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1939-1949
1939-1949

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1940

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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EL TEATRO Y SUS DOBLES

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No faltarían tampoco algunos recitales acogidos con notable reticencia a causa de la inclusión de poesías que difícilmente encajaban, a juicio de la crítica, con los valores que era preciso trasladar al auditorio. Por ejemplo, Jorge de la Cueva pondría serios reparos a un recital de González Marín que incluía poemas de José Antonio Ochaíta, quien se declaraba seguidor de la escuela de Federico García Lorca, lo que provocaba el audaz comentario del crítico: “Sin rebajar nada el valor de lo que hizo bien, García Lorca, más que una manera definida y sólida, fue un intento, una iniciación de actitud no acabada de determinar”. Además de la intervención de escritores e intelectuales en este tipo de espectáculos, algunos profesionales eran reconocidos explícitamente como recitadores por la prensa. Así, vemos noticias en las que se cita a Agustín de Alarcón, entre otros.

También las relaciones cine-teatro ofrecen numerosos puntos de contacto, a veces conflictivos, en cuanto a la competencia entre ambos medios artísticos; a veces de enriquecimiento mutuo, como consecuencia del aprovechamiento de asuntos, técnicas o intérpretes, entre otros. Una de las formas más habituales de encuentro sería la adaptación cinematográfica de comedias, como sucedió con la película Una conquista difícil, basada en la comedia homónima de Rafael López de Haro, que rodó Pedro Puche y que contó en su reparto con artistas tan destacados como Maruchi Fresno y Luis Prendes. También gozó de cierta notoriedad la adaptación a la pantalla de la comedia Pepe Conde, de José López Rubio, uno de los escritores que probaría suerte en Hollywood a finales de los años 20 y principios de los 30 en compañía de figuras, entre otros, como Edgar Neville o Gregorio Martinez Sierra. Entre los autores más controvertidos del período se encuentra, sin duda, Adolfo Torrado. Aun con las reticencias que mostraría la crítica con relación a la mayor parte de sus comedias, lo cierto es que gozó muy a menudo del favor del público -recordemos que comedias como Chiruca superarían las 200 representaciones-, y ese idilio sería, sin duda, una de las razones para llevar a la pantalla alguna de sus obras, como La madre guapa, dirigida por Félix de Pomés.

Por lo que se refiere al trabajo de los actores y actrices en ambos medios, tenemos constancia de cómo el Palacio de la Prensa de Madrid obtuvo un brillante éxito con la programación de esta temporada, presentada por la productora nacional Levante Film, que ofrecería El 13000, una cinta en la que intervenían Josita Hernán y Rafael Durán,  galán cinematográfico que había triunfado años atrás en el teatro gracias a su trabajo en comedias de éxito, como La tonta del bote. El paso de intérpretes de un medio a otro no suponía un problema, antes al contrario, como prueban los buenos resultados de taquilla que arrojaron algunas de estas producciones. Otro asunto interesante tenía que ver con el fenómeno que creyeron advertir algunos críticos teatrales sobre el creciente interés de los espectadores por el cine nacional, al tiempo que parecían distanciarse del teatro de autoría española, lo que profundizaría en algunos de estos críticos la sensación de crisis teatral. Así lo advertía un crítico tan beligerante como Chispero: “Es un fenómenos curioso el que se está dando. Mientras que en el cine ganamos puntos por días, y calificaciones altas alcanzan en el público y en la crítica los films de autor, intérpretes, producción, ambiente y temas genuinamente nacionales -cuando aún no hace un lustro era raro el film español que merecía tales honores y provechos, estando el mercado acaparado casi en absoluto por la producción extranjera-, en el teatro ocurre precisamente todo lo contrario, y se da este caso alarmantísimo de cuatro estrenos seguidos de cuatro obras extranjeras, cuando antes era rara la producción literaria teatral de esa procedencia que alcanzaba alto honor”.

          Qué duda cabe que uno de los acontecimientos cinematográficos del siglo XX fue el estreno de la película Lo que el viento se llevó, basada en la novela de Margaret Mitchell, pero sin duda famosa por el estreno cinematográfico de 1939. Su éxito dio lugar a puestas en escena teatrales, como la que dirigió Cayetano Luca de Tena en el teatro Español de Madrid y en la que destacó el trabajo de Mercedes Prendes como Scarlett O’Hara. A pesar de los esfuerzos artísticos, el resultado no fue del todo satisfactorio para la crítica, que señalaba cómo “la novela tiene una libertad descriptiva y todos estos detalles constituyen una rémora para conservar en la comedia la línea dramática, porque lo que pueda ganar en intensidad lo pierde en la pintura del ambiente e incluso en el carácter de los personajes [...] En Lo que el viento se llevó es compleja la acción, y la médula de la comedia se diluye en episodios y escenas, que si en la novela pueden alcanzar su relieve, sobre la escena parecen triviales e innecesarias”. Además de estos razonamientos de carácter más técnico, el crítico no perdía ocasión para “hacer patria”: “No se olvide que la mentalidad del pueblo norteamericano es por su infantilismo bien distinta a la nuestra, y lo que a ellos se les antoja trascendental a nosotros nos parece inocuo”. La síntesis de muchos comentarios publicados la podemos encontrar en las siguientes líneas publicadas en Santo y Seña: “Ingrato siempre hacer una comedia de una obra que ha triunfado en la pantalla; ingrato, generalmente, adaptar a la escena una novela. En este caso se daban las dos ingratitudes reunidas. Más otra: la novela original es de índole antiescénica: multitud inacabable de episodios, ambiente de masas y de guerra, cuadros coloniales, longitud desmesurada de una acción que exige descripciones minuciosas”.


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