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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.13 · MONTIJANO RUIZ, Juan José, Historia del teatro frívolo español (1864-2010), Madrid, Editorial Fundamentos, 2010, 270 pp.

Por Pedro Víllora.
 

 

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MONTIJANO RUIZ, Juan José, Historia del teatro frívolo español (1864-2010), Madrid, Editorial Fundamentos, 2010, 270 pp.

Pedro Víllora


La tesis doctoral del profesor Juan José Montijano Ruiz, Historia del teatro olvidado: la revista (1864-2009), que se encuentra sin dificultad en la web de la Universidad de Granada, ha sido germen o catalizador de una sucesión de publicaciones complementarias del investigador granadino: Teatro frívolo. Historia y análisis de una colección teatral de preguerra (1935-1936) (2006), “Yola”. Historia del primer boom teatral de la posguerra (2006), Un “demonio escénico” llamado Celia Gámez (2008), Una aportación al estudio de la historia escénica española. El problema en la denominación de los subgéneros teatrales. Análisis y causas de su diversidad (2010), Entre bambalinas. Diccionario básico para ir al teatro (2010), Somos cantores de la tierra lusitana... (Antología musical del teatro frívolo español: la revista) (2010) o 6 vedettes 6. Apuntes biográficos de las reinas de la revista (2010). Una relación que se ha ampliado en el último año con Del libreto a la escena. Breviario de artífices del teatro frívolo español: la revista (2011) y De la carreta a la carpa. Apuntes sobre los teatros ambulantes de variedades arrevistadas en España (2011), a los que ha de seguir su anunciada monografía El Teatro Chino de Manolita Chen (2012).

Desde un punto de vista teórico y analítico, la aportación más relevante de Montijano Ruiz tal vez sea Aproximación a la historia del teatro frívolo español: la revista. Morfología y estructura (2010), que se corresponde con la primera parte de su tesis doctoral y donde plantea su concepción de las características esenciales del fenómeno teatral que estudia. Ello no obsta, sin embargo, para que pueda considerarse que el núcleo de su investigación es precisamente este volumen de Historia del teatro frívolo español (1864-2010), puesto que aquí recoge la evolución material y formal del género desde sus orígenes hasta su práctica separación, atendiendo además a los elementos sociohistóricos que lo han condicionado. Viene a ser la segunda parte de la citada tesis.

Comienza el trabajo con un repaso a los antecedentes de un género que nacería oficialmente con el estreno de 1864-1865, obra de José María Gutiérrez de Alba basada en comentarios a la actualidad y estrenada en enero de 1865. Montijano atiende a la trayectoria de los Bufos de Arderius, iniciada en 1866 con El joven Telémaco, a la revista de intención política y, sobre todo, al estreno de La Gran Vía en 1886.

La segunda parte se ocupa del primer tercio del siglo XX, incidiendo en cómo la revisión de acontecimientos se deja de lado gracias a títulos como La corte de Faraón (1910). Se subraya la importancia de la opereta –es el caso de El asombro de Damasco (1916)– y se destaca la consagración del género gracias, entre otras cosas, a los aspectos groseros de Las corsarias (1919), lo que nos lleva al apogeo del año 1927, cuando coinciden Los cuernos del diablo, El sobre verde y, especialmente, Las castigadoras, en la que aprecia una mayor trabazón del libreto y la incorporación de nuevos ritmos que supondrán un cambio de rumbo en el sentido de estos espectáculos.

La relevancia social y cultural de la revista durante la Segunda República es descrita en la tercera parte, donde se estudian Las Leandras (1931) y cómo su promotora, Celia Gámez, se responsabiliza de superar las limitaciones del género para crear una opereta a la española. Será, por ejemplo, el caso de El baile del Savoy (1934).

Tras el comentario de las dificultades que supone la Guerra Civil en el cuarto capítulo, el quinto se dedica a la que Montijano llama “primera década dorada”. Celia Gámez se convierte en la figura principal, y se ofrecen acercamientos a varios de los trabajos que no solo protagonizó sino que, en buena medida, produjo y hasta dirigió: La Cenicienta del Palace (1940), Yola (1941)... Junto a compañías como Los Vieneses, hay también una puesta en valor de la figura del dramaturgo José Muñoz Román a partir de sus colaboraciones con Francisco Alonso –ambos son autores de Doña Mariquita de mi corazón (1942)– o Jacinto Guerrero, con quien crea Luna de miel en El Cairo (1942) y ¡Cinco minutos nada menos! (1944). Asimismo hay un apartado especial para la que está considerada “bestia negra” de la censura teatral: La blanca doble (1947).

La sexta parte se consagra a los años cincuenta, “segunda década dorada del género”. Se sigue incidiendo en la importancia de Celia Gámez –La hechicera en palacio (1950), El águila de fuego (1956)–, pero se añaden la admirable labor de la vedette cubana María de los Ángeles Santana que protagonizase Tentación (1951), ¡Conquístame! (1952) y Tropicana (1957), la figura del productor Matías Colsada y sus “alegres chicas”, y el surgimiento de Queta Claver con Ana María (1954) y La chacha, Rodríguez y su padre (1956).

Al comienzo de la decadencia del género que suponen los años sesenta le dedica la parte séptima. Desaparecen los grandes compositores, aumenta la fascinación de la televisión y cambian los gustos del público. Aunque se siguen creando nuevos espectáculos, Montijano no encuentra en ellos la calidad de títulos anteriores; tal vez por eso se hacen actualizaciones de obras antiguas e incluso recopilaciones de números extraídos de revistas diversas.

En los años setenta, estudiados en la octava parte, la decadencia continúa al tiempo que desaparece la censura y proliferan el destape y el mal gusto. Pero son también los años en los que comienza el éxito de Lina Morgan. Esta actriz centra el capítulo noveno, dedicado a los años ochenta, gracias a sus trabajos en ¡Vaya par de gemelas! (1980), ¡Sí, al amor! (1981) y El último tranvía (1987). Además Ángel Fernández Montesinos crea dos grandes cimas de este arte: Por la calle de Alcalá (1983), con Esperanza Roy y Francisco Valladares, y ¡Mamá, quiero ser artista! (1986), con Concha Velasco. El libro se cierra con la desaparición del género revisteril en el periodo 1990-2010.

Si bien Montijano incluye el estudio de los títulos citados y algunos otros, su trabajo es mucho más que una sucesión de obras determinantes. En realidad, estos comentarios más extensos están generalmente incardinados dentro de la exposición de la realidad escénica de cada tiempo. Así, no solo nos acerca a lo más reseñable sino al caldo de cultivo que ha generado estos momentos excepcionales. El conjunto es una visión panorámica que nos permite enmarcar cualquier estudio particular que quiera hacerse sobre un autor, un intérprete, un título o acaso un espacio de representación. Ante un género no lo suficientemente abordado hasta ahora, Montijano Ruiz ha tenido el acierto de preparar el terreno asentándolo morfológicamente y disponiéndolo en lo histórico. Ha escrito, por tanto, un estudio de referencia tanto o más importante cuanto que abre el camino para cuantas investigaciones puedan hacerse a partir de ahora.

 

 

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