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Don Galán

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DON GALÁN, revista audiovisual de INVESTIGACIÓN SOBRE ARTES ESCÉNICAS editada por el CENTRO DE DOCUMENTACIÓN TEATRAL, pretende abrir nuevas vías de interpretación sobre la escena española de los siglos XX y XXI, destacando así, el estrecho vínculo que existe entre la documentación y la investigación.

 

Don Galán

 

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Don Galán

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DON GALÁN, algo más que un personaje

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Cuando me dijeron el nombre de la revista digital que iba a promover el Centro de Documentación Teatral sentí una grata y gozosa impresión. Don Galán es personaje sumamente querido por la familia valleinclanista, que encierra, dentro de sí mismo, una pluralidad de connotaciones, a cual de mayor calado y entidad. Con esa simple combinación de dos palabras, don y galán, el autor gallego resume un extraordinario poder para la ironía. Si nos atenemos a la condición de galán, encontramos al personaje por antonomasia del teatro del Siglo de Oro español: junto a la dama, es eje fundamental de lances y amoríos. Galanes son don Juan y el Comendador, el capitán Álvaro de Ataide y Frondoso, el rey don Pedro y ese galán fantasma llamado Astolfo que cruza minas y jardines. Pero si a esa condición se le suma el calificativo don, de pronto todo se quiebra y perturba, como en la matemática del espejo cóncavo. El don que dignifica, aquí ironiza, hasta combarse con el ringorrango rítmico del tango. Este Valle-Inclán sabía muy bien lo que se hacía. Conduce a su héroe al famoso callejón del Gato y lo deforma de la manera más cariñosa y a la vez grotesca que imaginarse pueda. Don y Galán. Dos condiciones que bastan para definir lo que podría ser la revista del siglo XXI que estábamos reclamando.


Don Galán se inscribe dentro del repertorio de caracteres altamente significativos de don Ramón del Valle-Inclán. Y lo es porque, más que protagonista, encarna las virtudes del personaje secundario del gran teatro universal: es criado y es bufón, trasunto sin duda de todos esos tipos shakesperianos encabezados por ese otro bufón, esta vez  sin patronímico, que acompaña al rey Lear en su penoso exilio. Don Galán es siervo preferido de don Juan Manuel Montenegro, héroe clásico que se pasea por los tortuosos parajes del suroeste gallego para protagonizar ese impresionante friso que son las Comedias Bárbaras. Don Galán crece a la sombra del amo, reservándose para sí un papel menor, pero no menos rico en su constitución. Don Galán puede ser modelo de ingenio, de loco-bufón en la terminología de Batjin, que siempre dice lo que piensa, es decir, que siempre transgrede. La primera vez que aparece, en Águila de blasón (1906), es descrito de manera terminante:

... Y a su puerta duerme el criado que cuida de los hurones y de los galgos. Un criado que llaman por burlas DON GALÁN: es viejo y feo, embustero y miedoso, sabe muchas historias, que cuenta con malicia, y en la casa de su amo hace también oficios de bufón. (Jornada 2ª. Esc. 2ª)

En esas palabras está su filosofía. Repasemos las primeras características que Valle-Inclán le atribuye: viejo, feo, embustero, miedoso, conocedor de historias (que cuenta con malicia) y bufón. Viejo como el teatro, feo como el Marqués de Bradomín, embustero como el sospechoso don García, miedoso como Catalinón, y conocedor de historias como todos los poetas de la escena universal. Un bufón.
Don Galán, como buen acompañante del dueño, está para todo: para preparar la escopeta, para conducirlo cuando aquél va demasiado calamocano para saber andar, o para asistir a los banquetes eróticos en los que el dueño apenas si dejará migajas.  Por eso se lamenta de no ser el  marido de Liberata, justo cuando ésta se dispone a dar placer al señor. El loco Don Galán acompaña a sus andares cojitrancos con un onomatopéyico “¡Jujú!”, que expresa como nada la risa burlesca que preside cualquiera de sus bromas o, mejor, el sarcasmo que da escolta a sus palabras. Por eso la manceba lo califica como “padre de todas [las malicias]”. Y por eso, cuando se trata de seducir a la dicha coima, lo hace con unos términos que para sí querría un galán de pro:

Si fuese can te lamería, toda... Y como tienes unas carnes tan blancas, también alguna vez te chantaría los dientes, pero haríalo con más amor que los sabuesos de don Pedrito. (Jornada 3ª, Escena 4ª)

Y lo vemos “con los carrillos inflados por su gran risa bufonesca”, que es manera como don Ramón lo califica de forma reiterada. Bufonería que tampoco ocultará rasgos de simpatía. “A los ojos del bufón hay una llama de tímida y amorosa ternura”, ternura que le da el ademán de mover “la cabeza con gravedad lenta y triste”.


Don Galán aparece también en Romance de lobos (1907), junto a su amo Montenegro, aunque con menos presencia que en Águila de blasón. En esa gran escena en la que el caballero deambula por las playas cercanas a Flavia-Longa (Jornada 3ª, Escena 3ª), otro gran loco, Fuso Negro, le disputa coherentemente el diálogo, ya que este otro carácter resultará mucho más siniestro, mucho más problemático, que el sirviente en nómina. Pero allí estará también Don Galán, junto al resto de criados, esperando a don Juan Manuel (Escena 5ª y penúltima) para asistir a su terrible final. Y allí estará para sumarse al coro de suplicantes que se despedirá del amo en su trágico epílogo.
Menos significación tiene nuestro personaje en Cara de Plata (1922), de la mano del mayor protagonismo del hijo de don Juan Manuel que quizás supere al padre en textos. Pero incluso así, sirve para cerrar la postrera Comedia Bárbara, siendo caracterizado, en su última escena, como “bufón patizambo, con la bufonería de resaltar su cojera”. De manera que inquieta a su amo con esta sentencia “de sabios”:

¡Jujú! ¡Viejo enamorado, corazón enlutado!

Es la única vez en la que se alude a la posibilidad, siempre irónica, de una igualdad social entre criado y amo. Cuando éste dice estar tentado de hacerse ermitaño, don Galán le responde con su deseo de seguir sirviéndole:

EL CABALLERO.- Los santos no tienen criados.
DON GALÁN.- Seremos iguales.
EL CABALLERO.- Tú no puedes ser santo.
DON GALÁN.- ¡En la mesa celeste tanto es Blas como Bonifás!
EL CABALLERO.- Don Galán, para ser santo se pasa por el infierno. Como no has sabido ser un pecador, tampoco sabrías ser un santo. ¡Yo, sí!
DON GALÁN.- ¡Por descontado! (Jornada 3ª, Escena última)

Además de las evidentes connotaciones valleinclanianas, Don Galán supone también una valoración sarcástica de la gran moda que preside estos comienzos del siglo: la recuperación de los clásicos españoles como moneda de uso en festivales y ciclos didácticos. De ahí que sirva también como eje orientador, y un poquillo rebelde, de todas las modas que presiden la escena contemporánea. Saludemos en nuestra tarumba particular a este magnífico ejemplar de la fauna funambulesca, y encomendémonos a él, como quien confía en lo que no se puede confiar, es decir, en el cariño y afición por quien ahora representa con todas sus fuerzas al viejo arte del teatro.


César Oliva

 

 

 

 

 


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