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2.1 · LAS MEMORIAS TEATRALES DE JOSÉ GORDÓN: “ARTE NUEVO” Y “LA CARÁTULA”


Por Gregorio Torres Nebrera
 

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LA CASA DE BERNARDA ALBA

Nadie sabe con qué dolor se están escribiendo estas memorias. Un dolor extraño que oprime la garganta y hace que muchas veces a uno –que ha llorado muy poco– se le salten las lágrimas. Dolor al comprobar en el recuerdo que era cierta la envidia, disfrazada tantas veces en legalidad burlona, que nos hacía imposible la lucha. El comprobar cómo la gente estaba deseando que ocurriese “algo” para decir triunfante: “ya os lo decía yo”, y añadir de su cosecha lo que podía aumentar un descrédito. De todo ello hablaremos a su debido tiempo, en el capítulo que llevará por título “Declaración de un vencido”100. Hoy solo quiero decir, para que nadie me acuse a priori de cínico, que entre mis grandes defectos, está el de no haber pedido jamás un céntimo para irme de juerga, porque esto la gente me lo hubiese perdonado; lo que no me perdonan es que yo me entrampase para hacer teatro –teatro sin recompensa posible– y que pidiese dinero para comer. Pero hay cosas que la gente no dice, y es que también lo di, muchas veces, las más. Durante meses y meses, estuve cediendo a un matrimonio amigo, hoy célebres en su profesión cinematográfica, dinero todos los días. La situación –lo cual no es ninguna deshonra– era muy mala para ellos. Yo hice no solo lo que podía, sino mucho más de lo que podía, y tengo por testigos a muchísima gente que no me dejará mentir. Pues bien, cuando este amigo logró salir adelante, en el primer negocio que realizó de teatro ya no contó conmigo. Cuando alcanzó su justa fama, y con ella su seguridad económica, no se acordó de mí en ningún momento, y los estaba pasando muy malos. En cierta ocasión, ¡asómbrense!, le pedí doscientas pesetas y me las dio. Luego hizo comentarios desagradables para mí. Le escribí una carta dolido y diciéndole que cuando quisiera “echaríamos cuentas” para ver quién debía dinero a quién. No me contestó. Me ve hoy por la calle y no me saluda. ¡Qué se le va a hacer! De estos casos tengo bastantes. No sé por qué extraña razón lo mismo que otros hacían, tenía en mí una importancia superior.

Después de varios estrenos, con las luchas de siempre, nos decidimos a montar La casa de Bernarda Alba. Don José Pérez Calín101 nos había presentado a don José Pérez Serrabona, abogado de la familia de Federico García Lorca en España. Mucho trabajo nos costó conseguir el permiso del señor Pérez Serrabona, pero por fin lo logramos102. El permiso de censura teatral nos fue dado por don Agustín de Lucas, delegado provincial de la Vicesecretaría de Educación Popular. El reparto lo formaron Amparo Reyes en Bernarda Alba; Berta Riaza en Martirio; María Luisa Romero en Adela; Maruja Recio, Lola Gaos, Consuelo Marugán, junto con doña Antonia Herrero103, completaron el reparto104.

Los ensayos los hicimos en el Centro Segoviano105. Doña Antonia Herrero colaboró con nosotros estrenando el mismo papel que siempre representó con Margarita Xirgu. Tratar de dirigir a doña Antonia era soñar un cuento de hadas. Doña Antonia hizo lo que quiso y tenemos la suerte de que la prensa solo se metió con la interpretación de la señora Herrero. Amparo Reyes junto a Berta Riaza –impresionante Martirio– y María Luisa Romero –hoy señora de Quinto– compusieron el trío interpretativo de cuyo acierto da fe la prensa. El decorado fue de Enrique Ribas106.

Por toda propaganda se hicieron unas tarjetas enviadas a domicilio. El rumor corrió por Madrid y en la Librería Clan –la de Tomás Seral107–, en la calle de Espoz y Mina, hubo cola para hacerse con las entradas108. En Índice se anunció la sesión. Las dificultades iban a surgir por todos los sitios. Se nos acusó de todo. Durante el ensayo general tuve que salir no sé cuantas veces a resolver problemas. Voy a contar el más gracioso. A eso de la una y media llamaron al teatro desde la Secretaría del Ministro de Educación Nacional, señor Ibáñez Martín –todavía no existía el Ministerio de Información– para decirnos que habían recibido el programa, pero no así las entradas. Nosotros no habíamos mandado el programa, y “alguna mano amiga” lo hizo para que se enterasen y ver qué ocurría109. Afortunadamente al señor Ibáñez Martín le pareció muy bien. Los corresponsales extranjeros nos pidieron permiso para hacer fotografías de la obra, que nosotros dimos. Ya vencida la tarde, Agustín de Lucas me comunicó que una asociación de padres de familia110 había protestado de que se dejase representar esta obra. Comentando esto con Jardiel, Enrique me dijo

–No comprendo cómo con ese criterio han llegado a ser padres de familia.

A las once en punto dimos –José María de Quinto y yo– la orden de levantar el telón. El aspecto de la sala fue impresionante. No había una sola localidad libre.

Yo creo que la obra podía haber salido mejor. En un deseo lógico de superación, hoy pienso que montaría Bernarda mucho mejor. No obstante, la obra alcanzó un tono que ya quisiéramos ver normalmente en nuestros escenarios. En un descanso entró a saludarnos don Gabriel García Espina, Director General de Teatro. Al terminar la representación, dejamos el escenario vacío como homenaje a la memoria del poeta muerto. La ovación fue unánime.

Una extraña e incomprensible actitud hizo silenciar el estreno a los críticos, al día siguiente111. Después de una entrevista nuestra con un alto funcionario, se autorizaron, un poco fuera de lugar ya112. Varios periódicos extranjeros hiciéronse eco de esta falta de crítica, culpándola a motivos políticos. Alguno, como Time, con caracteres sensacionalistas113. Jamás comprendí aquella actitud y menos un artículo publicado en Arriba, donde seguramente alguien poco experto en asuntos teatrales escribió contra nosotros, llamándonos despectivamente “grupo de aficionados”114. En nuestro conjunto solo había una actriz que no fuese profesional, como puede observarse. Alfonso Sastre contestó desde La Hora, cumplidamente, al anónimo y poco enterado articulista.

Aquí iba a empezar una guerra sorda, de trágicas consecuencias para mí. El teatro de ensayo “La Carátula” en su año y medio de labor tenía un historial jalonado de éxitos. Había presentado a Salacrou, Moloudji, Tennesse Williams, O’Neil, Conrado Nale Roxdo, Strindberg, Pellerin, Bernard Shaw y García Lorca. Ahora íbamos a dar un paso importante115.

[Núm. 120, diciembre de 1958, p. 26].



100 El que Gordón tuviese previsto, incluso, el título de un capítulo bastante posterior en estas entregas hace más extraña aún la interrupción de las mismas, sin más explicaciones por parte de la cabecera que las estaba publicando.

101 Afamado dibujante murciano que llegó a ser Director de la Escuela Nacional de Artes Gráficas de Madrid y director de la revista Grímpola.

102 Los responsables del grupo cultivaron cierta amistad con el referido abogado, quien tras reconocer que no podía permitir dicha representación, porque así lo había decidido la familia del poeta asesinado, añadió la solución para que La casa de Bernarda Alba subiera a la escena: “dado que se trataba de una sola representación –anota de Quinto, art. cit. en nota 86–, podía bien ocurrir que él no llegara a enterarse con tiempo bastante para prohibirla”.

103 Que había encarnado el personaje de María Josefa en el estreno bonaerense del 45, con Margarita Xirgu.

104 De Quinto publicó una amplia crónica de este histórico y pionero montaje de la Bernarda lorquiana (“azaroso y accidentado estreno”, según sus palabras) en el artículo “Sobre el verdadero estreno en España de La casa de Bernarda Alba”, Ínsula 476-477, julio-agosto 1986. A él remito y de él tomaré algunos datos que, en nota, completen el relato de Gordón.

105 Centro cultural regional muy acreditado en Madrid, con casi un siglo de historia, pues fue creado en 1920.

106 Esta representación del 20 de marzo del 50 estuvo sólo un día en cartelera. El reparto completo fue: Amparo Reyes (Bernarda), Lola Gaos (Angustias ), Berta Riaza (Martirio), Maruja Recio (Magdalena), Carmen Ferreira (Amelia), María Luisa Romero (Adela), Consuelo Muñoz (La Poncia), Antonia Herrero (María Josefa), Marta María Gosálvez (La criada), Mari Carmen Gos (Prudencia), Paquita Gallardo (La Mendiga) y Lolita Moreno (La Muchacha).

107 Tomás Seral y Casas (1908-1975) fue un destacado vanguardista aragonés, autor de alguna novela de aquella estética nueva, como Héctor y yo (1928), o de poemarios claramente surrealistas como Del amor violento (1933) o Cadera del insomnio (1935). Sus Chilindrinas (1935)fueron una particular adaptación de las greguerías de Gómez de la Serna. Fundó y dirigió las revistas poéticas Cierzo y Noreste y a su iniciativa se debieron librerías y galerías de arte que fueron focos de atención en el panorama cultural del momento; entre ellas la citada librería “Clan”, que fue también ocasional editorial, en donde, por ejemplo, se publicó el libro del poeta zaragozano Miguel Labordeta Violento idílico (1949). Fue el creador y director de la revista Índice, junto con F. Velilla, de donde tomo estas entregas de Gordón, antes de que dicha cabecera fuera comprada por Fernández Figueroa.

108 También se editó, en la misma imprenta, un programa ilustrado con una viñeta de Paredes Jardiel y algunos párrafos lorquianos sacados de su famosa conferencia “Charlas de teatro”, con todos los datos técnicos de la representación, empezando por una detallada relación del reparto de actrices que intervinieron en el montaje, referido en la nota anterior. Dicho programa de mano se puede consultar en la Biblioteca de Teatro Contemporáneo de la Fundación March.

109 De Quinto ha contado este incidente de forma más precisa en el artículo referido en la nota 103: “El comienzo de la representación, señalado para las 10,45 de la noche, hubo de retrasarse porque Gabriel García Espina, director general de teatro, había anunciado su asistencia y se nos exigió por parte de dos funcionarios que esperásemos su llegada. En realidad nosotros no habíamos invitado a García Espina. A lo que se ve, alguien con intenciones aviesas y torticeras, le había hecho llegar subrepticiamente el programa, y, de su secretaría particular, se nos hizo notar que no se habían incluido las entradas correspondientes. Durante la espera, al ver que no acababa de alzarse el telón, acudían a vernos al escenario algunos amigos, que nos comunicaban su pesimismo ante la posibilidad de que la función pudiera prohibirse en el último momento. Había habido un sin número de denuncias provinentes de distintos organismos y asociaciones. Al fin, con los nervios deshechos, di la orden de «arriba el telón», rompiendo así con la angustiosa espera a que se nos estaba forzando […] Gabriel García Espina llegó con la representación empezada, pero, aprovechando los entreactos, fue comunicando a los críticos que era obligado silenciar el estreno”.

110 Seguramente la Confederación Nacional Católica de Padres de Familia, cuya creación venía de diciembre de 1931.

111 Por presión, sobre todo, de la censura eclesiástica, que todavía mantenía la fuerza que pronto empezaría a perder. Sobre esta circunstancia del estreno se extiende el reciente trabajo de María Paz Cornejo Ibares “El polémico montaje de La casa de Bernarda Alba en 1950” en Monográficos de Artabria. La literatura, la iglesia y el reino de este mundo. A Coruña, Universidade da Coruña 2007, pp. 209-218. [Edición a cargo de Fidel López Criado, Pro Gallaecia Fovenda, Grupo de Investigación de la Universidad de A Coruña].

112 Los periódicos que, varios días después de la fecha de representación, sacaron alguna reseña, se limitaron casi a una ficha técnica de la misma y poco más. Valga de botón de muestra la firmada por Marqueríe en el Abc del 22 de marzo del 50, ilustrada con sendas caricaturas de Gordón y de Quinto [fig. 8].

113 Mediante su corresponsal en España Piero T. Saporiti. Concreta este asunto de Quinto (art. cit): “Al ensayo general «con todo», que había tenido lugar la tarde del día 20, asistía el corresponsal en España de la revista Time Piero T. Saporiti [quien] apostaba porque el estreno no llegaría a realizarse. Se equivocó. Pero estaba tan interesado por el tema, que, al día siguiente, no me sorprendió que llamara a casa para conocer las razones del silencio crítico que se había producido”. Razones que se debían, según García Espina, a órdenes tajantes del Ministerio, presionado a la vez por la Iglesia: prohibición no política, sino de imperativos morales, desde la perspectiva restrictiva de un Nacional Catolicismo bastante integrista, intransigente y retrógrado. El artículo del Time del 3 de abril del 50 se titulaba “El Teatro La Carátula. Se cierra una ventana”.

114 En el número del 19 de abril de 1950. Editorial cuya autoría José María de Quinto se la atribuye a Torrente Ballester, según refiere en su trabajo “Memoria personal sobre el teatro” (en Luciano García Lorenzo (ed.) Aproximación al Teatro Español Universitario, Madrid, CSIC, 1999, pp. 63-110). A los argumentos esgrimidos en el periódico de Falange le contestó Alfonso Sastre en otro artículo inserto en la revista La Hora, como recuerda al final del párrafo el mismo Gordón.

115 Al finalizar ese artículo, último de la serie publicada, Gordón anunciaba una siguiente entrega con el título “Mi opinión sobre la Bernarda Alba. Somos profesionales”, de la que no tengo indicio alguno de que llegara a publicarse. Parece que las entregas de “Memoria amarga de mí” quedaron definitivamente interrumpidas. La consulta, número a número, de los dos años siguientes de la publicación y la búsqueda en el archivo de la revista que se custodia en el Ayuntamiento de Malpartida, de Cáceres, así lo hacen concluir (al menos provisionalmente).

 

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