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NÜM 4

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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.14 · PEDRERO, Paloma, Pájaros en la cabeza. Teatro a partir del siglo XXI. Edición de Virtudes Serrano. Madrid, Cátedra, “Letras Hispánicas”, 2013, 356 pp.


Por Gregorio Torres Nebrera
 

 

Portada del libro


PEDRERO, Paloma, Pájaros en la cabeza. Teatro a partir del siglo XXI. Edición de Virtudes Serrano. Madrid, Cátedra, “Letras Hispánicas”, 2013, 356 pp.

Gregorio Torres Nebrera
Universidad de Extremadura


EL ÚLTIMO TEATRO DE PALOMA PEDRERO

Dentro del selecto repertorio de textos teatrales contemporáneos (siglos XX y XXI) que han ido cabiendo en el ya extenso y rico catálogo de la colección “Letras Hispánicas” de Editorial Cátedra, son pocos los autores que tienen en su haber doble o triple presencia: Benavente, Buero, Sastre, Arrabal, Nieva, Sanchis Sinisterra, Alonso de Santos, Boadella… y Paloma Pedrero. Lo que ya es un indicio, editorial al menos, de la calidad e importancia de esta dramaturga en el Teatro Español coetáneo. Y sin embargo, como tantos otros de singular valía, su teatro es de escasa presencia en nuestros escenarios, que confeccionan una cartelera, temporada a temporada, de espaldas a la muy valiosa y abundante escritura teatral de ahora mismo. Paradojas del mundo del teatro, que no es más que una paradoja más de las muchas que, injustamente, tejen la vida diaria, la historia diaria.

En efecto, hace algún tiempo Pedrero editó en esa prestigiosa colección de clásicos hispanos varias obras de un acto con el título genérico Juego de noches, y ahora aparecen, en volumen, seis nuevos e interesantísimos textos que corresponden a una cronología más avanzada, ya del siglo XXI o sus inmediateces. La editora de ambos volúmenes –experta en esta autora, en Domingo Miras, en Buero y en el teatro femenino de los últimos años– es Virtudes Serrano. Por tanto, garantía de textos y garantía de guía analítica de los mismos.

Siguiendo su línea, ya adelantada en los textos y estrenos de los ochenta y noventa (siempre escasos para los méritos de las obras), Pedrero se nos revela como una observadora valiente y analista incluso implacable de las carencias, patologías y traumas de una sociedad, la nuestra, la de ahora mismo, en la que la mujer –hay cierto desnudismo, sin pudor hipócrita– tiene mucho que aportar de sí y desvelar para sí: la pieza de este conjunto En la otra habitación lo pone muy de manifiesto. Los personajes de Pedrero más que vivir luchan a brazo partido con la vida que los está marcando, exigiendo, arrollando. Por ello todas las piezas de este volumen hablan, en el fondo, de enfrentamiento de unos seres con su contrario (que no su opuesto) que, en ocasiones, es su complementario hasta descubrirlo como tal (caso de la pieza más hermosa de todas, En el túnel, un pájaro, que es, también, implícito homenaje intertextual a un maestro de muchos, y también de esta autora: Rodríguez Méndez). Porque, como bien dice V. Serrano en su prólogo introductorio, Pedrero prefiere abordar “los problemas íntimos de los individuos más que los caracteres general o histórico”. Con raíz ética bueriana, Pedrero es de las intelectuales que piensan que el tan ansiado –y por ello utópico– mejoramiento social pasa por el cambio, uno a uno, de los individuos que integran esa sociedad. Importa el individuo responsable y elector desde su individualidad y libertad, y no la masa teledirigida por publicidad, mercado y eslóganes. Paloma Pedrero –y estas piezas del volumen que reseño no me dejarán mentir– tiene la virtud de auscultar con acierto lo que marca, preocupa, lacera o, al fin, define la sociedad (los individuos, uno más uno) que está viva, palpitante, fuera del recinto teatral, y con la que hemos de encontrarnos y convivir cuando salimos de la función. Mayor “teatro sincrónico” no cabe. Por eso habla de los sin techo, de los viejos en residencias (otrora asilos), de la autonomía somática y sicológica de la mujer, que hace del teatro de Pedrero un buen teatro feminista, o –para compensar– también de los descerebros y alienaciones que provocan ideologías baratas, hechas de chupas de cuero, rapados y tachuelas, principalmente en varones en curso de demolición, como se muestra crudamente en la primera de las seis piezas de este libro, Cachorros de negro mirar. Y eso es dar ya un paso hacia algo que importa a la sociedad y al teatro de Pedrero: la denuncia del libertinaje, que no recta libertad, de pensar, decir y hacer de degenerados en violencia que ha de acabar en no pensar, aullar, deshacer a cadenazos o a patadas: neo-nazis de alcantarilla.

Tiene toda la razón Virtudes Serrano cuando afirma que este teatro de Pedrero se dedica a “contar historias del presente a una sociedad del presente con un lenguaje sencillo y directo pero no desprovisto de estilo, ese estilo tan suyo y personal, cargado de realismo y también de poesía”. Y señala seguidamente otro recurso muy marcado de este teatro, de sus agonistas, en el que veo también eco bueriano: los personajes, al levantarse el telón, son ya productos de su pasado, de lo que hicieron o dejaron de hacer en el pasado, y en el presente de la escena tienen ocasión de volver sobre la situación pretérita para superarla o para sucumbir. Y, por supuesto, la estudiosa y editora de las piezas no se olvida de la importancia que tiene en la dramaturgia de Pedrero el recurso de la teatralidad dentro de la teatralidad, como terapia, como provocación, como situación, como solución.

Dos partes articulan claramente el amplio estudio introductorio de este volumen, la primera que viene a ser una apretada síntesis –por demás iluminadora– del perfil del teatro de Pedrero, y la segunda que propone guías de lectura de cada una de las piezas reunidas, además de incluir en la edición unos orientadores prologuillos de la misma dramaturga a cada una de las tales. A ellas voy.

Pura dialéctica en la escena –violencia inevitable, aunque en distinta dirección de la prevista, y cerco indagatorio mutuo entre un ciego real y una mujer en tinieblas– hay en las dos primeras piezas, pues Cachorros de negro mirar (según Pedrero) “cuenta cómo se gesta una violencia absurda”, pero escrita con su encargo ético personal: “para hacer un mundo más justo y pacífico, primero hemos de hacernos a nosotros mismos más justos y pacíficos. Si no es así, cualquier posición de poder nos convertirá en un peligro para los demás”; y como subraya Serrano “nunca hasta el texto de Pedrero se había colocado al espectador dentro del espacio donde estos administradores del terror [dos ultras dispuestos a vejar hasta la ignominia y hasta la sangre] dan rienda suelta a su fanático comportamiento, al habla provocadora con que se expresan y la monstruosa filosofía con la que fundamentan sus actos”; y en Los ojos de la noche (“historia de una transformación” en palabras de su autora) “se unen dos extraños, dos seres que se irán mostrando y reconociendo a sí mismos y al otro durante el proceso dramático que se estructura como asaltos de un combate” (Serrano); En la otra habitación –dice Pedrero– “nace de una pregunta: ¿Qué nos va a pasar a mujeres como yo con hijas como mi hija?”, pues “los ecos clásicos de la tragedia se perciben en Amanda, que encarna una Electra de nuestros días que toma partido en un principio por su padre, en clara rebeldía contra una madre que defiende sus derechos de mujer activa, triunfadora en el campo laboral y con vida por delante” (Serrano); y El secuestro o la okupa de un teatro, en donde se va a representar Hamlet y sus dudas burguesas-existenciales, por un grupo de marginados que pernoctan bajo un cartón, y son ellos los que monologan acerca de sus vidas a la deriva, y nos proyectan con su voz y sus movimientos, tácitamente, la parte de responsabilidad que nos atañe en lo que les viene ocurriendo. Texto de confección colectiva en un principio, que Pedrero armonizó. En el centro del conjunto el título más extenso y más complejo, En el túnel, un pájaro, imagen tan poética como que tiene resonancias sanjuanistas, o concretamente de la obra que dedicara al santo carmelita el autor Rodríguez Méndez (El pájaro solitario). Es el acuciante problema de la vejez –ancianos almacenados en más o menos sofisticadas salas de espera de la muerte– aquí vista desde el ángulo particular de un viejo dramaturgo que quiere escribir su última obra antes de morir, o mejor, darle como final la escenificación de su propia muerte, al tiempo que recupera el otro extremo de su vida, la primera niñez: el pájaro (luz) que vivía en la oscuridad del túnel o del dique seco, vuela por fin, liberado. Teatro de piedad, teatro de esperanza, teatro de crítica, teatro de ternura y también teatro metateatro, con explícitos ataques a los shows-reality de la telebasura. Obra sobre la que Virtudes Serrano escribe diez páginas de fino análisis en el que capta muy bien que “teatro y literatura se conjugan en la doble ficción del protagonista, que escribe su libro y compone su historia de tal forma que el resultado es que escribir es vivir”. Y he dejado para el final de mis consideraciones la pieza más corta del conjunto, cuya lectura me ha resultado especialmente emotiva, y que fue la contribución de Pedrero a la serie de textos escénicos con los que en 2005 se evocó, desde diversos escenarios, el brutal atentado de los trenes de cercanías del 11 de marzo de 2004: Ana y el once de marzo. Sobre ese sangriento y desesperanzado suceso se teje una historia de desamor, de frustración, de confesiones y comprensiones a hora pasada, en torno a un hombre, metonimizado en la chaqueta que madre, esposa y amante (las tres Anas, una sola Ana) estrujan, acarician o miran, mientras les llega lentamente la noticia veraz de que era una de las víctimas de uno de los trenes despanzurrados. En tres escenarios distintos, que se van alternando, y con un insistente teléfono móvil que esa mañana más incomunica que comunica, se va tejiendo o destejiendo, una historia particular, un trozo pequeño, pero inmenso, trágico por su hybris, de una historia colectiva, más colectiva que nunca. Un inmenso dolor visto desde las forjadas en el sufrimiento, desde la tragedia griega: las mujeres.

Libro éste, en definitiva, básico para adentrarse en el espacio de excelente literatura dramática que ahora mismo se está produciendo en España. Como bien concluye la editora y estudiosa de esta edición, la aportación de Paloma Pedrero “al mundo de la escena y al desvelamiento de la conciencia individual y colectiva sigue significando un importante avance hacia la captación del universo plurivalente y heterogéneo que nos rodea”. Una prácticamente exhaustiva bibliografía de y sobre Pedrero (21 páginas; algo poco corriente para una autora en pleno proceso creador: información al detalle) rematan un amplio estudio que es excelente aguja de navegar para que el lector de teatro haga su particular y solitaria puesta de escena de cualquier de las seis obras con “pájaros en la cabeza”.

 

 

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