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2. VARIA

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2.1 · LAS MEMORIAS TEATRALES DE JOSÉ GORDÓN: “ARTE NUEVO” Y “LA CARÁTULA”


Por Gregorio Torres Nebrera
 

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La revista Índice de las artes y las letras, creada, y dirigida, por el falangista liberal Juan Fernández Figueroa, fue una publicación que, con frecuencia, se la deja de lado, como si hubiese sido una revista más de corte oficialista, o próxima a esa oficialidad, en el contexto del franquismo; pero lo cierto es que, consultada con la perspectiva actual, resulta una agradable caja de sorpresas. En sus muchos años de existencia (más de un veintena, en una primera etapa, y luego un posterior intento de restauración, ya con peor suerte y menos brillantez), Índice resultó ser un excelente termómetro de la cultura española, sobre todo en cuatro frentes: literatura, artes plásticas, teatro y cine. Y como la define uno de sus recientes, y escasos, estudiosos, Jeroen Oskam, fue “una oposición intramuros al franquismo”1. Ya en la primera mitad de la década de los cincuenta Índice de las Artes y de las Letras (variante nominal sobre dos cabeceras anteriores, una de Juan Ramón, y la otra del Centro de Estudios Históricos, que pilotó Pedro Salinas, y enteramente dedicada a la literatura novedosa de los años treinta) fue un exponente de más o menos disimulada apertura cultural (frente al contexto inmediato, todavía demasiado oclusivo), planteando una tímida –pero significativa– y posibilista recuperación de los heterodoxos y de los exiliados (algunos nombres todavía fieramente proscritos en la oficialidad cultural). En el periodo que ahora interesa (1956-1961), Índice abrió sus puertas –en lo que a las bellas letras se refiere– a la literatura extranjera de vanguardia y a la latinoamericana, navegó, en el terreno de la literatura nacional, entre lo viejo y lo novedoso, y atendió, como Acento cultural, a la estética del realismo crítico en novela y teatro, como había mostrado igual interés por el cine neorrealista. Una apertura que no pudo impedir (antes bien, fue un peaje necesario) la suspensión censora en febrero de 1956, y el secuestro de algunos números significativos, como los dedicados a Baroja y a Ortega.

En aquella revista, de la mano de los extremeños Fernández Figueroa y García Luengo, el hombre de teatro que fue José Gordón publicó a lo largo de varios números del año 1958 unas interrumpidas “memorias teatrales” que tituló, a modo de pesimista arreglo de cuentas, Memoria amarga de mí, serie que quedó truca en el último número de 1958, pese a que Gordón, como hacía siempre al final de una entrega, anunciaba el título (y contenido) de la siguiente. Esa nueva séptima entrega parece que nunca llegó a publicarse, por lo que las referidas memorias quedaron interrumpidas después de seis entregas, que son las transcritas, y anotadas, en el presente trabajo. En ellas, en efecto, hay una ácida y pesimista crónica de la creación y avatares del grupo teatral de renovación “Arte Nuevo” y unas breves pinceladas sobre la creación, con José María de Quinto –otro militante del teatro que se empeñó en regenerar la asfixiada escena española de los cuarenta–, del grupo independiente “La Carátula” y algo de lo que fue su puesta en escena más sonada: la premier en España, por una sola representación, de La casa de Bernarda Alba.

Gordón Paso (1923-1983) fue hombre entregado al teatro, desde diversos frentes, hasta su muerte en la Argentina, naturalmente que ocupado en esas tareas teatrales que tanto le apasionaron. Fue en 1967 cuando se trasladó al continente americano, y hasta entonces, y desde la creación de “Arte Nuevo”, nunca dejó de trabajar para el teatro, y en el teatro, pese a los problemas y sinsabores que aquella vocación le acarreó a menudo (como se expone continuamente en las fragmentarias memorias que se transcriben en este artículo).

Después de los primeros años en los teatros experimentales, Gordón entró en el circuito del teatro comercial, ya como traductor-adaptador de textos extranjeros, ya como director de algunos espectáculos. Se puede recordar, a este respecto, los montajes de las siguientes piezas: Cuando el fuego se apaga, de J.J. Bernard, en el 51; El hombre que se vestía de perro, de Albert Bich, en el 59; Nacida ayer, de Garson Kanin y Un sombrero lleno de lluvia, de Michael V. Gazzo, en el 60; para “Dido, pequeño teatro” tradujo y dirigió en 1961 Epitafio para Jorge Dillon, de Osborne y Creighton, y al año siguiente un texto de Lope, La malcasada, que se pudo ver en el Goya, dirigiendo su compañía “Teatro Popular”. Sus últimos montajes en España fueron los de la primeriza pieza de Salom El baúl de los disfraces (1966) y La corista de Kanin (1967). Ya en La Argentina colaboró asiduamente en el diario La Prensa y en 1981 obtuvo el preciadísimo galardón del teatro argentino “Santa Clara de Asís” por su labor, como director, en la puesta en escena de Tiempo de vivir, tiempo de morir, adaptación de una novela de Erich María Remarque, historia que antes se había llevado al cine por Douglas Sirk (1958).

Estas memorias que, seguidamente, se transcriben se publicaron en la mencionada revista Índice, a lo largo de 1958: un total de seis entregas aparecidas en los números que se indican al final de cada una de ellas. Y tratan fundamentalmente de la historia escénica de “Arte Nuevo”, formación de la que Gordón fue su más interesado, constante y fiel promotor y defensor. “Recuerdo que José Gordón y Alfonso Paso me dijeron una vez –escribía al respecto el crítico Sergio Nerva–: ‘Arte Nuevo no es sólo una posición estética, es también una posición ante la vida’. Exacto. Y añado yo: Una posición inteligente ante la vida2”.

No es caso de descubrir ahora a cualquier informado en la historia del teatro español contemporáneo lo que supuso (y, sobre todo, pudo haber supuesto, de haber contado con mayor atención y apoyo) aquel “teatro independiente” en el tramo final de la primera década de posguerra, y la clara conciencia de renovación teatral que traía plegada bajo sus juveniles piezas de un solo acto, su parquedad escénica (teatro pobre por obligación) y su lucha contra viento y marea por sacar adelante las siete sesiones que fueron capaces de llevar a cabo. En un muy preciso artículo al respecto, mi colega y amigo Mariano de Paco facilitó ya hace años la información fundamental sobre Arte Nuevo, y este trabajo no es más que un complemento –espero que pertinente– a lo aportado en 1989 por el profesor de Paco3.

“Arte Nuevo” fue, aparte de sus valores intrínsecos todavía por analizar debidamente –lo que pasaría por una reedición y estudio particularizado de las obras que para aquella aventura se escribieron y se representaron–, el nudo de conexión entre el teatro minoritario de vanguardia de la preguerra y el que, por la vía del Teatro de Cámara de Falange o en el ámbito de la Universidad (los primeros TEUs), se reinició en los primeros años cincuenta. Un panorama que resumía Alfonso Sastre en un artículo del Abc del 18 de mayo de 1952 (p. 13) que, por considerarlo poco difundido, recupero a continuación, para rematar esta entradilla previa a los artículos memorísticos de Gordón, y porque acaba el artículo de Sastre casi como lo hace la serie de los de Gordón: con la llegada a la escena española del grupo “La Carátula”.

 

EL MOVIMIENTO TEATRAL “EXPERIMENTAL” EN ESPAÑA

Verbenean en estos últimos años en Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades las compañías de Teatro de Arte, Teatro de Cámara, Teatro Experimental y Universitario. Un sagaz escritor, don Alfonso Sastre, explica en las siguientes líneas la significación de este fecundo movimiento de renovación dramática:

En 1945 el panorama del teatro español no ofrecía grandes atractivos. Nuestra escena vivía de burdas tragicomedias, melodramas sentimentales y astracán. Se anunciaba ya la ruidosa aparición del “folklore” y la revista musical trataba de digerir su purga y exhibir de nuevo su tradicional y desenfadado cortejo. Se vivía de temas y figuras a punto de momificación. El esfuerzo oficial a favor de la dignidad de la escena española resultaba insuficiente. Los teatros Español y María Guerrero –a pesar de la elogiosa crítica que acompañaba su labor– se veían desatendidos del gran público. Y la juventud, en masa, había desertado del teatro, solicitada por otras tareas y por distintos espectáculos.

En este clima, por el otoño de 1945, se funda el grupo experimental “Arte Nuevo”, que había de ser el principio de la gran corriente “experimentalista” que iba a vivificar, en años sucesivos, la vida teatral española. Inmediatamente “Arte Nuevo” realiza una serie de actos de propaganda en el Conservatorio. A partir de entonces “Arte Nuevo” fue un potente centro de acción teatral. José Gordón, que dirigió este teatro experimental desde su fundación, logró presentar repetidamente a sus autores, españoles y extranjeros –primero con “Arte Nuevo” y, disuelto este grupo, con “La Carátula”– en los teatros Beatriz, Lara, Comedia, Benavente, Palacio del Cine…Y cuando no podía llegar a estos locales –el desamparo económico fue, en todo momento, absoluto– Gordón fue a centros universitarios o preuniversitarios como los Institutos Lope de Vega, Ramiro de Maeztu, Cardenal Cisneros, y a los escenarios de la Organización Sindical y del Parque Móvil. Una larga tarea, con pena y con gloria, por la definitiva dignidad del teatro español. Después son las provincias. “La Carátula” –ya compañía profesional– recorre las provincias españolas, a las que José Gordón lleva la misma inquietud por los problemas contemporáneos del teatro, dando realidad y perspectiva a los dramas significativos de nuestro tiempo.

El clarinazo de 1945 fue ampliamente escuchado. Surgen nuevos grupos. En la Universidad nace un “Aula Teatral” y después los teatros T.U.D.E. y “La Vaca Flaca”. El “Teatro de Cámara” de Madrid, “El Candil”, “El Duende”, el T.E.U. de Madrid, el “Teatro de Ensayo” del Instituto Italiano, y ahora todos los teatros de Facultad y Escuela forman en la corriente “experimentalista” y renovadora. Surgen nuevos nombres y nuevas figuras. Se tratan nuevos temas. Y se anuncia, vacilante aún, un movimiento de retorno al teatro en amplios sectores juveniles.

Pocos son, en esta abundante y peligrosa corriente, los teatros que permanecen años y años. Pero “La Carátula” de José Gordón permanece y nuevamente se anuncia. Ahora nos trae –para el día 20 y en el María Guerrero– un importante acontecimiento. Un nuevo autor español, Pablo Martí Zaro, Premio Calderón de la Barca, va a ser presentado al público en única sesión. El drama se titula La muerte de Ofelia y su estreno tiene el máximo interés experimental. Esperemos que Gordón y su “Carátula” vayan una vez más, por el riesgo, al éxito. ALFONSO SASTRE”4.

Tras la entradilla de lujo que supone el texto de Sastre, he aquí la transcripción anotada de las incipientes memorias teatrales de Gordón:

 

MEMORIA AMARGA DE MÍ

A manera de prólogo

Yo no estoy seguro de que esto sea un prólogo, pero de lo que sí estoy seguro es de que antes de empezar con estas “memorias” hace falta una explicación y, sobre todo, un poco de historia. Vamos primero con la historia. Mi querido amigo y subdirector de ÍNDICE, Eusebio García Luengo5, hace muchos años que me animó a escribir estas memorias. ÍNDICE llegó incluso a anunciarlo. No se publicaron entonces por motivos muy ajenos a mi voluntad. Hay momentos en las vidas de los hombres en que el desánimo se apodera de nosotros de tal manera que resulta imposible poner dos palabras con sentido común. A Eusebio García Luengo debo el volver sobre esta vieja idea. A Fernández Figueroa6, su publicación. A los dos mi agradecimiento.

Todo pasa y todo se olvida, y ello hace quizá necesario estas memorias. Por lo menos íntimamente servirán para el regusto del recuerdo.

Vamos a la justificación. Es posible que muchos se pregunten: ¿a qué viene ahora esto? Yo voy a explicarlo. Hoy, los teatros de ensayo, cámara, experimentales, tienen una vida que importa bastante en el pulso teatral español. Esto costó sangre, sudor y lágrimas. Pertenecí a la auténtica época inicial (después de nuestra Guerra, naturalmente), y sólo Dios, unos cuantos amigos, muy pocos, y yo sabemos cuántos sacrificios nos costó crear un ambiente, por el que otros –dignísimos también en su empeño– lograron entrar un poco –en España estas cosas no logran serlo nunca del todo– más cómodamente. Luego vino el Teatro de Cámara de Luis Escobar y Cayetano Luca de Tena7, y bastante tiempo después “El Duende”, de Juan Guerrero Zamora8. Después, todos los demás.

En nuestro tiempo –un tiempo que está al alcance de la mano–, para levantar el telón teníamos que vender nuestros libros, los muebles (yo vendí un despacho de mi propiedad) y hasta el cinturón por veinticinco pesetas, que nos faltaban para pagar la utilería. El que vendió el cinturón fue Alfonso Paso. Si todo esto no hubiese traído nada al teatro, nada habría que contar. Pero trajo mucho más de lo que parece, y que conviene recordar. Trajo autores discutidos unos, otros aceptados plenamente, pero que ya son presente en nuestra escena: Alfonso Paso, Alfonso Sastre, José María Palacio (derivado hoy al cine9), Medardo Fraile10, escritor de fina sensibilidad poética. Trajo actores y, sobre esto, trajo una inquietud, un quehacer. Se quiera o no, moleste o no moleste, “Arte Nuevo” fue una realidad, como lo fue después “La Carátula” y lo fueron mis salidas a provincias. El hecho de que me una a todos mis compañeros de entonces y amigos de hoy un entrañable afecto me impide juzgarlos. Me limitaré a contar las cosas sin literatura alguna, con sinceridad, con una sinceridad que asustará a muchos. Iré siempre con la verdad por delante, y estoy seguro de que nadie podrá decirme “no fue así”. Aquí termino esto, que yo no sé si es un prólogo. Quiero dedicar este trabajo a Alfonso Paso, verdadero brazo derecho de mi aventura primera. Esta lucha serviría, sin duda, para un estudio sobre la picaresca moderna. Era la nuestra una picaresca limpia, que nos dolía en el fondo de nosotros. Una picaresca que quería volar. Yo creo y tengo la esperanza de que así lo habrán comprendido muchos, que fue así. Si el fin justifica los medios, estamos justificados. Nosotros pertenecemos a la época de los “sin subvenciones”.

Ahora levantamos el telón…y la cosa comenzó así…

 

1

Esto de escribir memorias a los treinta y cuatro años de edad no deja de ser curioso. Nací en 192311, y los periódicos dieron la noticia de mi nacimiento como si yo fuese a ser una persona importante. La noticia se debía a que yo era nieto de Antonio Paso y Carmen Andrés12.

Éramos unos auténticos críos, cuando Alfonso Paso y yo decidimos fundar “Arte Nuevo”. A los dos nos venía de raza esto del teatro. Habíamos nacido en él, pero no nos encontrábamos en la forma de hacer que era habitual en la familia, sin que en esto pueda verse crítica alguna. “Doctores tiene la Iglesia…”.

Francisco Esbrí, estudiante de música, era un muchacho muy amigo mío, y al que yo ayudé en la vida en cuanto pude. A él fue al que conté primero la idea de crear un teatro experimental. Esta idea surgió –todas las ideas son hijas a su vez de otras ideas– al leer unos artículos publicados en Blanco y Negro de la época roja. En ellos se hacía referencia a “El Caracol”, teatro experimental que dirigía Valle-Inclán, “Anfistora” de Pura Ucelay y Federico García Lorca, al “Teatro Escuela de Arte”, con Rivas Cherif13.

No era Francisco Esbrí el hombre indicado para una empresa de este tipo, como lo demuestra que, pese a haber sido el primer Secretario general que tuvo “Arte Nuevo”, duró muy poco en el cargo, que abandonó a petición propia, dedicándose en la vida a cosa tan distinta como la contabilidad, dejando incluso sus estudios de música. Alfonso Paso y yo nos veíamos a diario, y lógicamente, él fue informado del proyecto, que le entusiasmó. Él quedó encargado de decírselo a Sastre, a Fraile, a Costas14 y a Enrique Cerro15. Yo era igualmente amigo de ellos, ya que con Sastre y Costas, junto con Paso, habíamos ido al colegio (Academia Evadla16) durante la Guerra. A Medarlo le conocía desde el año 1934 en que nos conocimos en el Instituto estudiando los dos el Bachillerato. De aquella época, nuestro recuerdo más agradable era el haber tenido de profesor de francés nada menos que a don Antonio Machado17. Había acabado la Guerra, y yo ya no los veía con tanta frecuencia. Paso, sí. Mi vida en ese tiempo había tenido un cambio fundamental. Me había casado teniendo diecinueve años. Para esto de casarnos y tener familia, los Paso somos bastante precoces.

Alfonso habló con ellos. Medardo habló con José María Palacio, que entonces había publicado su novela La vida que no fue de Julio Algarabel18, y esto le unió a nosotros. José María era un muchacho alegre, con una alegría extraña, que producía sensaciones muy diversas. Tenía una alegría rota y una gran personalidad.

Llegó la primera reunión, que tuvo lugar en el café “Arizona”19 –hoy desaparecido–, un café de barrio muy a la medida de nuestros bolsillos. En aquella reunión quedó decidida la fundación de “Arte Nuevo” (Teatro Experimental). Asistimos a la misma Alfonso Paso, Francisco Esbrí, Alfonso Sastre, Medardo Fraile, Carlos José Costas (hoy Delegado de la Sociedad de Autores de España en Estados Unidos), Enrique Cerro y José María Palacio. Se redactaron los Estatutos, que presentamos a la Dirección General de Seguridad. “Arte Nuevo” era ya una realidad legal, y yo, por voluntad de todos, fui nombrado director. Se publicó en la prensa un artículo, que yo escribí, dando cuenta de nuestra formación20.

Ya teníamos Estatutos…, algunos socios…, pero nos faltaban muchas cosas, entre ellas, un domicilio social y, sobre todo, “ver” qué hacíamos. Encauzar la idea. Lo del local social fue fácil resolverlo. Un tío mío (y hermano de Alfonso Paso) tenía un gimnasio y nos dejó dos habitaciones bastante grandes. Allí podíamos ensayar y poner nuestra “oficina”. Después de algunas gestiones que Alfonso y yo hicimos acerca de actores profesionales –el que más nos alentó fue don Manuel González21–, el realizar una representación teatral no se presentaba como nada fácil para nosotros. A los actores profesionales les era muy difícil ayudarnos con su colaboración, por los contratos.

Yo conocía a Pepe Franco, porque en una ocasión estuvo a punto de estrenarme una obra en un programa infantil que él dirigía en el Teatro Español. Pepe Franco siempre fue un entusiasta de estas cosas. Gran actor y extraordinario director de actores22, sus consejos son siempre válidos y útiles. Fui a verle y le conté el proyecto. No queríamos actores aficionados (en el sentido que aquí se da a este concepto). Queríamos que se uniesen a nosotros todos aquellos que venían al teatro para quedarse en él. Pepe Franco nos dio la idea de buscar nuestros futuros intérpretes entre alumnos del Conservatorio de Declamación. Se brindó a colaborar con nosotros, como lo hizo, de una forma eficacísima.

Desde niño conocí a doña Ana Martos23, profesora del Conservatorio. Ella nos ayudó mucho. Nos presentó alumnos suyos y los puso a nuestra disposición. Aquello empezaba a tomar cuerpo. En todas aquellas gestiones, más laboriosas de lo que parecen, habíamos quemado dos meses. Por fin organizamos un ciclo de conferencias con ejemplos escénicos, que daríamos en el salón de actos del Conservatorio. Bajo el tema general de “El teatro como preocupación universal”, las conferencias estuvieron a cargo de Alfredo Marqueríe, de Pierre Olivier, Alfonso Sastre, Alfonso Paso, Medardo Fraile, Marcelo Tobajas, José María Palacios y yo. Cada día una conferencia, y en cada conferencia –repito– dos o tres ejemplos escénicos24.

Los cimientos estaban puestos. Teníamos una Compañía. Gentes dispuestas a ser del teatro, y a los que nosotros íbamos a brindar la oportunidad de salir a un escenario de verdad, frente a un público de verdad, y con una crítica enfrente entusiasta y exigente. Nuestra auténtica lucha iba a comenzar, y a ella íbamos llenos de ilusión, de fe y de esperanzas…, y con algunas deudas que nos habían proporcionado las conferencias, que, por otra parte, habían sido un éxito.

[Núm. 110, febrero de 1958, p. 19].



1 Oskem ha sido, hasta ahora, el estudioso más destacado que ha tenido la revista, sobre todo en sus contactos, enfrentamientos y relaciones con la censura de prensa del franquismo, y en relación con otras revistas literarias del momento. Autor de una importante tesis doctoral, aún inédita, titulada Interferencias entre política y literatura bajo el régimen de Franco: la revista Índice durante los años 1951-1976, leída en la Universidad de Amsterdam en 1992. De ese trabajo inicial han surgido diversos artículos parciales, en los que también hay continuas referencias al lugar y significado de la revista de Fernández Figueroa, como “Falange e izquierdismo en Índice (1956-1962): el fin y los medios” (Diálogos hispánicos de Ámsterdam, 9, 1990, pp. 169-182), “Censura y prensa franquista como tema de investigación” (Revista de Estudios Extremeños 47, 1991, pp. 113-132) y “Las revistas literarias y políticas en la cultura de franquismo” (Letras Peninsulares, 5-3, 1992, pp. 389-405). También puede consultarse el trabajo de síntesis sobre la revista realizado por Camila Molina Cantero “Índice de Artes y Letras: historia, estructura, contenido e ideología de una revista”, Boletín de Anabad, XXXVIII (1988), núm. 4, pp. 421-438.

2 En el estudio preliminar al libro recopilatorio de textos teatrales Quince obras de Arte Nuevo, cuya ficha bibliográfica completa se recoge en alguna nota posterior.

3 “El grupo “Arte Nuevo” y el teatro español de postguerra”, Estudios Románicos V (1987-1989). Homenaje al profesor Luis Rubio II. Universidad de Murcia, 1989, pp. 1065-1078.

4 El artículo transcrito se ilustraba con tres fotografías de dos actrices –Marisa de Leza y Mayrata O’Wisiedo –y de un actor –Luis Lucia– del elenco dirigido por Gordón. Muchos años después –1992– y en el prólogo a un tomito de piezas vanguardistas del mismo Sastre, el autor de En la red volvía a evocar aquella empresa y aquella aventura en unas páginas de las que extraigo estos párrafos perfectamente sintetizadores de lo que cuenta Gordón en el texto que se transcribe: “La vida de este grupo duró desde 1946 a 1948, y acabó bajo la presión de las deudas, después de haber pasado por dos situaciones diferenciadas. En 1946 hicimos cuatro sesiones, tres en el Teatro Beatriz y una en el Teatro Lara, para luego –1947, 1948– pasar a hacer nuestros trabajos en los Institutos de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu, Lope de Vega y Cardenal Cisneros. En 1946 estrenamos doce obras en un acto. Hay una fase intermedia, muy corta, en la que intentamos organizar un ciclo en el Cine María Cristina […] Aquel ciclo del teatro-cine María Cristina no pudo hacerse porque la empresa católica del local descubrió… ¡que en nuestros espectáculos trabajaban hombres y mujeres juntos!” (Teatro de vanguardia. Hondarribia, Hiru, 1992, pp. 10-11).

5 Eusebio García Luengo (1910-2004) fue escritor inquieto y de varias facetas, muy activo durante las dos primeras décadas del franquismo, y muy vinculado a su aparato cultural oficial. Casó con la actriz Amparo Reyes, que fue una de las jóvenes implicadas en la aventura de “Arte Nuevo”. En los años republicanos asistió asiduamente a tertulias literarias de la época, como la de la Granja del Henar, en donde contactó con nombres señeros del 27, como Lorca, Sender o Neruda, como luego sería destacado parroquiano del Café Gijón. Militante republicano durante la Guerra Civil, su firma la encontramos en la revista valenciana Nueva Cultura. Al terminar la contienda conectó con Juan Aparicio, empezó a colaborar en El Español y, por fin, pasó a ejercer un cargo directivo en la revista Índice. Su obra abarca la novela, el teatro (todo él, menos un título, inédito para la escena) y el ensayo (a García Luengo se debe el primer ensayo sobre el teatro de Lorca aparecido en España en la posguerra), además de ser un prolífico articulista. Umbral lo retrata largamente en su excelente crónica novelada La noche que llegué al café Gijón. Fue el primero que ganó el prestigioso premio narrativo que lleva el nombre del famoso café madrileño con su novela La primera actriz (1950).

6 Juan Fernández Figueroa (1911-1996), falangista y alférez provisional durante la Guerra Civil, se inició en el mundo del periodismo dirigiendo el vespertino Pueblo hasta que en 1951 compró y dirigió, hasta el final de la publicación, la revista Índice de las Artes y de las Letras. Raúl Morodo llegó a definirlo como “ácrata, liberal y demócrata”.

7 Uno de los primeros Teatros de Cámara que funcionaron en España, en el ámbito del teatro oficial, fue impulsado y dirigido por el tandem Escobar, Luca de Tena y González Robles. Dicho Teatro de Cámara inició sus representaciones en el mes de marzo de 1947, el 27 de aquel mes, poniendo en escena la pieza de Sartre A puerta cerrada, con un reparto en el que figuraron glorias de la escena como Lola Membrives, Guillermo Marín, Amparo Rivelles y José Mará Mompín. Fue un Teatro de Cámara de carácter privado, costeado por socios para los que se hacían las representaciones en exclusiva y por una sola vez.

8 Teatro de Cámara fundado por el novelista, estudioso del teatro y realizador de televisión Juan Guerrero Zamora. Su primer espectáculo, en el Teatro Gran Vía de Madrid, el 6 de marzo de 1950, estuvo compuesto por dos textos, Ardèle o la margarita, de J. Anouilh, dirigido por José Luis Alonso, y el auto para siluetas de Valle Ligazón, que supervisó Alfonso Paso. El Consejo de Dirección de “El Duende” estuvo formado por Vicente Aleixandre, Fernando Baeza, Buero Vallejo, Fernández Almagro, Suárez Carreño, García Luengo, entre otros. En el elenco de actores y actrices estuvieron presentes Cándida Losada, Rodero, Miguel Narros, Franco, Carmen Vázquez Vigo o María Jesús Valdés. Aquel primer espectáculo fue reseñado por la revista Índice (núm. 28, 1950). De la pieza de Anouilh (“frívolamente cruda, donde se nos presenta una familia un poquito más obsesionada de lo que suelen estarlo muchas gentes, por el amor, en la cual, con asperezas en las situaciones y claridad en la expresión, nos llevan sus personajes a un final dramático, sorprendente y magistralmente teatral”) se elogiaba la versión al español del original (reprochando, al tiempo, que se hubiesen evitado algunos vocablos mal sonantes que están en el original) y la dirección de Alonso, así como también el excelente decorado realizado por José Luis López Vázquez, que no lució del todo por un “defectuoso juego de luces”.

9 José María Palacio Acebes (1923-1993) se formó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), participó mucho en el cine franquista desde 1955 como guionista, sobre todo con Pedro Lazaga. Como director solo realizó un film, en 1982, Si las mujeres mandaran (o mandasen).

10 Solo para no avisados redacto esta nota referida al ensayista y narrador Medardo Fraile, uno de los mejores autores de cuentos de la literatura española contemporánea. Alrededor de un centenar de relatos avalan su trayectoria, compartiendo primacía en el género con el quehacer de Ignacio Aldecoa o Francisco García Pavón. Ha sido profesor de español en la Universidad de Strathclyde, en Glasgow. En2004 se han editado sus Cuentos Completos en la editorial Páginas de Espuma. Pero Medardo Fraile empezó escribiendo teatro breve, y en el marco, precisamente, de “Arte Nuevo”. A él se debe una valiosa antología de Teatro español en un acto (1940-1952) (Madrid, Cátedra, 1989) en la que incluye su pieza El hermano.

11 Se deduce, por tanto, que estos apuntes memorísticos se escribieron en 1957, aunque aparecieron en Índice a lo largo del año siguiente.

12 Antonio Paso y Cano (1870-1958), padre del famoso comediógrafo Alfonso Paso Gil, fue uno de los más destacados saineteros del teatro español anterior a la II República. Su primer estreno –La Candelada– tuvo lugar en 1894. Fue también presidente de la Sociedad General de Autores y alcanzó notable popularidad como autor de libretos para conocidas zarzuelas como La alegría de la huerta o El bateo. Colaboró, en multitud de sainetes, con Abati o García Álvarez. La vedette Carmen Andrés se hizo famosa interpretando La corte del Faraón.

13 Del grupo “Anfistora” trató el mismo Gordón en su interesante estudio-antología Teatro experimental español. Madrid, Escelicer, 1965, pp. 21-23. Al teatro íntimo “El Caracol” le dedicó dos documentados artículos Díez Canedo en El Sol, en diciembre del 28 y mayo del 29. Su nombre tan llamativo corresponde al acróstico del siguiente rótulo: “Compañía Anónima Renovadora del Arte Cómico Organizado Libremente”, institución fundada por los ocho miembros de la Sociedad Filodramática, y desarrolló sus actividades en la madrileña sala Rex de la calle Mayor. Su director fue Rivas Cherif, y no Valle, como afirma Gordón (¿lo confunde con “El cántaro roto” en el que sí estuvo muy implicado don Ramón?: así lo afirma en el librito Teatro experimental español). Lo clausuró la dictadura primorriverista en aquel mismo 1929, y en este teatro se estrenó la pieza de Rivas sobre el lesbianismo Un sueño de la razón. En el primer programa se representó Lo invisible de Azorín y Un duelo de Chejov. En cuanto al “Teatro Escuela de Arte” (TEA), fue el teatro experimental creado y dirigido por Rivas Cherif en 1934, en el contexto republicano en el que se proyectó la creación de un Teatro Nacional, por lo que Rivas propuso la formación de una “teatro escuela”. El nombramiento del afamado director como Delegado gubernamental en el teatro María Guerrero fue el momento oportuno para el nacimiento del TEA. (Una detallada exposición del contexto en el que se formó el TEA puede verse en el imprescindible y documentado libro de Aguilera Sastre y Aznar Soler Cipriano de Rivas Cherif y el teatro español de su época (1891-1967. Madrid, ADE, 1999, pp. 300 y ss.). En el mencionado libro de Gordón se reproducen algunas escenas de una buena parte de piezas que se estrenaron en el marco de “Arte Nuevo” como Un tic-tac de reloj, Cargamento de sueños, Tres variaciones sobre una escena de amor, Tres mujeres, tres y El hermano.

14 Carlos José Costas fue durante mucho tiempo crítico y comentarista musical de Radio Nacional de España. Falleció en 2011.

15 Fue actor de notable experiencia en teatro y televisión. Nació en Cuenca, en 1932 y formó parte del reparto que estrenó Tres sombreros de copa por el Teatro Popular Universitario que dirigía Pérez Puig.

16 Esta academia madrileña ya se anunciaba en el diario Abc en el año 35 y lo siguió haciendo en los primeros años de la posguerra. Ofrecía preparación para diversas oposiciones, como por ejemplo las de Auxiliares de Archivos, el Cuerpo de Investigación y Vigilancia de la Policía Nacional o el de Agentes Judiciales. Estuvo ubicada en el número 13 de la calle Alburquerque, y luego pasó al número 4, entresuelo, de la calle Sagasta. Y su extraño nombre no era sino el segundo apellido de su propietario y director, Miguel Fernández Aldave, leído de derecha a izquierda. Todavía se anunciaba en 1944.

17 Por tanto, el Instituto debió ser el Cervantes, ubicado en la calle Embajadores, muy próximo a la glorieta del mismo nombre, de cuyo claustro fue profesor Machado desde 1935 hasta su muerte, habiéndose trasladado a dicho instituto desde el Calderón de la Barca, también en la capital de España.

18 Madrid, Afrodisio Aguado, 1945.

19 Esta cafetería estaba ubicada en el número 19 de la calle Alberto Aguilera.

20 En el ya mencionado libro Teatro experimental español Gordón dedica dos epígrafes a la formación y desarrollo de “Arte Nuevo” (pp. 31-37). Allí Gordón, desde una perspectiva histórica de casi veinte años, podía afirmar que “fuimos la auténtica vanguardia de algo que vendría después. Un gran movimiento experimentalista”. En ese libro se aluden, de pasada, algunas de las anécdotas que aquí se relatan por extenso.

21 Actor de teatro que hizo algunas incursiones en el cine de los cuarenta; por ejemplo en la película Alma de Dios de Ignacio F. Iquino. Fernán Gómez lo admiró mucho y lo consideró uno de sus maestros. Durante la Guerra Civil fue uno de los componentes del Consejo Central del Teatro y luego fue uno de los integrantes de la compañía “Los cuatro ases” con Carmen Carbonell, Antonio Vico y Concha Catalá. Dirigió la compañía del teatro de la Comedia que estrenó Eloísa está debajo de un almendro.

22 José Franco (1908-1980) fue discípulo directo de la Xirgu, participó en el TEA de Rivas Cherif e intervino mucho en el teatro y el cine español de los cuarenta y cincuenta. Para la gran pantalla colaboró en las películas La torre de los siete jorobados, El clavo, La vida en un hilo, El crimen de la calle de Bordadores o Esa pareja feliz e hizo un pequeño papelito en la emblemática película Bien venido Mr. Marsallh. Su oronda y simpática figura se popularizó en los diversos espacios dramáticos de Televisión Española en los años sesenta y setenta.

23 Ana Martos de la Escosura, biznieta de Espronceda, fue profesora de Declamación en el Real Conservatorio de Música y Declamación desde 1934.

24 El diario Abc del 15 de noviembre de 1945, en la página 26, incluía un suelto anunciando el comienzo del mencionado ciclo para el día siguiente. Copio la totalidad de la noticia: “Ciclo de conferencias organizado por «Arte Nuevo». Sobre el tema general «El teatro como preocupación universal» Arte Nuevo ha organizado un ciclo de conferencias que se celebrará los días 16, 19, 23, 26 y 30 de noviembre y 3 de diciembre en el Real Conservatorio de Música y Declamación, a las siete y media de la tarde, con el siguiente sumario y autores: «El teatro y el cine frente a frente» por Marcelino Tobajas (con proyección de la película Fausto, versión muda); «El teatro francés contemporáneo» por Pierre Oliver, leída por José María de Palacio; «El cinismo y su influencia en el teatro: Oscar Wilde» por Alfonso Paso; «El teatro, pre-gusto de eternidad» por Alfonso Sastre; «El arte ya no baila el vals (consideraciones acerca del actual teatro español) » por José Gordón y «La crítica constructora teatral» por Alfredo Marqueríe”.

 

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