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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.14 · ÁLVAREZ BARRIENTOS, Joaquín et alii (coord.), En buena compañía: estudios en honor de Luciano García Lorenzo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, 1432 pp.

Por Guillermo Gómez Sánchez-Ferrer.
 

 

Portada del libro


ÁLVAREZ BARRIENTOS, Joaquín et alii (coord.), En buena compañía: estudios en honor de Luciano García Lorenzo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, 1432 pp.

Guillermo Gómez Sánchez-Ferrer
Universidad Complutense de Madrid – Instituto del Teatro de Madrid


Con motivo de los más de cuarenta y cinco años de entrega a la labor científica y docente de Luciano García Lorenzo, profesor recordado por igual en las universidades españolas y americanas (tanto estadounidenses como latinas), investigador constante y gestor cultural con algo de poeta y teatrero, se han reunido una centena larga de amigos para rendirle homenaje “en buena compañía” y de la mejor manera que podían haberlo hecho: hablando de literatura y compartiendo la pasión contagiosa de la investigación. El resultado ha sido un libro de casi mil quinientas páginas, coordinado desde el CSIC por Joaquín Álvarez Barrientos, Óscar Cornago, Abraham Madroñal y Carmen Menéndez-Onrubia, por el que desfilan profesores venidos de toda Europa y de las dos Américas con la intención de tratar temas de lo más dispares: desde el mundo de los actores del siglo XVII hasta la revisión cinematográfica que hace Buñuel de la literatura finisecular pasando por temas como la preceptiva literaria del Quijote. Todos los estudios se dan cita y conviven en las páginas de este grueso volumen con dos nexos de unión: la literatura y la deuda con respecto a la labor del homenajeado que los estudiosos que participan en el volumen han querido hacer explícita en sus trabajos.

Siguiendo una estructura cronológica, los artículos se organizan en cuatro bloques. El primero y más copioso de ellos está dedicado a los siglos XVI y XVII y, dentro de él, destacan dos campos: la narrativa novelesca, por un lado, y el teatro áureo, por otro. Predominan, en lo que respecta a la prosa de ficción, las revisiones del Quijote tanto desde un punto de vista meramente técnico (Fernández Nieto, Florit, Mata y Parr) como desde otro más teórico y retórico (Alburquerque) o meramente lingüístico (Cannavagio).

Sin embargo, lo que verdaderamente sobresale en estas páginas como objeto de estudio es el teatro áureo. El espectro recorrido por los artículos abarca desde mucho antes del nacimiento del modelo teatral barroco, cuando aún se estaban dando los primeros pasos hacia esas nuevas formas dramáticas que eclosionarían en el siglo XVII (Pérez Priego, Hermenegildo, Ojeda y Vian Herrero), hasta la irrupción definitiva del modelo de la comedia nueva que viene de la mano de Lope (Farré y Cañas Murillo). La obra del Fénix es analizada por extenso por una decena de investigadores desde perspectivas muy variadas: mientras María Grazia Profeti centra su atención en sus últimos versos, Fausta Antonucci realiza un análisis de la estructura y significado de la variación métrica de El caballero de Olmedo, Joan Oleza dirige sus esfuerzos a sistematizar semiológicamente el modelo de la comedia lopesca para aplicarlo al caso de El amor desatinado, Guillermo Serés rastrea las fuentes ideológicas e históricas que subyacen a El príncipe despeñado y Úrsula Aszyk trasciende la obra del dramaturgo madrileño para buscar influencias suyas en el teatro inglés de estirpe shakesperiana de Philip Massinger.

Lo mismo se puede decir del teatro calderoniano: tan solo de La vida es sueño –por no entrar a considerar otras obras del dramaturgo de cabecera de Felipe IV– se estudian a conciencia su significación política (Suárez y De Armas) y su realización escénica (Ruano de la Haza), muy relacionada con los avatares de la sociedad teatral del XVII que describen también en este volumen desde diferentes puntos de vista y con mucho más detalle Alicia López de José, Piedad Bolaños, Mercedes de los Reyes, Héctor Urzaiz y Evangelina Rodríguez Cuadros. Tampoco quedan sin tratar las obras escritas por Tirso de Molina (Dolfi, Montero Reguera, Palomo y Pedraza), Juan Ruiz de Alarcón (Carrión y Casa) o Francisco de Rojas Zorrilla (González Cañal, Julio y Suárez Miramón) y si algo se echa en falta en el panorama de teatro áureo que se traza aquí es la escasa presencia de estudios que atienden al teatro breve, que habrá de conformarse con el análisis semiótico de Los habladores que hace Enrica Cancelliere.

Con todo, si para el Siglo de Oro se recogen numerosos estudios, tampoco pecan de brevedad los siguientes apartados. El segundo de ellos, dedicado a la literatura de los siglos XVIII y XIX, monta un total de dieciocho artículos que orbitan principalmente en torno a dos temas: el teatro del Siglo de las Luces y la novela decimonónica. Los interesados en la literatura dieciochesca encontrarán nada más asomarse a la sección correspondiente una primera aproximación al pensamiento ilustrado y a la teoría literaria de Ignacio de Luzán (Checa) junto con un erudito panorama de los entresijos que rodean la vida teatral del momento, a propósito de la obra de Cándido María Trigueros (Aguilar Piñal), que bien sirven de guía para comprender mejor el contexto de uno de los fenómenos más interesantes del Setecientos: las refundiciones, práctica que abarca por igual las traducciones libres de los textos de Goldoni hechas por Luciano Francisco Comella (Angulo Egea) y la reescritura de motivos calderonianos que se adivina entre las líneas de La comedia nueva de Leandro Fernández de Moratín (Pérez Magallón), a quien también se deben las peculiares versiones ilustradas del Guzmán de Alfarache y de la Historia de fray Gerundio de Campazas (Álvarez Barrientos).

El otro foco principal de la atención crítica dentro de este apartado no podía ser más que la narrativa realista, en cuyo seno tienen cabida la estética particular de Pedro Antonio de Alarcón, “historiador poético” (p. 863) de la Guerra de Independencia (Fradejas Lebrero), la corriente temática que hilvana las novelas de adulterio desde Fernán Caballero hasta Leopoldo Alas (Urrutia) o las primeras tentativas de biografía moderna nacidas de la pluma de “Clarín” (Rubio Jiménez). A ello hay que añadir además un breve recorrido por el mosaico teatral del siglo XIX, que no es ajeno a las novedades literarias, como lo demuestran las opiniones encontradas originadas tras el estreno de la Teresa de Leopoldo Alas (Romero Tobar) y –desde una perspectiva mucho más popular o costumbrista– las obras de Eugenio de Tapia (García Castañeda) y de los hermanos Álvarez Quintero (Palenque).

El teatro y su puesta en escena, quizá el objeto de estudio al que más se asocia la labor de Luciano García Lorenzo, no queda excluido de las páginas de su homenaje. Si en los apartados anteriores hemos podido encontrar trabajos diseminados que tratan el tema, en la tercera sección del libro (Siglos XX y XXI) predominan de manera mucho más clara. Los artículos de este apartado atienden por igual las primeras representaciones de los judíos sefardíes de finales del siglo XIX (Díaz Mas) y la adaptación de Pepita Jiménez hecha por Rivas Cherif (Torres Nebrera), la cartelera teatral del Franquismo (Oliva) y de la Transición (De Paco) y las representaciones actuales del Amor de don Perlimplín (Peral) o de las obras de Rodrigo García (Cornago). Eso no significa, aun así, que no aparezcan otros artículos dedicados al análisis histórico y textual de la obra de dramaturgos como Ramón del Valle-Inclán (Pérez Rasilla), Eduardo Marquina (Ruiz Ramón), Pedro Salinas (Paulino), Carlos Muñiz (Muñoz Cáliz), Fermín Cabal (Márquez Montes), Fernando de Quiñones (Bernal Salgado) o Domingo Miras (V. Serrano).

Este tercer apartado se completa con algunos estudios más dedicados a la narrativa y la poesía del siglo pasado: desde los poemas de la guerra de Vicente Aleixadre (Díez de Revenga) hasta los cuentos de Alejandro Casona (Fernández Insuela) y la novela de José Montero Alonso (J. Montero Reguera). Con ello se deja paso a la última sección del libro que es, en realidad, un pequeño reducto de varia lección con algo de cajón de sastre sobre otros aspectos más teóricos. De él cabe destacar uno de los acercamientos más emotivos a la figura humana de Luciano García Lorenzo, el maestro y el amigo, dibujado en las palabras de Antonio Prieto. Igual reconocimiento es el que mueve a otros más de doscientos amigos, artistas y compañeros de profesión a figurar en la tábula gratulatoria que cierra el libro, dejando con ello constancia expresa de su agradecimiento al homenajeado.

Echando un vistazo a los “estudios en honor de Luciano García Lorenzo” salidos de las prensas del CSIC se tiene la sensación de que toda la literatura española ha pasado por sus manos y de que les ha dado el testigo de su labor como científico a los mejores estudiosos e investigadores de las generaciones que le han sucedido. Valga, pues, esta rápida nómina de trabajos y autores para despertar el interés de los especialistas por este volumen que nos ofrece un panorama actual de los últimos avances en investigación literaria, en casi todos sus ámbitos y épocas. Un regalo dulce para los filólogos de hoy y de mañana.

 

 

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