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1939-1949
1939-1949

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1940

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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EL TEATRO Y SUS DOBLES

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El interés suscitado por el estreno del Español se pone de manifiesto también en la gran cantidad de artículos de opinión que, más allá de comentar las posibles bondades de la puesta en escena, aportaban reflexiones sobre las diferencias y trasvases entre ambos lenguajes. R. de los Reyes advertía de cómo “al llevar una comedia a la pantalla se corre el riesgo de que el film a que da origen tenga un ritmo teatral más que cinematográfico”, lo mismo que puede suceder cuando se trata de llevar una novela al teatro. Esto era lo que se reprochaba al montaje de Cayetano Luca de Tena, quien, a juicio del crítico, “se ha sometido estrictamente a las exigencias de la novela sin tener en cuenta que la novela de M. Mitchell no es una novela de episodio, sino de episodios [...] ¿y cómo podía reducirse a tres actos toda aquella balumba de acontecimientos que se narran en mil páginas impresas, sin poderse sujetar a un problema central junto al que discurrieran como complemento todos los demás?”. Algo semejante apuntaba Jorge de la Cueva, quien entendía que “la más difícil en la dificilísima labor de escenificar una novela no es la materialidad de darle forma teatral, sino la labor previa de exclusión, a la que precede otra que, a más de difícil, es dolorosa: la de sustraer el espíritu del deslumbramiento que la obra original produce en el espíritu de quien quiere escenificarla. Se trata de traducir de una técnica a otra, y con frialdad técnica es absolutamente necesario separar lo que es traducible de lo que no lo es”. Aún más duros se mostraron en sus comentarios Miguel Ródenas, quien opinaba que “Lo que el viento se llevó no es una pieza teatral conseguida, fundamental, trascendente; ni siquiera fácil a la emoción popular. Y no lo es porque arranca de un ambiente antiteatral, contrario a los principios constructivos inseparables de la escenificación y se hace abrumadora a fuerza de pretender una imposible condensación de los sucesos”, o el crítico de Haz quien, ciertamente atrevido, escribiría: “Cayetano Luca de Tena intentó realizar lo que prácticamente es casi imposible”, refiriéndose al paso de la novela al drama; para inmediatamente confesar sin el menor rubor: “porque nosotros no conocemos Gone with the Wind, entre tantas cosas, por una prevención natural a todos los libros de los que se tiran los ejemplares que de esta novela se han tirado en varios países”. Mucho más equilibrada, y con mayor peso argumental, fue la reseña publicada por G. Torrente Ballester en el diario Arriba. A juicio del crítico, el trasvase de la novela al escenario no tenía especial relevancia, como tampoco la propia novela, pero sí destacaba los numerosos aciertos que demostraba Cayetano Luca de Tena como director. Se trataba, probablemente, de la crítica que más se había detenido a valorar el montaje en tanto en cuanto teatro y menos esfuerzos había dedicado a buscar relaciones entre la novela original y la puesta en escena. Así, Torrente valoraba muy positivamente: “Ha triunfado Luca de Tena como director de su propia obra. Salvo pequeños detalles insignificantes, qué admirable precisión de los movimientos, las matizadas voces, la elegancia de las decoraciones”.

Otra película llevada a escena en ese año sería Vive como quieras, adaptación firmada por F. Capra sobre la exitosa comedia de Moss Hart y George F. Kaussman. En este caso, se trataba de una cinta bastante teatral, pues casi toda la acción se desarrolla en un escenario fundamental, la casa donde viven los personajes. La dirección de Luis Escobar, los figurines de Víctor Cortezo y la interpretación de una compañía en la que destacaron Carmen Seco y Lola Bremón, hicieron que el estreno del teatro María Guerrero pudiera considerarse un éxito.

También hubo montajes que aludieron de manera explícita al imaginario creado por la industria cinematográfica de Hollywood. Este fue el caso de la comedia de Jardiel Poncela, quien conoció de primera mano el ambiente cinematográfico a finales de los años 20 y comienzos de los 30, lo que sin duda influiría para la escritura de la comedia El amor dura 2000 metros, comedia que fue anunciada con el señuelo de “cámaras, telones, reflectores y cajas de cerillas norteamericanas en el escenario de la Comedia. Un programa lujoso, reproducción exacta del programa del Teatro Chino de Hollywood, donde se celebran los estrenos de las películas sensacionales”. Estas relaciones entre cine y teatro fueron también las que provocaron algunos de los elogios que provocó la comedia en Alfredo Marqueríe, quien subrayaba que esta obra “constituye una experiencia interesantísima, lleva el cine al teatro para hacer desde el escenario su más acabada sátira, y tiene rasgos de ingenio y de originalidad, como el de la escena de Greta Garbo, maravillosamente caracterizada”. A pesar de estas y otras virtudes, la obra no gozó del favor del público. En una línea diferente se expresaba el crítico de Arriba, quien veía el montaje como algo fallido, pero rescataba que “la lucha del escritor contra el medio comercial del cine posee siempre, en la nueva comedia de Jardiel Poncela, acentos dignos y de legítima reivindicación literaria”. Tampoco gustaría la comedia a Jorge de la Cueva, el crítico de Ya, quien valoraría muy positivamente el trabajo del elenco, pero que encontró numerosos defectos a la comedia: “Hay destellos de intención y de gracia, más que en las salidas de tono, elemento frecuentísimo en el autor, en las escenas irónicas de la Greta Garbo y en algunos momentos. El final dramático descompone totalmente la línea de la obra, tan incierta y quebrada, que ya antes ha mostrado grietas y fisuras propicias al disgusto del público”


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