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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1940

El tiempo y su memoria
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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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ESCENA Y POLÍTICA

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Del mismo modo, ya hemos señalado en otro lugar cómo gozó de una extraordinaria repercusión en la prensa escrita el estreno de algunas obras cuyo valor no residía exactamente en sus bondades teatrales. Este sería el caso del Napoleón, campo de mayo, de Giovacchino Forzano, inspirada por Benito Mussolini, que se estrenaría en el Teatro del Liceo de Barcelona en junio del 41 por la compañía de Guillermo Marín. No parece difícil establecer una conexión entre el tratamiento histórico del conocido como “Reinado de los 100 días” y sus implicaciones políticas y militares con la Europa del momento. En esta misma línea se podría explicar el interés que suscitó la obra Salam (la paz sea contigo), de Carlos Orellana, en la que la crítica vio “una intención nobilísima, un amplio concepto espiritual de las relaciones de caballerosidad y afecto que unen al pueblo español con el de nuestro Protectorado de Marruecos”. La capacidad del teatro para producir imaginarios era un recurso que se manifestaba con claridad en esta propuesta dramática, aunque en ese propósito pudiera rozarse el absurdo, como parece indicar la siguiente reflexión del crítico: “El autor ha concebido un tipo de musulmán fuerte, de espíritu generoso y noble, ese prototipo de la hidalguía que tanto se da al otro lado del Estrecho. El amor no conoce razas ni religiones si legalmente se somete a los preceptos que la Iglesia preconiza.”

En ocasiones, el argumento ofrecía la posibilidad de dobles lecturas, como se encargaría de subrayar a veces la crítica. Podría servir como ejemplo el elogioso comentario que provocó el estreno de la comedia El ancla, de José de la Cueva, estrenada por la compañía Soler-Mari en el teatro Fontalba. La síntesis del argumento resulta muy explícita: “Toda la obra gira en torno a un alumbramiento, a una nueva vida, que antes de lanzar al mundo su primer vagido desencadena una tempestad de pasiones y de conflictos, para acabar uniendo lo que en su advenimiento amenazaba destruir”.

Ciertamente, la crítica se mostró a menudo reticente con aquellas comedias en las que tan a menudo se incurría, en su opinión, en “defectos morales”. Por unas razones u otras, no era precisamente fácil encontrar obras nuevas que resultaran artísticamente dignas y moralmente edificantes. Por esa razón, más allá de los excesos en los elogios en que incurrían algunos críticos por razones obvias, se puede observar cómo se celebraban algunos trabajos de aquellos autores que se iban incorporando al panorama teatral español. Este sería el caso de Valentín Moragas, quien estrenaría en el teatro Urquinaona de Barcelona su comedia Mañana, el amor, perfectamente asimilable al modelo perseguido. También recibiría magníficas críticas la comedia de Bartolomé Soler, Batalla de rufianes, estrenada igualmente en el teatro Urquinaona de Barcelona por la compañía de Emilio C. Espinosa, que contaba con intérpretes como Fernando Vallejo y Montserrat Blanch, entre otros. Del mismo modo, la aparición de dramaturgos noveles solía ser muy celebrada por la prensa, aunque en la mayoría de los casos fuera muy escasa la atención prestada porteriormente. Incluso eran bien recibidas, mucho antes de su estreno, algunas comedias leídas ante críticos teatrales, escritores, periodistas y gentes del teatro, como las que tenían lugar en los salones de la Asociación de la Prensa. Este sería el caso de la comedia ¡Bendita tú...!, de Pedro Gómez Aparicio y Enrique del Corral. El interés por la lectura de nuevas comedias no estaba relacionado con la condición novel de sus autores, antes al contrario, como muestra la atención que se prestó a la lectura de la comedia Farsa docente, de Azorín, que sería representada por la compañía de Loreto y Chicote.

Como parece lógico suponer, las relaciones entre la nueva situación política del país y la actividad escénica tuvieron muy diferentes protocolos. Dentro de lo que pudiera considerarse como la parafernalia del Movimiento, el Sindicato Nacional del Espectáculo se mostró animado a participar en la llamada Fiesta de la Exaltación del Trabajo, que se celebraba el 18 de julio y que se tradujo en una serie de medidas obligatorias, como la rebaja del 80% sobre el precio normal de las localidades en todos los teatros, cinematógrafos, circos y conciertos, para las funciones de la noche del 18 de julio. Para ello, todos los empresarios debían enviar a los Sindicatos Locales el aforo completo de sus locales, al objeto de que los Sindicatos procedieran a repartir entre los afiliados a la CNS provincial bonos para adquirir localidades en taquilla con el descuento anunciado. Del mismo modo, en aquellos teatros que carecieran de funciones ese día, sería el propio Sindicato el encargado de organizar funciones de comedia, variedades o proyecciones cinematográficas. El Sindicato tuvo una considerable cuota de poder en la actividad escénica del período, pues se encargaba de visar los contratos, que debían cumplir las Bases de Trabajo, expedir el carnet de afiliación a los representantes y a todos los trabajadores que desearan desarrollar su labor. En algún caso, serviría como intermediario entre actores y empresarios, exigiendo a estos últimos el depósito de los billetes de vuelta para las giras. Muchos de sus comunicados se difundían a través de la prensa, como el que transcribimos parcialmente a continuación: “Teniendo conocimiento este Sindicato Local de Espectáculos Públicos de que algunas compañías han salido a provincias sin efectuar la visación de los contratos, y por lo tanto sin enlace sindical, se hace saber por el presente anuncio que en el plazo de cinco días a partir de la fecha de hoy darán cuenta inmediata a este Sindicato las compañías que hayan salido sin estos requisitos”.

Por lo que a premios se refiere, ya hemos recogido en otro sitio que el Sindicato Nacional del Espectáculo, presidido por Tomás Borrás, concedió los premios de Teatro de 1940 al autor Manuel de Góngora, a la actriz Loreto Prado y al actor Pedro Codina. Unas semanas atrás, había sido designado Fernando Fernández de Córdoba nuevo Jefe del Sindicato Local del Espectáculo de Madrid. También hemos visto cómo algunas necrológicas incidieron en la situación de indigentes de muchos reconocidos artistas, lo que provocó que se tomaran una serie de medidas, como la concesión de las “primeras pensiones a la vejez en el Sindicato del Espectáculo”, beneficio que obtendrían en ese año artistas como Pepe Moncayo, Vicente Carrión, el maestro Estellés, Ángela Terrón y el torero Domingo Pons, conocido en los ambientes taurinos como “Chatillo de Valencia”. Como se destacaba en la prensa, “con ello se pone de manifiesto que aquellos que un día poseyeron la gloria, el aplauso, la adhesión de los públicos, y que tantas veces sufrían, iras del olvido, la carencia de medios para vivir después de la notoriedad y del triunfo, no quedarán desamparados”.


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