Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1944

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Juan Aguilera Sastre
IES “Inventor Cosme García”. Logroño

 

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ESCENA Y POLÍTICA

Teatro a la mayor gloria del régimen

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La política del régimen franquista desplegaba sus tentáculos por todos los rincones, sin que nada ni nadie pudiera escapar a su influencia y pública adhesión. De ahí que la prensa recoja, a veces con inusitado bombo, espacio y autocomplacencia, las más nimias actividades susceptibles de ser utilizadas a mayor gloria del propio régimen. En este sentido, proliferan los anuncios y las crónicas sobre representaciones organizadas por cuadros artísticos tan peregrinos como el de la “Cruzada antiblasfemia”, la “Acción española de palabra culta y buenas costumbres”, la delegación de Educación y Descanso de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, escuadras del Frente de Juventudes, las juventudes de la Sección Femenina, el cuadro empresa del Ayuntamiento y muchos otros. Del mismo modo, se aprovechaba el éxito de algunas obras de calidad manifiesta para organizar funciones especiales promovidas por organismos del régimen. Así, de Romeo y Julieta, que triunfaba en el Español desde el 8 de diciembre del año anterior, se ofrecieron en febrero dos funciones especiales, en colaboración con la vicesecretaría de Educación Popular, a las afiliadas de la delegación provincial de la Sección Femenina para educar su gusto artístico y que “de una manera natural rechacen todo lo chabacano, ya que ellas, a su vez, han de ser las educadoras de las futuras generaciones” (Ya); o de Fuenteovejuna, que había sido estrenada en el Español el 11 de octubre, se valió el departamento de propaganda del Frente de Juventudes para organizar una función especial en el mismo teatro el 28 de noviembre.

Con la misma intención puramente propagandística se destaca la presencia de autoridades del régimen en no importa qué acto teatral, sea por una conmemoración oficial o de cualquier otro signo, o se atribuye a las instituciones del régimen el mérito de su organización o subvención. Así, por ejemplo, se subraya que a la representación de El misterio español de Cristo, organizada por el teatro escolar del instituto Cardenal Cisneros el 6 de junio, asistió el delegado nacional del Frente de Juventudes y que todos los actores, dirigidos por Modesto Higueras, pertenecían a dicha organización; y se pone énfasis en que aquel “acontecimiento en la historia dramática española” había sido subvencionado por el Ministerio de Educación Nacional y por el propio Frente de Juventudes (Arriba). En la reseña de La vida es sueño, ofrecida por el Teatro Estudio en la Plaza del Rey en el mes de mayo, se enfatiza el “loable propósito de la Vicesecretaría de Educación Popular” de preservar la “noble tradición de los autos sacramentales” (La Vanguardia). O cuando se anuncia el homenaje nacional a Benavente con motivo de sus bodas de oro con el teatro, del que hablaremos más adelante, se recalca que la iniciativa ha partido del ministro secretario general del Movimiento, “camarada José Luis de Arrese” (Arriba). Y no es extraño que la Obra de Educación y Descanso, como colofón de “la vibrante y entrañable” conmemoración del 18 de julio y “atenta a la trascendental misión de cultivar el espíritu por medio de vibraciones artísticas”, dispusiera que ese día todos los espectáculos públicos rebajaran un 80% el precio de las localidades para los productores y sus familias, “cuyos semblantes reflejaban la bienhechora influencia que en su espíritu ejercieran las motivaciones del arte lírico-dramático teatral”; y concluía el fervoroso crítico de ABC: “el observador teatral ha de poner de relieve que, a su modesto juicio, una de las misiones más importantes realizadas por la Obra de Educación y Descanso –plasmadas ya felizmente en la realidad por la voluntad del Caudillo Franco- es esta de formar entre los productores una sensibilidad artística sin la cual no es posible vivir, ni ensoñar, ni hacer gratos los a veces agrios y duros trabajos cotidianos”. Curiosa, en este sentido, resulta la noticia de la asistencia de la esposa del Caudillo y su hija Carmen a la función a beneficio del Montepío de Actores en el teatro Calderón, que El Alcázar realza porque la “ilustre dama” hizo entrega “de un espléndido donativo para contribuir a los fines benéficos de la entidad”.

Ya hemos visto, por otro lado, que la mayoría de los críticos consideraban que la labor realizada por los Teatros Nacionales era lo más destacable de la escena española del momento, tanto por la calidad de sus producciones como por la relevancia de la dirección escénica, la cuidadosa selección del repertorio y su benéfico impacto en la educación del gusto del público. En este sentido, Nicolás González Ruiz, asesor literario del Español y autor de una sesgada historia de la literatura española del siglo XX (1941), destacaba en un largo artículo publicado en Ya la gran tarea de “dignificación del teatro” auspiciada por el régimen y aseguraba que el teatro había iniciado a partir de 1939 “un camino ascensional de franca recuperación de lo que hasta el momento habíamos conocido”, si bien admitía que ni el Estado ni la Falange podían “fabricar rápidamente una hornada de dramaturgos” que sacaran al teatro de la crisis en que vivía. Pero la labor del nuevo régimen sí había conseguido dos cosas: “acostumbrar al público a la comprensión y aprecio de las grandes obras del teatro universal”, creando una amplia masa de espectadores que antes no existía, y “dignificar moralmente todo el teatro”, por lo que le merecían todos los plácemes la vicesecretaría de Educación Popular, su delegación de Propaganda y, dentro de ella, el Departamento de Cine y Teatro. Consideraba, asimismo, que la censura impuesta desde el poder no tenía función coactiva, sino “creadora” y abría el camino al buen teatro, pues, aseguraba con evidente intención desinformadora, solo pretendía acabar con las obras malas y orientar a los autores por el buen camino. En definitiva, concluye, “la obra positiva del Estado en orden al teatro […] es lo más serio que en su línea se ha hecho nunca en España”.

En cuanto a las obras y temas marcados por la realidad política, no siempre la crítica aplaudió las propuestas que los escenarios ofrecían. Así, el estreno en el Cómico madrileño de la comedia La única senda, de Ortega Lopo y Guzmán Merino, protagonizada por Ana Mariscal y Nicolás Navarro, se presentaba como “demostración y afirmación de verdades y conceptos morales”, si bien el crítico de Ya consideraba que no alanzaba su objetivo. Algo similar ocurrió con el estreno de La hidalga limosnera, de Pemán, donde “el sentido de tradición, clásica y católica, racial y entrañable” de El divino impaciente alcanzaba, según la crítica, “una categoría de profundidad y madurez”, pero que el público, para decepción del cronista de Madrid, no apreció con las ovaciones de un verdadero éxito.


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