CONCLUSIÓN

Un estudio sobre la génesis de Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Un marido de ida y vuelta revela que trabajar dentro de los límites de la industria teatral como lo hizo Jardiel –creando personajes y situaciones según los requisitos de una compañía– algunas veces precisaba cambios a última hora, y otras engendraba cierta amargura por parte del autor o del actor. En cuanto a Cuatro corazones con freno y marcha atrás, es muy posible que el texto de ediciones recientes no fuera el representado en 1936. A su vez, la incertidumbre que caracterizaba el proceso creativo en general, tanto para el autor como para la compañía, hacía imprescindible la ayuda del apuntador durante las primeras funciones.

Tal acercamiento al estudio del teatro también permite un conocimiento más profundo sobre las compañías en concreto. De la investigada en el presente trabajo, la compañía del Teatro Infanta Isabel, salta a la vista la gran importancia de sus cómicos como Mercedes Muñoz Sampedro y José Orjas, y las idas y venidas de ciertos actores como Rafael Somoza y María Francés. Se comprueba además su férrea jerarquía, que no dejaba ascender a Concha Sánchez y Concha Fernández, quienes seguían representando papeles menores de criadas a lo largo de las temporadas y a pesar de los cambios en los niveles superiores de la compañía (aunque las oportunidades no se les negaban a los que nacían dentro de la farándula, como Enrique Guitart).

Por último, prestar atención a los varios borradores de dichas obras teatrales permite aclarar algunos de sus significados. Para esto hay que tener en cuenta el contexto socio-histórico en que fueron representadas. En el caso de Un marido de ida y vuelta, por ejemplo, los informes de los censores demuestran las varias lecturas sacadas de un solo texto, y cómo éstas a veces podían motivar otra serie de enmiendas antes del estreno. Sin embargo, tanto el prólogo escrito a petición de la censura como la denuncia de Jardiel de unas políticas laboral y de género que impiden una relación sentimental entre Pepe y Leticia demuestran que aún existían vías estrechas –que a veces necesitaban cierta picardía– para la divergencia (si no la disidencia) en una época caracterizada por muchos como ideológicamente monolítica. Esto también lo señala –asimismo con referencia al caso de Jardiel– Berta Muñoz Cáliz (2001). Otras sorpresas seguramente esperan en el AGA la atención de investigadores intrépidos.