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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.8 · PAULINO AYUSO, José, La obra dramática de Buero Vallejo: compromiso y sistema, Fundamentos-RESAD, Madrid, 2009, 168 pp.

Por Juan Pablo Heras González.
 

 

Portada del libro


PAULINO AYUSO, José, La obra dramática de Buero Vallejo: compromiso y sistema, Fundamentos-RESAD, Madrid, 2009, 168 pp.

Juan Pablo Heras González


Desde su propio título, este libro sorprende por el rigor y la precisión absoluta con los que su autor, el profesor de la Universidad Complutense José Paulino Ayuso, nos ofrece cada una de sus palabras. Una mirada superficial –y miope– al propio título podría darnos la impresión de que “compromiso” y “sistema” aluden solamente a la manida discusión acerca del “posibilismo” de Buero, entendido como una forma más o menos discutible de pacto con el franquismo que le permitió escribir y estrenar obras de trascendencia social y hasta política sin sufrir (del todo) los hachazos de la censura. Pero Paulino Ayuso no elige los términos con los que trabaja por su vago potencial evocador, sino por su valor como herramientas capaces de desentrañar el universo de un autor como el que nos ocupa. El objeto de estudio es la obra dramática completa de Buero, incluida Misión al pueblo desierto (1999), a la que presta especial atención. Por eso, y por atender a un corpus ya cerrado, se desprende de la lectura de Paulino una posición diferente: no cabe ya cuestionar que las cosas sean de otra manera, ni suponer un itinerario alternativo, porque ni el autor apocalíptico ni el integrado hubieran escrito como Buero, ni siquiera en una sociedad formalmente libre. Queda, por lo tanto, asumir su legado literario, consecuencia de la experiencia directa de haber vivido la guerra, la cárcel y la dictadura desde una postura de oposición. Su actividad vital se entendería entonces como una forma artística de “compromiso” con una sociedad condenada al imposibilismo –si se me permite la expresión– que daría lugar a un particular “sistema” dramático cuya definición exacta es el objeto de este libro. Este sistema se mantiene inalterable a lo largo de toda su obra, pese a la variación de ciertos recursos técnicos. Por ejemplo, las técnicas de “inmersión” de las que se valió Buero para incorporar algo parecido a un punto de vista subjetivo en algunas de sus obras dramáticas (recuérdese La Fundación) no serían sino la consecuencia formal de una constante temática de su obra: la tensión entre el individuo y la sociedad.

Paulino, por lo tanto, no elude la influencia innegable que las circunstancias extraliterarias ejercieron sobre la obra de Buero, pero supera la polémica del posibilismo al leer los treinta dramas estudiados como “una exploración de los compromisos humanos en todas sus facetas” (p. 159), organizada en torno a tres “núcleos dramáticos”: la “reclusión”, el “juicio” y el “enfrentamiento”.

El análisis de la obra de Buero Vallejo que José Paulino Ayuso plantea en este libro se fundamenta en un continuo ejercicio de desbroce terminológico. Antes de abordar la identificación de cada “núcleo dramático” en las obras de Buero, Paulino trata de delimitar el perfil exacto de sus palabras, atendiendo a los recursos aportados por la Teoría de la Literatura, con especial atención a la Gramática estructural de Greimas, y a lo ya dicho por los múltiples estudiosos de la obra bueriana que le han precedido. El término “núcleo dramático”, esencial a lo largo de todo el libro, procede del propio Buero, que lo utilizó en un momento dado para referirse a aquello que vinculaba la “forma” y la “técnica” con aquello que quería “expresar” (p. 41). Paulino toma prestado el concepto y lo dota de un significado preciso: “articulación de las isotopías del discurso teatral mediante su convergencia en una unidad semántica” (p. 43). Si la obra de Buero es un conjunto de variaciones sobre una serie limitada de núcleos dramáticos, la labor de Paulino consiste en identificarlos y extraer de esta manera el significado y, en última instancia, el valor.

El primer núcleo analizado es el de la reclusión, plasmado por Buero en una variedad de “configuraciones dramáticas” presentes a veces en el interior de una misma obra, y que van desde el evidente espacio único, como en Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad o la ya mencionada La Fundación, al aislamiento psicológico que caracteriza a un solo personaje, como en Jueces en la noche, con independencia de que a su vez esta reclusión interior se reduplique simbólicamente en espacios cargados de connotaciones de falta de libertad.

El segundo núcleo es para Paulino “central” en la obra de Buero, porque es el que articula más claramente el “compromiso social” que la sustenta. Se trata del juicio. Al igual que la reclusión, el juicio como núcleo dramático se presenta a veces de manera evidente, como en Las Meninas, y otras bajo ciertas formas “desplazadas”, en las que unos personajes se ven investidos de una autoridad moral asimilable a la de un juez y otros deben defender sus actuaciones como si de acusados en un juicio se tratara. A veces, esta posición de juez puede atribuirse a los pseudo-narradores que aparecen como intermediarios en obras como La doble historia del Doctor Valmy o El tragaluz, es decir, personajes cuya sustancia dramática es tan exigua que no serían sino avatares del propio público, que es quien asume en realidad la prerrogativa de imponer sentencia. En este sentido, la identificación de este núcleo dramático le sirve a Paulino para señalar un cambio importante en la trayectoria de Buero: si en las primeras obras los personajes parecen dirigirse hacia un futuro incierto, a partir de los años sesenta con frecuencia los jóvenes van a volver atrás la mirada y a juzgar o desvelar “los compromisos turbios de los mayores” (p. 89), como fiscales o incluso jueces de un delito o pecado pendiente de purgar. Nos recuerda Paulino lo que hay en común entre esta forma de configurar los dramas buerianos y la tragedia clásica, o incluso los mitos bíblicos: “el drama de Buero, en cuanto aparato teatral que desvela, juzga y sanciona un falsedad (mentira) o un crimen, se propone como un modo estético de afrontar y superar la culpa y el mal original, dando cauce tanto a la frustración histórica como al sentimiento de fracaso existencial” (p. 91).

El tercer núcleo es el del enfrentamiento. Este, según Paulino, puede darse entre dos personajes individuales o colectivos, o bien entre un individuo y una entidad abstracta, ya sea una institución, un sistema político, etc. Para entender la peculiaridad por la que una estructura tan común en el género dramático se plasma en la obra de Buero, Paulino rastrea en su biografía temprana: Buero contribuyó activamente, aun desde la retaguardia, a favor de la causa republicana en la Guerra Civil. Sin embargo, su padre fue fusilado por republicanos, experiencia que se sumó a otras de las que fue testigo y que de algún modo le vacunaron de cualquier compromiso ingenuo o indiferente a los crímenes cometidos en su nombre. El enfrentamiento bueriano surge por tanto de la problematización de un compromiso que no elude la necesidad de cierto grado de violencia inevitable para superar situaciones injustas, pero que aborrece por principio de la crueldad y la tortura. Por otro lado, la posición de los personajes respecto a este enfrentamiento permite clasificarlos en una interesante tipología: “criminales”, “colaboradores”, “cómplices pasivos”, “víctimas”, “fuerzas positivas” y “conciencias inquietas”.

Una vez expuesta y argumentada la existencia de estos “núcleos dramáticos” en la obra, es decir, una vez afilados bisturíes y escarpelos, Paulino dedica un capítulo a estudiar algunas obras concretas a la luz de lo revelado en páginas anteriores. Las obras objeto de análisis son representativas de las distintas épocas del autor: Historia de una escalera (1949), Madrugada (1953), Las Meninas (1960), El concierto de San Ovidio (1962), El tragaluz (1967), La Fundación (1974) y Misión al pueblo desierto (1999).

Sin duda, la riqueza de la obra de Buero Vallejo es inagotable y dará fruto en muchos otros monográficos. Pero a partir de ahora, ninguno podrá obviar las consideraciones expuestas en este libro, y mucho menos las iluminadoras herramientas que propone para el análisis. Es más, la forja del concepto de “núcleo dramático”, así como muchas de las perspectivas desde las que Paulino acomete el estudio crítico de la obra de Buero, servirán de modelo para entender la obra de muchos otros autores. No es frecuente encontrarse un armazón teórico de tal fortaleza, y mucho menos cuando se trata de estudiar un autor individual. Pero cuando esto ocurre, nos encontramos con aportaciones a la Teoría de la Literatura que la renuevan y la vivifican, por haber surgido del contacto más estrecho con los textos. Para los que quieren conocer mejor la obra de Buero y para todos aquellos que deseen iniciar cualquier estudio de literatura dramática, La obra dramática de Buero Vallejo. Compromiso y sistema se convierte en un libro imprescindible.

 

 

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