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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.15 · FOX, Manuela, Teatro y compromiso civil: Jerónimo López Mozo y Anarchia 36, Roma, Giulio Perrone, 2011, 240 pp. (Con el texto teatral, en una nueva edición revisada y anotada)


Por Alison Guzmán
 

 

Portada del libro


FOX, Manuela, Teatro y compromiso civil: Jerónimo López Mozo y Anarchia 36, Roma, Giulio Perrone, 2011, 240 pp. (Con el texto teatral, en una nueva edición revisada y anotada)

Alison Guzmán
Providence College


Entre los dramaturgos más reconocidos, innovadores y asiduos del teatro español contemporáneo, Jerónimo López Mozo es también uno de los más versátiles, pues ha escrito desde happenings y teatro del absurdo, hasta drama político y/o teatro documental, entreverando, con frecuencia, diferentes estéticas dentro de la misma pieza. Pero lo que más caracteriza al teatro lopezmoziano es, a buen seguro, su compromiso social. Por ello, no sorprende que sea el dramaturgo vivo que más ha escrito sobre el tema de la guerra civil española.

A diferencia de la mayoría de la dramaturgia sobre la guerra civil, la segunda obra de López Mozo cuyo tema es la lucha de 1936, Anarchia 36 (1970) –la primera fue Guernica (1969)–, tiene lugar, a menudo, en plena batalla o escaramuza. De hecho, es la primera pieza española que osa abordar el tema de la lucha encarnizada, protagonizada por los comunistas y los anarquistas, en la retaguardia del bando republicano. El propósito “de urgencia” de esta épica documental fue el de impulsar la unión de las izquierdas durante la inminente transición política. Al sacar a colación aquellas reyertas sanguinolentas, encarcelamientos y retenciones armamentísticas en el seno del bando republicano, abocado a la derrota, López Mozo pretendía advertir al público de los peligros que el fraccionamiento de las gentes de izquierdas pudiera provocar.

 Así y todo, Anarchia 36 nunca fue puesta en escena, seguramente en función de lo polémico del tema, la extensión de la obra, así como su amplio reparto –consta de más de 40 personajes– e inusitado diseño escenográfico: a través de la luminotecnia, se alternan y se solapan distintas escenas dentro de un espacio central, rodeado por una tarima en forma de herradura sobre la cual se sitúa una especie de tribuna. Anarchia 36, está visto,rompe moldes con respecto a la estética también. Ante todo, se inmiscuyen los géneros teatrales y narrativos en esta obra, pues a veces se cuenta la acción –mediante carteles, canciones, acotaciones y diálogos que se aproximan, a menudo, a soliloquios– en vez de mostrarla. Esto favorece, claro está, al lector sobre el espectador. Por otra parte, intervienen en la pieza tanto personajes históricos como ficticios. Se entretejen elementos del teatro épico brechtiano que provocan el distanciamiento –tales como las canciones, coros y narradores–, y el teatro documental de Weiss, con desfiles carnavalescos o esperpénticos, en la línea de Valle-Inclán, el tono frenético y desbocado de José Martín Recuerda, y acciones dramáticas procedentes del teatro de la crueldad, o del grotesco, de Antonin Artaud. Al igual que en otras obras suyas, Anarchia 36 termina con una imagen agüera: en esta ocasión, la proyección inquietante de las siluetas de soldados falangistas desfilando, y la de la Cruz de la Valle de los Caídos, surgen a la vez que, entre proyecciones de sombras de rejas, varios anarquistas caen fulminados por una descarga de fusilería proveniente del público.

Publicada en la revista Pipirijaina en 1978, con erratas y en un formato medio difícil de seguir, esta nueva edición de una reconocida investigadora del teatro contemporáneo, Manuela Fox, ofrece una revisión minuciosa del texto, así como notas esenciales al pie de página que facilitan sobremanera su lectura. En efecto, estas detallan oportunamente las numerosas organizaciones, eventos, prendas, emblemas, canciones, referencias intertextuales, símbolos, y figuras históricas mencionadas a lo largo del texto. Fox aporta, además, una bibliografía nutrida sobre el teatro de López Mozo y la memoria de la Guerra Civil. Su introducción completísima pasa revista a la extensa labor teatral del dramaturgo, siempre desde la perspectiva del lazo necesario entre el texto teatral y su representación, y teniendo en cuenta las influencias estéticas de las que se nutre el autor, tales como Brecht, Weiss, Artaud, Kantor o Valle-Inclán, entre otros. Al analizar la recepción y la crítica de la obra lopezmoziana, Fox destaca la mayor atención que esta ha recibido a partir de comienzos del siglo XXI, los premios ganados por este dramaturgo de Gerona, y su acrecentado interés en el género breve. Merced a la estrecha colaboración entre López Mozo y Fox, la introducción de esta académica, afincada en Trento, recoge, asimismo, algunos datos informativos de las memorias y de textos inéditos del escritor catalán.

Manuela Fox brinda al estudioso del teatro español contemporáneo un valioso compendio de las tendencias, tanto temáticas como artísticas, del autor dramático, y hace hincapié en dos vertientes de la dramaturgia lopezmoziana: su proclividad a lo meteateatral e intertextual, y su compromiso ético e ideológico, incluido el papel social del artista. Fox delinea el teatro de compromiso como un vehículo de ideas que incita al público a la acción y analiza, a continuación, quince piezas escritas entre 1965 y 1975 que se adscriben a dicha tendencia. Entre sus determinaciones, resalta el modo armonioso por el que López Mozo equilibra la forma y el propósito social sobre la realidad española y/o global en su dramaturgia. Pone de relieve, igualmente, el rol fundamental de la mujer, cuya conciencia suele incidir en la del grupo, la propensión lopezmoziana a romper la cuarta pared, y su afán de escribir teatro colectivo. También estudia los puntos de contacto entre estas quince obras –a saber, el uso de la figura dictatorial y de los recursos experimentales de mediados de siglo XX con un propósito distanciador–, sin pasar por alto las circunstancias que motivaron la escritura, el estreno y la recepción de sendas piezas. Desglosa, por añadidura, los efectos y repercusiones solapadas de la censura oficial –limita los gustos del público, por ejemplo–, la autocensura y la censura “encubierta” o económica en la obra de López Mozo. Concluye que el dramaturgo catalán ha sido exitoso, a pesar del impedimento acerbo de la censura que, al fin y al cabo, cercenó el objetivo central de sus textos teatrales: el montaje.

Con el objetivo de entender mejor el trasfondo histórico de Anarchia 36,Manuela Fox resume las líneas historiográficas sobre los enfrentamientos entre anarquistas y comunistas durante la Guerra Civil, destaca el vínculo estrecho entre la acción dramática y los sucesos históricos y hace hincapié en el tratamiento que realiza López Mozo de los anarquistas, si bien los comunistas mantienen sus rasgos humanos, cosa que no ocurre con los franquistas, quienes se convierten, más bien, en caricaturas. Fox acentúa, a la postre, el papel de la literatura como alentadora de la constante revisión histórica, necesaria para las memorias sociales sanas, pues contrapone sus variadas interpretaciones del pasado con las versiones tergiversadas por parte del poder, contribuyendo así a subsanar las heridas originales.

En cuanto a su estética, Fox califica Anarchia 36 de teatro político, pero también documental, un género abocado a tender trampas, puesto que, al prescindir del elemento ficticio, hace gala de su imparcialidad, cuando en realidad la mera elección de los documentos viene a ser una toma de postura. Por ello, resulta llamativo que los comunistas suprimieran furtivamente el estreno previsto de Anarchia 36 en 1979. Esto sugiere que, en realidad, la censura no se había eliminado, sino cambiado de bando. Mediante un análisis pormenorizado de Anarchia 36, Manuela Fox realza el estilo collage de la faceta documental y la división escénica en múltiples momentos, mediados por el narrador. Si bien es verdad que Fox duda sobre la efectividad de una puesta en escena, a raíz del desafío exagerado de los límites del teatro que propone, también es cierto que apunta al valor histórico de la pieza que reivindica el papel infravalorado de los anarquistas en el conflicto de 1936. Tras una breve nota que señala las modificaciones formales por parte de Fox, así como algunas menores realizadas por el dramaturgo, López Mozo advierte que el enfrentamiento entre los partidos de izquierdas sigue vigente hoy por hoy, reincidiendo así en la actualidad de Anarchia 36. Por último, se reproduce la nota del dramaturgo a la primera edición de la obra en Pipirijaina, en la que dilucida las fuentes históricas y testimoniales de este texto documental.

Todos los componentes de esta edición son, en definitiva, cuidadosamente organizados y bastante ilustrativos. Sin duda, la obra lo merece. Y es que Anarchia 36 sigue siendo, hoy por hoy, la única pieza española que trata con profundidad la escisión ideológica en el bando vencedor, un tema, por demás, aún arrinconado en la memoria social.

 

 

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