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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.1 · HERRERAS MALDONADO, Enrique, Abrir en oscuro: materiales para una historia gráfica de la escena valenciana, Valencia, Teatres de la Generalitat Valenciana, 2010, 560 pp. (Documentación gráfica: Centro de Documentación de Teatres de la Generalitat).

Por Rosa Molero.
 

 

Portada del libro


HERRERAS MALDONADO, Enrique, Abrir en oscuro: materiales para una historia gráfica de la escena valenciana, Valencia, Teatres de la Generalitat Valenciana, 2010, 560 pp. (Documentación gráfica: Centro de Documentación de Teatres de la Generalitat)

Rosa Molero


Para entender el objetivo del libro Abrir en oscuro: materiales para una historia gráfica de la escena valenciana, de Enrique Herreras, puede ayudarnos comenzar por desgranar el título. Y es que en él se encierran las claves de lo que encontrará el lector al abrir esta edición que a simple vista es impactante tanto por su diseño como por sus dimensiones.

La primera parte del título, Abrir en oscuro, puede hacer referencia a que este libro constituye la principal aproximación a una historia del teatro valenciano, por lo que trata de abrir una puerta hasta ahora cerrada. Por otra parte, nos lleva a pensar en la escena, en el oscuro inicial o final, algo que queda más patente cuando abrimos el libro y contemplamos la amplitud de imágenes y datos que sobre ella se nos ofrecen. Porque si bien el libro abarca información sobre literatura dramática, la presencia de la parte práctica es muy abundante, con información sobre edificios teatrales, compañías, actores, directores, etcétera.

La segunda parte del título materiales para una historia gráfica de la escena valenciana, nos constata, por un lado, que la parte práctica, la de la escena, es muy relevante en este estudio; y por otro lado, que la imagen tiene un papel preponderante en el libro; cada capítulo, cada tema va ilustrado con material gráfico de lo más variado: planos, ilustraciones antiguas, programas de mano, fotografías, etc.

El libro se divide en siete capítulos.

“De los orígenes al renacimiento”, el primero de ellos, hace un recorrido por las antípodas del arte escénico, haciendo una especial mención al teatro romano y, cómo no, al Teatro Romano de Sagunto, cuya antigüedad data del siglo I d.C. Además de ofrecer detalles sobre su construcción original, el autor ha reseñado los diferentes proyectos de restauración.

Ya en el apartado del teatro medieval se citan dos espectáculos de especial relevancia en el teatro valenciano. Por una parte, El cant de la Sibil.la, montaje en el que se vaticinaba el nacimiento de Cristo y que se escenificó hasta el Concilio de Trento (1545-1563); y en segundo lugar El Misteri d’Elx (declarada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad en 2001 por la Unesco), obra de monumental arraigo, que representa la ascensión de la Virgen, cuyo texto pudo ser escrito en 1492 y que hoy día sigue representándose.

Numeroso material gráfico ilustra los siguientes años: las procesiones del Corpus con los carros de los diferentes oficios o ejemplos de los espectáculos profanos, menos numerosos pero importantes para el teatro posterior.

El segundo capítulo, “Del Renacimiento al Barroco”, arranca haciendo hincapié en la notoriedad que adquiere el teatro profano y el aumento de la actividad cultural que atrae a numerosos escritores a Valencia.

Entre los autores que destacan durante este período en la ciudad levantina, Enrique Herreras destaca a Joan de Timoneda (con obras básicamente de tipo religioso), cuya obra actúa de transición entre los misterios medievales y el Auto sacramental. Cristóbal de Virués es otro de los autores reseñados, con La gran Semíramis como obra cumbre. Francisco Agustín Tárrega, Gaspar Aguilar, Guilem de Castro o la etapa valenciana de Lope de Vega son otras de las trayectorias descritas en el libro.

El tercer capítulo, “El teatro de la burguesía”, se inicia en el siglo XVIII, referenciando la pérdida del autogobierno valenciano, lo que se tradujo en numerosas prohibiciones y restricciones (se prohíbe actuar en la lengua vernácula, por ejemplo). En esta época impera en Valencia el interés por las comedias fantásticas, de enredo y con gran despliegue de tramoya.

La Casa de la Olivera se consolidó como espacio teatral hasta 1748, año en el que se clausura de forma definitiva, actuándose a partir de entonces en casas particulares hasta que se abrió la Botiga de la Balda (1761). Pero sin duda, con la inauguración del Teatro Principal de Valencia se produce un cambio trascendental: se construye a la italiana, tomando el escenario como único punto de vista, el público dispuesto en herradura y dotándolo de una buena acústica. El nuevo espacio se inaugura el 24 de julio de 1832. En el libro se incluye material gráfico muy interesante, como por ejemplo inventarios u Obligaciones del Alcaide del Teatro Cómico de Valencia en 1852.

De esta época son autores como Vicente Blasco Ibáñez, Josep Bernat i Baldoví, Rafael María Liern, Eduard Escalante, Francesc Palanca i Roca, Joaquín Balader, etcétera.

“El siglo veinte” es el cuarto capítulo.  Los inicios de este siglo en el teatro valenciano son definidos como una continuación del siglo anterior: afición por el sainete y la zarzuela valenciana o las comedias y los dramas burgueses. Durante las primeras décadas se construyen numerosos teatros: Teatro Eslava, Olympia, Serrano, Lírico, Benlliure, etcétera. Enrique Herreras ofrece numerosos detalles del funcionamiento de estos y otros espacios teatrales, desde el precio de las entradas, su programación, ilustraciones, fotografías o programas de mano.

A pesar del éxito popular de la comedia valenciana, durante esta etapa predominaron las obras escritas en castellano. A ello contribuyó el auge de dos escritores alicantinos que tuvieron una gran repercusión en la escena nacional: José Martínez Ruiz Azorín y Carlos Arniches, ambos con un estilo que tendía a la comedia.

Pero sin duda uno de los autores que renovaron el teatro de la época fue Max Aub, director de la compañía El Búho, cuyo teatro de estilo vanguardista supuso una auténtica ruptura, no obstante condicionada por el estallido de la Guerra Civil. Pero fue la posguerra la que lastró las posibilidades de una renovación teatral: la desaparición de numerosos artistas, la instauración de la censura o la prohibición del teatro en valenciano fueron grandes impedimentos para el desarrollo de nuevos proyectos o inquietudes artísticas. Se consolida la comedia, la zarzuela y la revista como género estrella. En este contexto, figuras como Juan Gil Albors y su teatro de corte existencialista eran una alternativa a esa corriente mayoritaria, al igual que lo fue el Club Universitario, creado en 1954 y que constituyó un lugar de encuentro para jóvenes con inquietudes culturales y de cuyo trabajo surgió el grupo Teatro Club.

El quinto capítulo, “De los 60 a la democracia”, tiene como punto de partida el Teatro Universitario y las importantes figuras de Antonio Díaz Zamora y José Sanchis Sinisterra.

Continúa Herreras con el Teatro Independiente, y señala el Teatre Micalet y el València-Cinema como espacios de gran importancia para el desarrollo de este movimiento contrario al teatro comercial. Algunos creadores apostaron por un teatro independiente valenciano, específico, para lo cual trabajaron con textos en valenciano y con un género muy local, el del sainete, modificándolo y adaptándolo a la época. Grupos como El Rogle, Pluja Teatre, L’Horta o  Grupo 49 trabajarán en esta línea, aunque también hubo otros que optaron por diferentes opciones estéticas: PTV, La Carátula o Uevo.

En este período se produce la renovación de la figura del autor, visto ahora no como un “monstruo sagrado” sino como un escritor más vinculado a la práctica escénica (muchos de ellos están vinculados a un grupo), y también la revisión del papel del director. De este período Herreras destaca a autores como Rodolf y Josep Lluís Sirera, a Manuel Molins o Eduardo Quiles y a directores como Juli Leal.

El sexto capítulo, “Los últimos años”, ocupa más de una tercera parte del libro. Es evidente que el autor ha querido dotar de especial relevancia a este período del teatro valenciano. El punto de partida es el año 1988 con la inauguración del Centre Dramàtic de la Generalitat Valenciana y el teatro Rialto, lo que supuso un incremento notable tanto en producciones como en programación. El primer año estuvo dirigido por Antonio Díaz Zamora hasta que en marzo de 1989 se hace cargo Antonio Tordera (hasta 1993), que apuesta por un equipo de producción valenciana.

La efervescencia de compañías durante los años 80-90 es otro de los apartados a los que Herreras dedica numerosas páginas: La Pavana, L’Om Teatre, Moma Teatre, La Dependent, Bambalina, Jácara, Xarxa Teatre, Arden Producciones o Albena Teatre son algunos de los grupos que aparecen investigados.

Teatro para niños, teatro de títeres o Danza también aparecen documentados en el libro, con impactantes fotografías e interesantes datos.

La dramaturgia valenciana de las últimas décadas también ocupa un lugar preponderante en el volumen, en el que se destaca la aparición de numerosos autores como Paco Zarzoso, Paco Sanguino, Rafa González, Carles Alberola, Roberto García, Juan Luis Mira… Y ya a principios del siglo XXI nuevos dramaturgos como Xavier Puchades, Patricia Pardo, Jerónimo Cornelles o Jorge Picó.

Directores y actores tiene también su espacio. La nómina es amplia, pero se insertan en el volumen fotografías y breves apuntes sobre la trayectoria profesional de muchos de ellos: Rafael Calatayud, Carme Portaceli, Carles Alfaro, Santiago Sánchez o Vicente Genovés.

“Punto y aparte”, el último capítulo del libro, pone el acento en el notable pasado del teatro valenciano, pero sobre todo destaca la importancia de las últimas décadas, con la proliferación de salas, el afianzamiento de intérpretes, directores y autores y, sobre todo, el interesante camino que el conjunto de la escena valenciana ha escogido.

El presente libro sin duda abre una puerta y arroja luz sobre un escenario que aparecía parcialmente a oscuras.

 

 

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