Si la obra de un crítico de teatro, música o cine, cuando se realiza en un diario, queda olvidada en las páginas de este, tan efímeras, y resulta complejo rastrearla en la hemeroteca, aunque hoy las tecnologías lo hagan más fácil, en el caso de Francisco Álvaro, está recogida en esos 28 volúmenes que permiten estudiar no solo el aspecto específicamente escénico, sino también el histórico, político y social. El teatro en ocasiones se adelanta a su tiempo, en otras se adecua a él y cae en la rutina, muchas veces sirve como berbiquí para romper las costras de la censura y el silencio. En estos 28 años en España (y en los posteriores) ha existido una tremenda evolución que El espectador y la critica refleja. Realizar una historia global de la escena española y su relación con la realidad política, social y cultural es tarea de años y de un equipo plural. Si alguna vez se emprende, contar con estos libros es necesario. Desde 1958 al 2011 todo o casi todo se ha transformado, generalmente para bien, aun con algunos inconvenientes. Muchos más grupos, salas teatrales, mayor conservadurismo y menor riesgo.

Una investigación adecuada sobre la labor de Francisco Álvaro debe partir de su obra. Resulta imposible manejar los 28 volúmenes, por lo que hemos escogido un muestrario amplio desde tres épocas diferentes. La tomos de 1958, 1974 y 1984 cubren tres etapas fundamentales en la trayectoria del teatro en España que Álvaro recoge con precisión. El examen de cada uno resulta significativo del enriquecimiento de la propia vida escénica y del rigor con el que Francisco realiza su tarea.

El Tomo del año 1958 tiene un prólogo de Alfredo Marquerie, entonces el crítico más inteligente del país. Es breve y elogiosísimo. Por su parte, Álvaro dedica el libro “A mis compañeros, los críticos, con el ferviente deseo de complementar y dar forma duradera a su noble quehacer periodístico”. En la nota previa el autor pretende “enfrentar a los profesionales y aficionados con la realidad y posibilidades con que el teatro cuenta y al propio tiempo dejar constancia de la actividad teatral que cada año se desarrolla en España”.

La composición del libro es la siguiente:

Primera parte. Teatro español. Exégesis crítica de obras estrenadas desde el 1 de enero al 31 de diciembre de 1958.

Segunda parte. Idéntica exégesis de obras extranjeras.

Tercera parte. Otros estrenos, reposiciones, representaciones de cámara y ensayo, premios, fallecimientos, titulares de prensa, etc.

Al final: completos índices de obras, autores, traductores, actores, directores, escenográfos, etc.

Los titulares de la prensa que ejercían la crítica teatral en Madrid eran entonces trece: nueve correspondientes a diarios y cuatro a revistas. Es significativa la comparación con la situación actual ya que son cuatro los periódicos: El País, El Mundo, ABC y La Razón (sin contar los gratuitos). El número de críticas que aparecen en las ediciones nacionales es limitado. Fenómeno singular y negativo cuando resulta la crítica necesaria como guía y existen buenos profesionales en los medios.

El libro tiene 270 páginas y su precio entonces era de 70 pesetas. Leerlo hoy te permite conocer lo que ocurría en el ámbito teatral en Madrid fundamentalmente. Murieron en 1958 autores como Adolfo Torrado, Antonio Paso, Jacinto Grau y actores como Enrique Chicote y Hortensia Gelabert para citar los más importantes. Fotografías de actores, críticos y de algunos espectáculos completan la edición.

En el año 1974 son 400 las páginas. El prólogo, más largo, es del autor Jaime Salom y la estructura, con algunos cambios, resulta similar. Se habían concedido ya los Premios “El espectador y la crítica”, formando parte del Jurado, con el propio Francisco Álvaro, los críticos madrileños, ocho de diarios y cinco de revistas. Algunos nombres se mantienen de antaño y otros son nuevos.

La primera parte es la exégesis de las obras españolas estrenadas del 1 de enero al 31 de diciembre de 1974.

La segunda igual referencia a las obras de autor extranjero.

La tercera incluye, entre otras representaciones, el género lírico y el Festival Internacional de Danza. Después viene una sección sobre el teatro en Barcelona, amén de una larga noticia sobre el desarrollado en provincias. Se añaden los comentarios necrológicos, el teatro español fuera de España y los índices correspondientes. Los nombres de Alfredo Marquerie y Manuel Dicenta, que mueren ese año, son los que reciben mayor atención en el comentario de Francisco Álvaro.

Como puede comprobarse, en esta segunda etapa se amplía la mirada de “El Espectador” a toda la realidad teatral del país, con pequeñas aproximaciones al mundo de la lírica y la danza. El artículo de Ricard Salvat es extenso y exigente desde su particular mirada. La vida en provincias también es contemplada, aunque sigue siendo Madrid el centro de la atención de Álvaro. La descentralización no era entonces, ni en parte lo es todavía, un hecho consumado.

El tercer volumen que hemos tenido en cuenta es el que corresponde al año 1984: trescientas treinta y cinco páginas, prólogo de Adolfo Marsillach, con un esquema semejante a los tomos anteriores con la novedad de la atención al género lírico, ópera y zarzuela, y al ballet. Mención de los Festivales Internacionales de Teatro de Madrid y Provincias, necrológicas y los índices correspondientes.

Son ocho los titulares de la crítica de Madrid (7 de diarios y 1 de la revista Triunfo), sigue la colaboración de Ricardo Salvat sobre el teatro en Barcelona y la mirada sobre las provincias es más amplia y generosa. Este año fallecen Ismael Merlo y José Bergamín, entre otros, y Álvaro también comenta algunas conmemoraciones como el centenario de Antonio García Gutiérrez, autor de El Trovador.

Es imposible hacer justicia a Francisco Álvaro, ese caballero educado y gentil, en los términos de un artículo. Admiramos de él el empeño, el deseo de abarcar la totalidad minuciosísima del teatro español en esos largos años. Una sola persona emprendió una tarea titánica desde la visión de los espectáculos, lectura y selección de las críticas, composición de los libros, índices y relación con los colaboradores. Su obra, inmensa desde su concepción del teatro, con la que personalmente no siempre coincido, ofrece una historia de la escena imprescindible y generosa.