a la obra su “falta de oportunidad” porque debiera haberse estrenado el año anterior. Ahora, en 1940, podía considerarse “claudicante, poco gallarda y fuera de lugar. Las cosas, o las gentes, han cambiado mucho desde la liberación a estas fechas; han cambiado incluso en el juicio que mereció a algunos la vida pasada por don Jacinto en el territorio rojo”. En fin, “poca o ninguna novedad puede encontrarse en recordar cómo era la condición moral de aquellos pajarracos, y siempre se queda el trallazo de don Jacinto muy lejos de tundir debidamente las costillas de aquellas bestias”. Un apunte más, por supuesto no dirigido a Benavente: “Debería haber --en cierto modo ya hay-- una autoridad que prohíba, en defensa del decoro artístico y del efecto social, estrenar a ciertos autores”. Jorge de la Cueva, en Ya, era más suave, pero se instalaba en la misma posición: en muchos momentos “el autor iba a favor de corriente: buceaba en ella, decía cosas hondas y hermosas que tenían un asentimiento más ideológico que artístico”.

Pero Benavente seguía siendo, a ojos del público y las compañías, incluso ante los críticos que mostraban sus reservas, el mejor. Lo demuestra el hecho de que en San Sebastián se le rindiera una semana de homenaje, en septiembre de ese año 1940, durante la cual la compañía de Irene López Heredia y Mariano Asquerino representó varias obras suyas. El público seguía siéndole fiel.