Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

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1940

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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MODELOS Y ESPACIOS

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Con relación a la disparidad de criterios, habitualmente mostrada por el favor que el público dispensaba a obras que la crítica solía comentar desfavorablemente, no era extraño el desconcierto de quienes no terminaban de entender “la adhesión del público a esta clase de espectáculos” y pensaban, ante el éxito de la comedia La casa de los brujos, en la crisis: “¿Qué se hizo del antiguo gusto por las nobles preocupaciones del teatro? ¿Adónde fue a parar la afición al drama, a la comedia, a la afición por oír un problema de amor sencillamente expuesto, al efecto cómico producido por el verdadero ingenio, antes de este estado de cosas reveladoras de una crisis violenta en los sentimientos y en los gustos de la multitud?”. En una línea semejante se expresaba Antonio de Obregón, desde las páginas de Arriba: “Unos cuantos autores, que se repiten sin cesar en todos los distritos, se encargan de darnos a diario una idea muy clara de la penuria teatral, de la absoluta falta de ingenio y de gracia, de la pobreza a que ha llegado el espectáculo. La tarea de la crítica no puede ser más ingrata”.

Como hemos señalado en otro lugar, el teatro de Jacinto Benavente y el de los hermanos Álvarez Quintero seguían gozando del favor del público y, en líneas generales, también de la crítica, aunque sus nuevas producciones estuvieran lejos del nivel alcanzado por su teatro en las primeras décadas del siglo XX. La última pieza estrenada por los hermanos Álvarez Quintero, después de que el fallecimiento de uno de los miembros de la pareja marcara, aunque no por completo, el final de la misma, sería Tuyo y mío, estrenada en el teatro Reina Victoria. Para la crítica, esta nueva producción representaba “un aditamento a la obra genérica de los Quintero, una prolongación de su estilo, de su modo de hacer, de ese teatro inconfundible que les dio laureles y fama”. También se ofrecieron algunas reposiciones de estos autores, a las que habría que sumar algunas de Carlos Arniches, como La diosa del aire, que se ofreció en el teatro de la Zarzuela sin despertar excesivo entusiasmo; o El tío Miseria, ofrecida en el teatro Alcázar por la compañía de Aurora Redondo y Valeriano León, y recibida por la crítica como la prueba evidente de la decadencia del autor: “No dudamos de los méritos de don Carlos Arniches, que tiene ya lugar seguro en el teatro contemporáneo, pero tampoco dudamos ya de su declinación”.

Algunos escritores de comedias encontraron en el teatro de estos años una vía de expresión que fue muy bien recibida por el Régimen y que encontró un apoyo muy significativo en todos los ámbitos de la cultura, incluida la prensa. De entre todos ellos, quizá la figura de José María Pemán resulte una de las más evidentes. Así, el estreno de su comedia El testamento de la mariposa en el teatro María Guerrero, con dirección de Luis Escobar y Huberto Pérez de la Ossa, recibió muy elogiosos comentarios de la crítica. Sin embargo, el tipo de virtudes que los críticos resaltaban nos hace pensar en el escaso interés que la obra había suscitado. Convendría no pasar por alto la dificultad de emitir juicios en un momento tan delicado y las posibles consecuencias que algún comentario inconveniente pudiera acarrear. Un crítico tan reconocido como Alfredo Marqueríe escribió: “Es un divertimento estético donde lo que pesa y cuenta es la palabra bella y no la lógica, el símbolo y no la acción, la emoción de la frase y del concepto a pretexto de lo que sucede en escena, que es lo que el capricho del autor desea [...] Quizá lo que en El testamento de la mariposa falta es el verso. Dado el tono deliberadamente irreal y convencional del cuento y las grandes dotes poéticas de Pemán, esta obra habría resultado mejor así que en prosa”. Otro de los críticos de referencia, Antonio de Obregón, prefería volcar sus reticencias en la compañía, aunque tampoco daba la impresión de estar especialmente conmovido por la obra, que consideraba una “obra amable, con algunas conclusiones pesimistas, noble y poético fondo, amenidad, buen juego de personajes y que se escucha con agrado”, a pesar de lo cual “la comedia fue, desde luego, superior a la interpretación”.

Entre las compañías más reconocidas dentro de este repertorio, la de Valeriano León y Aurora Redondo ocupaba uno de los lugares más destacados, que ofreció en esta temporada, entre otras, el estreno de la comedia de Carlos Arniches, El tío Miseria, en el teatro Alcázar, que no despertó el entusiasmo de la crítica, Banco, de Francisco de Cossío y Adolfo Torrado, con críticas también negativas; así como varias comedias en el teatro Barcelona, como Papá Violón, de Luis Fernández Sevilla, que alcanzó un “éxito pleno y que es obra que permanecerá algún tiempo en cartel. Junto a chistes y ocurrencias de pura astracanada y quizá poco originales, surgen en el diálogo, entretenido y ameno, golpes de verdadero ingenio y de fina gracias, que arrancan la carcajada, especialmente cuando el encargado de provocarla es el citado primer actor”. También fue muy destacada la labor de la compañía de Isabelita Garcés, a la que nos hemos referido ya en otro lugar, que logró magníficas acogidas de público y de crítica con algunas comedias en las que, además de la actriz, brillaron otros miembros de su compañía, como Irene Caba o Mercedes Muñoz Sampedro. Algunos de los trabajos que recibieron elogiosos comentarios de Alfredo Marqueríe serían la comedia Se alquila un novio, de Enrique Suárez de Deza, contratada para el teatro Infanta Isabel por su empresario, Arturo Serrano, y la comedia de Luis de Vargas Los vestidos de la señora, igualmente estrenada en ese mismo teatro.

Otro tanto sucedería con la compañía de Loreto Prado y Enrique Chicote, que reverdecieron viejos laureles merced a su brillante interpretación de la comedia de Antonio Quintero, Puente de Plata, estrenada en el teatro Cómico de Madrid, de la que la crítica destacaría la habilidad teatral del autor y “la gracia del diálogo, salpicado de felices ocurrencias”, así como el trabajo de sus intérpretes. El mismo autor, Antonio Quintero, recibiría una entusiasta acogida del público, pero comentarios negativos por otra de sus comedias, La casa de los brujos, escrita en colaboración con Pedro Pérez Fernández e interpretada por Elvira Noriega. De esta comedia escribió Alfredo Marqueríe: “Hay un ventrílocuo, una señora que se cree bruja, varios chantagistas, trucos de vodevil y de pantomima de miedo y de risa. Teatro, no”.


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