Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1944

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Memorabilia
El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Juan Aguilera Sastre
IES “Inventor Cosme García”. Logroño

 

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MEMORABILIA

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Sí habría que añadir otro hecho memorable, el centenario del estreno de Don Juan Tenorio, al que también nos hemos referido, y que pasó con más pena que gloria. Sin embargo, auspició al menos dos propuestas escénicas de interés: una espectacular puesta en escena del texto de Zorrilla en el teatro Español, con dirección de Luca de Tena, y el estreno de una de las comedias de más éxito de la temporada y que sobresale de entre la medianía de la producción del momento: De lo pintado a lo vivo, de Juan Ignacio Luca de Tena.

Aunque merecieran menos apoyo del público, también habría recalcar la importante contribución de Víctor Ruiz Iriarte, cuyos estrenos, Un día en la gloria y El puente de los suicidas, revelaron, al decir de Marqueríe, “un autor con poderoso y poético mensaje escénico” y contribuyeron a asentar la carrera teatral de uno de los protagonistas destacados del teatro de la época.

Hecho memorable pero luctuoso fue la desaparición de Joaquín Álvarez Quintero, que, además de un multitudinario entierro oficial y del estreno de la comedia póstuma de los hermanos sevillanos, Ventolera, según Marqueríe obra “llena de la finura y de la gracia que fueron espuma y flor de su teatro costumbrista”, motivó un homenaje celebrado en el teatro Alcázar el 1 de diciembre: “Fiesta solemne y llena de emoción, a la que se sumó un público escogido”. La iniciativa se atribuyó a Benavente, quien brindó el homenaje “con un tono de sincera y honda emoción”, pero en realidad fue patrocinada por Lola Membrives y la empresa del teatro Alcázar. Se puso en escena Cancionera, obra escrita por los dramaturgos precisamente para ella y que había estrenado en el teatro Lara, y la recaudación se destinó al Instituto Cervantes, residencia de escritores y artistas ancianos.

Evento memorable fue también el homenaje nacional que se brindó a Jacinto Benavente el 24 de octubre, como hemos visto ya. El homenaje supuso, después de años de tibieza y de no pocas suspicacias por su pasado próximo al bando republicano, el reconocimiento definitivo por las autoridades del régimen franquista del “primero de los autores dramáticos contemporáneos”. A los ya habituales elogios de la mayoría de los críticos ante cualquier reposición o estreno de sus obras, por insignificantes que fueran, se unieron ahora las autorizadas de la intelectualidad (Pemán, Azorín, que llegó a compararlo con Lope de Vega) y, “por voluntad de su Caudillo”, de las máximas autoridades del bando vencedor. Se le impuso la gran cruz de Alfonso X el Sabio en un ceremonioso acto celebrado en el ministerio de Educación Nacional para premiar, como dijo el propio ministro, “la labor literaria de un escritor que supo cultivar con maestría insólita todos los géneros teatrales” y consiguió elevar el teatro “al más alto trono de la poesía y del arte”. Después del acto oficial, el homenaje continuó en el teatro de la Zarzuela, con una función de gala “brillantísima”, presidida por los ministros de Educación y Justicia, en la que se fundieron “la distinción del público más selecto” con el “más castizo y popular” y participaron todas las primeras figuras de la escena del momento. La fiesta teatral comenzó con la representación del acto segundo de La culpa es tuya (Carmen Carbonell, Pilar Biener, Carmen Villa, Antonio Vico, Manuel Gónzález). A continuación, Felipe Sassone ofreció el homenaje con un discurso en el que “resumió el significado nacional del homenaje que se tributaba al ilustre dramaturgo” y repasó su trayectoria teatral; fue interrumpido varias veces por los aplausos del público “y al final con una gran ovación, que acreció y se prolongó largo rato cuando apareció llevando de la mano al maestro. Entonces todo el teatro, en pie, emocionado, arrebatado de admiración y cordialidad, vibró aclamando a Benavente y a España” (Madrid). La velada continuó con el acto segundo de La otra honra (María Guerrero, Pepe Romeu, Salvador Arias, Álvaro Romero), el acto segundo de El mal que nos hacen (Maria Palou, María Isabel Pallarés, Amparo Saus, Conchita Hidalgo, Mariano Asquerino, Fernando Fresno, Carlos Lemos), el acto segundo de La malquerida (Lola Membrives, Mari Paz Molinero, Joaquina Almarcha, Tomás Blanco, Pedro Hurtado, García Noval, Manuel Chávarri, José Guerra) y las escenas finales de El nido ajeno (Rafael Rivelles, Conchita Montijano, Rafael Calvo), momento en que Benavente volvió a salir a escena “entre aplausos frenéticos, ensordecedores, rebosantes de admiración y cordialidad” (Cristóbal de Castro). El crítico de Arriba concluía así su crónica: “Velada, pues, del máximo esplendor, en la que don Jacinto Benavente renovó los laureles que durante tantos años ciñen sus frentes, en esta acogida triunfal del público de España, que, fervientemente emocionado, le rindió anoche el más sincero homenaje de admiración y cariño”. Por su parte, el crítico de Informaciones, Gabriel García Espina, definía al dramaturgo como “la única voz viva de la dramática española con una resonancia universal” y recurría en su elogio a la retórica altisontante y vacua del momento: “Nuevos laureles caen con blandura sobre las venerables sienes de don Jacinto Benavente. A cincuenta años de distancia de El nido ajeno, altas manos jerárquicas prenden otra gran cruz en el breve pecho del dramaturgo. Aunque la sien se le apesadumbre con el agobio de tanto lauro y el propio pecho no aguante sin cansancio el esfuerzo de tanto abrazo solemne y el peso de tanta condecoración, la juventud milagrosa y perenne de don Jacinto salta con agilidad los márgenes de aquellos severos protocolos…” Y finalizaba asegurando que había sido una “gran fiesta para la historia del teatro en España” en unos momentos en que “los horizontes escénicos” no parecían “todo lo abiertos que debieran”.


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