UNA ANTIDIVA DE LA ESCENOGRAFÍA CON LAS IDEAS CLARAS

Licenciada en Escenografía por la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid en 2002, y becada para realizar un Máster Europeo de Escenografía entre las escuelas de Londres y la Escuela de Arte de Utrecht, Holanda, “Central Saint Martins College of Art and Design. The London Institute” (1996/97), la carrera de Elisa Sanz está adornada, además de por los cinco premios Max antes mencionados, por numerosos galardones y reconocimientos profesionales: varios premios Fetén, el premio Adriá Gual concedido por la Asociación de Directores de Escena de España y el Premio Ciudad de Burgos 2012, en su categoría de Creatividad; así como otras muchas nominaciones.

Ha sido directora técnica del prestigioso Teatro de Abadía, de la compañía Animalario y ha trabajado para el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Suyas son escenografías de montajes tan importantes como Emilia (2013) [Fig. 1], Luces de bohemia (2002) [Fig. 2], Ubu rey (2002) [Fig. 3], Closer (2006), Don Quijote en la niebla (2005), entre otros. En danza trabaja con 10&10 Danza (Cartas al director, Tris Tras, Identities, entre otras), y en coreografías de Mónica Runde como Ginko-Warum en el Ballet de Magdeburgo, con Aracaladanza en todos sus espectáculos de los últimos 12 años (Pequeños paraísos, Nubes y Constelaciones, entre otros), con Teresa Nieto (Isla, De cabeza, Ni pa lante ni pa tras) y con Rafaela Carrasco (Receta de pensamientos, Vamos al tiroteo, Del amor…, Con la música en otra parte), entre otros.

Los galardones no aletargan a la creadora, que, aunque se sigue reconociendo con la misma incertidumbre con la que empezó en el mundillo del teatro hace más de veinte años, también se confiesa optimista e ilusionada con nuevos proyectos. Gracias a su energía y carácter emprendedor, incluso en una época como la actual, y con una crisis tan profunda en el sector, en ningún momento ha dejado de trabajar y de abordar nuevos desafíos como la coordinación de la programación del Centro de Creación El Hangar de Burgos. Sólo en los últimos tres años podemos contar unas 15 producciones escénicas, en la mayoría de las cuales no sólo ha diseñado la escenografía, sino también el vestuario. Como declaraba bromeando en una entrevista concedida con motivo de uno de sus últimos premios:

Aunque tengas todos los premios del mundo hay que seguir luchando porque en este país nunca acabas de demostrar lo que vales. Los premios no significan más para mí que un agradecimiento de la profesión, pero yo sigo adelantando dinero y manchándome las manos. Nunca he conseguido ser una diva del teatro, me lo debo de montar fatal (Garrido, en línea).

Quizás no sea un problema exclusivo de este país, sino una de las características intrínsecas de una profesión en la que asumir su carácter efímero y cambiante es uno de sus principales retos. Y si algo ha sabido hacer Elisa, ha sido precisamente eso. Saliendo siempre triunfante gracias a su tesón y esfuerzo. Desde el momento en el que recondujo su inicial vocación de actriz para presentarse a las pruebas del curso experimental de Escenografía, tras estudiar delineación y danza, no ha parado de crecer y adaptarse a las condiciones dadas. Porque precisamente nuestra profesión lo que necesita es menos divas y divos, y muchas más currantes con las ideas claras como ella.