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4. EFEMÉRIDE

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4.1 · ANTE LA DESACRALIZACIÓN DEL TEATRO: LA SIMULTANEIDAD DE UNA TEATRALIDAD POÉTICA EN VOCES DE GESTA DE VALLE-INCLÁN.
CIEN AÑOS DE SU ESTRENO Y EDICIÓN (1912)


Por Antonio Gago Rodó.
 

 

La Mañana, Madrid, IV, 897 (27 de mayo de 1912), pp. 1-2.
OBRAS Y CÓMICOS
Voces de Gesta.

En la Princesa.– El aire puro de la montaña elevó los espíritus; el sentimiento de la Poesía se recogió en la misteriosa meditación de cada espectador, y la grandeza de pensamiento del inspirado y talentudo D. Ramón María del Valle-Inclán se adueñó del público, absorto ante los encantos del decir vibrante y espléndido de la insigne trágica María Guerrero.

Voces de gesta, como todas las obras originales del dandy literario, del romántico e insigne poeta, es una nota de la exquisita sensibilidad de su alma soñadora.

Brilla en toda la majestad de sus versos esa distinción, esa delicada ternura perfectamente armonizada con la fibra guerrera del caballeroso corazón del español de pura sangre que engendró el indomable e hidalgo marqués de Bradomín.

La tragedia de Valle-Inclán pertenece al Teatro poético y dentro de él debe ser juzgada. Es decir, que no se habrá de aquilatarse sino la grandeza de la idea y la forma de que fue revestida para su exposición, penetrando en el desarrollo solo por conocer si la psicología de los personajes se ajusta al fin moral que el autor se propuso.

Y como el pensamiento fundamental en Voces de gesta es dejar victoriosa la acerada voluntad de “Ginebra”, modelo y esencia del alma templada y resuelta hasta la consecución del fin (el triunfo de Rey Arquino), y como esto se halla conseguido y demostrado por el poeta, hasta lograr el convencimiento del que escucha por el poderoso medio de la sugestión, el triunfo de Valle fue anoche definitivo, insuperable.

No hay que olvidar, sin que con esto trate de disminuir el éxito del autor, que la tragedia se representaba en la Princesa. Esto es tanto como decir que la pastora del Monte Araal tuvo un intérprete como no pudo igualarse, como no hubiera podido tener otro.

De la majestad de la voz, de la mirada y del ademán, del arte soberano que desplegó María Guerrero, no se puede dar idea. Subyuga, anonada, estremece.

El éxito de la insigne actriz fue de veras enorme.

Fernando Mendoza encarna sobria y admirablemente el “Rey Arquino”; le corresponde también una buena parte del triunfo.

Josefina Blanco, inmejorable. Todo el conjunto, excelente, con el arte que en aquel teatro sabe desplegarse, componiendo cada escena un lienzo rico de belleza y propiedad.

Uso mi aplauso sincero y alusivo al homenaje de admiración y entusiasmo que Valle-Inclán y los intérpretes de Voces de gesta obtuvieron anoche en la Princesa.

XAVIER CABELLO

 

 

El Correo Español, XXV, 7.091 (27 de mayo de 1912), p. 1.59
Valle-Inclán en la Princesa
Éxito grandioso de Voces de gesta

Son las dos de la madrugada cuando esta pobre, áspera y dura prosa del cronista, sin galas ni adornos, va cayendo lentamente sobre el mate azulado de las cuartillas, mientras la imaginación, con afán inútil, busca riqueza espléndida de imágenes, algo que, aun pálidamente, pueda evocar el triunfo del poeta sobre la escena.

En noche estelar, de luna radiante, que prende su disco plata en la infinitud de un cielo lleno de poesía y de quietud, el rey Arquino, símbolo grandioso de una raza de titanes, camina llorando su desventura entre agobio de pesares.

Es su figura visión dichosa de risueñas esperanza. Tras el hayal secular, bajo el dosel centenario de los robles, viejos robles a cuya sombra vivieron pueblos heroicos, pasa el aliento vigoroso de un pueblo que ama el ideal, que, abrazado a sus raigadas y legendarias costumbres, deriva por el camino de la vida con entera fe, como si un mañana, contado en venturas para la Patria, fuera el grato paisaje que adivina su mirar en el lontananza del cielo.

La emoción trágica con toda su terrible pujanza, en cuadro sublime de luchas fieras, donde pone el deber un comentario doloroso; ni esa otra emoción patética, bíblica lamentación de un alma que supo envejecer en el pensar, dejan en el espíritu tan poderoso surco como el que traza el poeta en Voces de gesta. Todo el poder intenso y fuerte de su arte habla tan quedo al corazón, murmura su plegaria de amor tan religiosamente, como si la mano de la madre acariciara nuestros ojos y fuera cerrándolos al sueño, sueño que al claro lunar de la noche ha de evocar ante la muda fantasía el místico desfilar del espíritu tradicional de una raza.

Y es el poeta, el maestro, quien abre este rico evangel[i]ario y quiere ponerlo delante de nuestra estática mirada, que no puede formular su juicio, ya que sobre las ruindades y pequeñeces de la crítica siempre resplandece el Arte, tan elevado y excelso, que para poder admirarlo hay que levantar la cabeza hacia el cielo y fijar la vista en alturas augustas, esa misma vista, tan acostumbrada a rastrear por entre las bajezas y falsedades de la tierra.

Ante éxitos tan grandiosos, sinceros y ciertos como Voces de gesta, suficientes para dar firme solidez a una reputación literaria, las plumas pobres y modestas han de callar; por mucho que pretendamos, nunca podremos dar aproximada sensación del arte que encierra una obra de esta clase.

Una nota simpática presenciábamos anoche, finalizada la representación, en el saloncillo de la Princesa. El genio de la elocuencia rendía el honor de su pública admiración el escritor insigne de Los cruzados de la causa.

El gran maestro Vázquez de Mella y el maestro de escritores Valle-Inclán, platicaban rodeados de literatos y artistas.

Eran los símbolos vivientes de la España tradicional, de la grandeza y del valer de un pueblo de héroes.

Gregorio CAMPOS

Hablemos aparte de la representación de Voces de gesta. Si la ilustre actriz María Guerrero no tuviera bien cimentada su reputación escénica, esta obra era más que suficiente para proclamar su arte, verdaderamente grande. Entre sus mayores triunfos, puede contarse el que la proporcionó esta obra de Valle-Inclán. Difícilmente podrá encontrarse intérprete más adecuada y feliz en el gesto y en la acción trágica, con todo el arrebato del dolor, en ocasiones, abatida y triste por el penar, en otras, mas siempre dando muestras de su excelso arte.

El triunfo de María Guerrero en Voces de gesta es de los definitivos.

Muy bien Díaz de Mendoza en la figura del Rey Arquino, así como las señoras Blanco y Cancio y todos cuantos toman parte en la representación.



59 Reproduce el “Último retrato de Valle-Inclán.–Obra del ilustre pintor Anselmo de Miguel Nieto. Fot. Napoleón”.

 

 

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