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2. VARIA

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2.4 · LA METAMORFOSIS PARCIAL EN EL TEATRO DE FRANCISCO NIEVA.
EL CASO DE TE QUIERO, ZORRA


Por Maha M. Abdel-Razek
 

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Nieva elige una cola de zorra y no de otro animal para jugar con el doble sentido que provoca la referencia: además de referirse literalmente al significado literal, se usa coloquialmente para describir a las prostitutas, oficio verdadero de Zoé. Así lo apunta Phyllis Zatlin:

In Te quiero, zorra, the theatrical game is structured on the double meaning of zorra: literally, as a female fox, and figuratively, as a woman of easy virtue. Zoé experiences a revelatory metamorphosis when she grows a fox tail. Nieva melds the two semantic fields by treating the metaphor at the literal level. In so doing, he effectively defamiliarizes the derogatory term, thus forcing the spectator to see the figurative value in a new light. (Zatlin, 1989, p. 3).

Esta interpretación queda de relieve en el diálogo que se desarrolla entre Zoé y Anaís:

Zoé.– Me he convertido en una zorra.

Anaís.– Por favor, querida, sé discreta. No eches lodo sobre tu destino. […]

Anaís.– Pero ¿qué secreto, si está a la vista? Si tú misma te sientes zorra, yo te lo admito y no voy a pedirte un certificado. […]

Anaís, tras comprobar la existencia del rabo, dice: “Yo creía que eso se decía sólo en sentido figurado” (Nieva, 2007, pp. 912-915).

Este uso figurativo del sentido metafórico presente tanto en el título de la obra como en los diálogos transcurridos a lo largo de la misma alude a la doble vida de la que Zoé disfrutará en el desenlace. También refleja la paradoja entre lo oculto y lo aparente y la relación de todo esto con la sociedad que se fija solamente en las apariencias y las consagran, incluso si son falsas. Nieva denuncia fuertemente –a través del personaje de Villier– el disimulo de los seres humanos, que pretenden ser entes civilizados sofocando en sí su “divino espíritu animal” y anuncia su rebeldía contra la sociedad: “Tu disposición para ser feliz no tienes por qué justificarla con ejemplos” (Nieva, 2007, p. 922).

De todo lo anterior destacamos que la fantasía en Te quiero, zorra posee una función subversiva no solamente a nivel social, sino también en lo que se refiere a las interpretaciones discriminatorias de la religión.

Como el caso de la fantasía en Caperucita y el otro, que sirve como medio de subversión social, en Te quiero, zorra funciona del mismo modo, aunque efectivamente de forma menos directa, si acaso más fuerte. Como el personaje de Villier tiene como único objetivo en la vida deleitarse y al mismo tiempo es perfectamente consciente de los cánones que rigen su sociedad, incita a la protagonista a disfrutar de una doble vida (ser humana/zorra): “Zoé, cariño, sé zorra y baronesa hasta el final” (Nieva, 2007, p. 921). Ambos deciden ser hipócritas revelando a la sociedad las cosas que la satisfacen (un matrimonio feliz entre un barón y una “baronesa”) y ocultando aquello que no le agrada (un barón casado con una zorra, con el doble sentido de la palabra). Así, esta doble vida queda plasmada en la iluminación del cierre de la obra. La iluminación a “media luz” de la escena del desenlace sirve para consolidar dicho concepto: “Villier.– (Derriba el candelabro de un manotazo y todo se suma en una media luz. Luego, besándola.) ¡Te quiero, zorra!” (Nieva, 2007, p. 922). Entre una vida en la luz y otra en la oscuridad vivirán Villier y Zoé.

Esta iluminación del desenlace de Te quiero, zorra subraya la discrepancia entre este final y el de Caperucita y el otro. Nos encontramos ante un escenario a “media luz” que es totalmente igual a la futura vida de sus protagonistas. Frente a ello, queda de manifiesto el mal destino de Caperucita, que se rebeló ciegamente sin tener en cuenta la sociedad donde vive –al contrario que Villier– y eligió alcanzar sus deseos por medio de un escándalo a voces: “Caperucita lanza un grito desesperado, casi un aullido. Y dando un fuerte impulso al sillón de ruedas, se lanza violentamente hacia la sombra hasta desaparecer en ella” (Nieva, 2007, p. 770). Entonces cae Caperucita en la sombra para entrar en un callejón sin salida, mientras Villier y Zoé conseguirán vivir felices a “media luz”. Esta relación entre ambas obras constituye una sátira feroz de las sociedades que atacan la libertad de los individuos y bendicen que se lleve una vida clandestina en vez de aceptar al otro.

Aunque esta vida clandestina pueda aliviar el enfrentamiento entre la rebeldía de Villier y la ideología opresiva de la sociedad, el tono subversivo que Nieva pretende defender en Te quiero, zorra sigue presente explícitamente. La crítica de la represión de la sociedad se manifiesta con esta decisión rebelde de deleitarse secretamente que Villier y Zoé adoptan. Villier comenta acerca de la obligación de hacer las cosas a escondidas en el seno de una sociedad represiva:

Si bien lo piensas, todas las pasiones y las demasías de placer son una vergüenza. Claro para los demás, que no viven con bastante intrepidez. Pues finjamos, querida, ocultémoslo y, al mismo tiempo que lo cargamos de culpa, lo valoraremos mejor. No hay mayor prudencia contra esta hipócrita sociedad que ocultarle bien los pasadizos por los que nos burlamos de sus leyes y todo lo demás. (Nieva, 2007, p. 922).

Sigue la crítica de la sociedad a través de la fantasía subrayando la obsesión de las sociedades civilizadas por las apariencias. Villier dice a Zoé: “Nadie puede sospechar nada de una baronesa” (Nieva, 2007, p. 921). La sociedad –que se interesa solamente por las apariencias– no se preocupará por perseguir los defectos y problemas de una baronesa, mientras que cuando Zoé era una prostituta, pobre y sin familia, la esperaba un maltrato inaguantable tanto por la sociedad como por la iglesia. Anaís le dice así: “Condenada, condenada en vida deshonestamente. Así serás rechazada por la Iglesia y por toda la sociedad civil” (Nieva, 2007, p. 914). Del mismo modo, se manifiesta la paradoja de que, al comienzo de la acción, Zoé pensaba que esta cola la aislaría de la sociedad: “Un rabo es lo que más nos aísla de la sociedad de los humanos” (Nieva, 2007, p. 913), pero después descubre lo contrario: esta cola resulta ser su talismán de suerte. La fantasía en Te quiero, zorra –encarnada en la metamorfosis de Zoé– satiriza de modo muy amargo la hipocresía de las sociedades civilizadas que lo permiten todo, pero disimulado, porque –desde el punto de vista de Villier– carecen de la osadía de aceptarlo en público.

Por lo tanto, a este tipo de fantasía, que la misma Zoé define como “una vergüenza inconfesable y un caso…sobrenatural. Ésa es la palabra” (Nieva, 2007, p. 912) –y en otra ocasión dice: “siento unos deseos irreprimibles de enseñártelo, de que compruebas lo increíble” (Nieva, 2007, p. 913)– es aplicable la definición funcional de Rosemary Jackson que considera lo fantástico: “una forma de oposición social subversiva, que se contrapone a la ideología del momento histórico en que se manifiesta” (Roas, 2001, p. 44). No obstante, esta definición concierne a la crítica social que resulta central en la obra, pero en cuanto a la rebelión, incluso contra la religión, son aplicables las aproximaciones de Sartre a la definición de lo fantástico en las que vincula religión y el uso de la fantasía. Rosemary Jackson explica así el concepto de la fantasía para Sartre como: “Mientras prevalecía la fe religiosa, dice Sartre, el fantasy hablaba de saltos hacia otros territorios. […] el fantasy cumplía una función definida, escapista” (Jackson, 1986, p. 15).

Lo fantástico en Te quiero, zorra supone una manera de rebelarse no solamente contra las interpretaciones humanas muchas veces discriminatorias de la misma religión, sino también contra ésta propiamente. Villier aparece como un personaje aficionado a quebrar todos los tabúes que imponen tanto la sociedad –como mencionábamos antes– como la religión:

Villier.– Por ti he llegado al deslumbramiento, al éxtasis. Sé baronesa de Gastonneaux. Por la Iglesia, ante el trono de Dios.

Zoé.– Es una blasfemia. ¡Ante Dios! ¿Quieres consagrar un amor infernal?

Villier.– No admito trabas. Seremos hipócritas, mentiremos, nos deleitaremos en el disimulo. La Santa Iglesia no tiene por qué enterarse. (Nieva, 2007, p. 921).

Entonces, aplicando las ideas de Sartre, es cierto que tanto Villier como Zoé buscan, aprovechándose de la fantasía, nuevos territorios lejos de las instrucciones de la religión y de la sociedad para conseguir su carpe-diem y consagrar su modo de vivir.

 

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