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NÜM 4

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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.2 · HUERTA CALVO, Javier y DOMÉNECH RICO, Fernando (eds.), La Barraca de García Lorca: entre el teatro y la utopía, Madrid, Ediciones del Orto, 2013


Por Mónica Molanes Rial
 

 

Portada del libro


HUERTA CALVO Calvo, Javier y DOMÉNECH RICO, Fernando (eds.), La Barraca de García Lorca: entre el teatro y la utopía, Madrid, Ediciones del Orto, 2013

Mónica Molanes Rial
Universidade de Vigo


Con motivo de la inauguración del Teatro Universitario La Barraca en la Universidad Central de Madrid a finales de 1932, Acción Cultural Española programó una serie de actividades conmemorativas a propósito de tal efeméride. Una de ellas fue la celebración, en colaboración con el Instituto de Teatro de Madrid, de un curso de verano en julio de 2011 en San Lorenzo de El Escorial titulado La Barraca de García Lorca: ayer y hoy de una utopía teatral, dirigido por Javier Huerta Calvo. Junto con Fernando Doménech, han publicado las conferencias impartidas en aquel encuentro en un volumen titulado La Barraca de García Lorca: entre el teatro y la utopía.

Huerta Calvo abre el libro con una introducción en la que contextualiza el surgimiento de La Barraca, uno de los grandes proyectos educativos y de divulgación teatral de la política cultural de los primeros gobiernos de la República. Desarrolla el concepto de utopía con el que García Lorca con La Barraca, y Casona con Teatro del Pueblo, concibieron sus propuestas teatrales en las que la juventud representa el modelo de público y de renovación hacia una sociedad moderna y culta. Como apéndice al estudio se adjunta una bibliografía crítica que, además de estudios académicos, incluye testimonios y documentación de integrantes de La Barraca y allegados, cartas de poetas, entrevistas que concedió Lorca, crónicas o estudios sobre escenografía.

El capítulo que Fernando Doménech titula “El Repertorio de La Barraca” constituye un recorrido por las obras que el grupo puso en escena, con especial atención a los clásicos del Siglo de Oro español. En el análisis de la situación del teatro clásico en las primeras décadas del siglo XX, sitúa su recuperación y renovación de la mano de la generación del 27, que aporta una lectura revolucionaria de los clásicos. La mayor aportación de García Lorca es la incorporación al repertorio de obras prácticamente inéditas en la escena española. Doménech enumera los textos  y relata la historia de sus puestas en escena en los teatros españoles y extranjeros, así como su fortuna crítica, para concluir que el repertorio básico actual del teatro clásico español se gestó en los años de la república de la mano de García Lorca y Rivas Cherif.

En el tercer capítulo, Juan Antonio Ríos Carratalá firma un estudio sobre Eduardo Ugarte, colaborador imprescindible de Lorca cuya labor ha sido poco atendida por parte de los estudiosos de La Barraca, a pesar de que coordinó las actividades de los barracos en las giras y dirigió la compañía durante las largas ausencias de Lorca. Carratalá señala que la importancia de un colaborador como Ugarte radica en su disposición para mediar entre contrarios y en la resignación por desempeñar tareas de escaso relieve personal, siempre con voluntad de anonimato.

El cuarto, quinto y sexto capítulos analizan la plástica escenográfica de La Barraca. Juan Manuel Bonet, Javier Navarro de Zuvillaga y Ángel Martínez Roger atienden a los pintores y artistas como Benjamín Palencia, Manuel Ángeles Ortiz o Nora Borges, entre muchos otros, que colaboraron con La Barraca en la concepción estética de la escenografía, en la composición de los decorados, en la elaboración del vestuario o en el diseño de los figurines. Los tres estudiosos apuntan la profunda renovación que los artistas aludidos en sus trabajos realizaron en el ámbito de la escenografía y destacan la asunción de su compromiso político al servicio de un ideario didáctico basado en la labor pedagógica e ideológica que el teatro tenía para estos creadores. Navarro de Zuvillaga incluye en su trabajo dos cuestiones interesantes: por un lado, compendia una serie de referencias de Lorca sobre la práctica escenográfica de La Barraca que dan buena muestra de la importancia que este le otorgaba en su concepción teatral; y, por otro, presenta un álbum de ilustraciones de bocetos y fotografías de la escenografía de gran valor documental.

El séptimo trabajo, “De La Barraca a los Teatros Nacionales”, de Juan Aguilera Sastre, versa sobre el modelo de producción teatral desde la Ilustración hasta la II República, cuando el antiguo debate en torno al Teatro Nacional se agudizó y revitalizó en múltiples propuestas que confluyeron en la dialéctica de los proyectos de Rivas Cherif y García Lorca: buscar la sintonía del arte teatral con los sentimientos y aspiraciones del pueblo o incidir en la prioridad del arte y la necesaria educación del público. En la pugna por la creación del Teatro Nacional, Rivas Cherif propuso una fórmula alternativa para la renovación escénica y la formación de los actores: la creación de una escuela integral de artes y oficios que acabaría por convertirse en uno de los experimentos renovadores más provechosos de los años treinta. Aguilera apunta cómo el régimen fascista abordó de manera casi inmediata la creación del Teatro Nacional de la Falange y del Teatro Nacional del Español, sobre los que pueden rastrearse la influencia de La Barraca y la labor renovadora de Rivas Cherif.

 “Teatro en la Complutense: el Teatro clásico grecolatino”, de Antonio López Fonseca, es un repaso por la historia del TEU en la Universidad Complutense de Madrid. Tomando como antecedente más próximo del teatro universitario el caso de La Barraca, describe las etapas del teatro universitario, centrándose en la segunda (años 56-67), cuando el TEU y los clásicos grecolatinos aparecen con fuerza en la Facultad de Filosofía y Letras. López Fonseca despliega gran acopio de datos sobre congresos nacionales de estudios clásicos, festivales y repertorio de los grupos de teatro clásico grecolatino de la facultad de filología de la Universidad Complutense hasta 2010.

Los tres capítulos siguientes recaban testimonios personales en relación a La Barraca. Ignacio Amestoy firma “Cuando Lorca no pudo llegar a las Urdes”, el relato de su participación en las campañas, inspiradas en La Barraca, que realizaba el Servicio Universitario de Trabajo todos los veranos en comarcas deprimidas de España. Jerónimo López Mozo, en “Las otras Barracas que yo he conocido”, da cuenta de la influencia que ha ejercido sobre su vida teatral la compañía de Lorca: sus primeras incursiones en los TEU de Murcia y de Madrid y la repercusión de la aventura teatral de Lorca en su escritura dramática. Alicia Hermida en “La Barraca, Teatro Popular” expone su experiencia con la escuela de teatro itinerante que da título a su ensayo, concebida a la manera de la compañía de Lorca, a la que homenajearon en su cincuenta aniversario recorriendo los lugares por los que pasó, periplo que además los ha llevado a varios países de Europa, Nicaragua o Rusia. Una experiencia similar presenta en el penúltimo capítulo del libro Alejandro González Puche en “Nuestra Barraca”, proyecto de la Universidad del Valle en Cali, Colombia, que puso en escena la Égloga de Plácida y Vitoriano, de Juan del Encina, emulando la gesta teatral emprendida por Lorca.

El duodécimo trabajo es de Guillermo Heras, “Teatro y Universidad: el ejemplo de La Barraca en nuestros días”, una reflexión sobre el concepto de lo político en relación con el teatro y la sociedad. Presenta tres momentos clave del discurso de la cultura en su relación con la sociedad: los años 30 de inestabilidades políticas, con La Barraca como teatro casi de guerrilla; La Barraca como símbolo en el tardofranquismo para los jóvenes del teatro universitario de Murcia, que en el año 1963 querían recuperar a la clase trabajadora como público teatral de la época; y la enorme crisis actual de las relaciones entre teatro y sociedad y teatro y universidad. Para Heras el teatro universitario debe recuperar el espíritu de lo político ciudadano de La Barraca y asumir  nuevas formas de producción y repertorio distintas a las del teatro de mercado.

En “La huellas de La Barraca: crónica de un proyecto” César Oliva da cuenta de una de las iniciativas con las que la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales quiso homenajear en el septuagésimo quinto aniversario de la proclamación de la II República Española la labor llevada a cabo en el campo de la cultura en los años treinta: el proyecto de Las Rutas de La Barraca con el que se trató de imitar la labor de la compañía de Lorca iniciada en 1932 con las Aulas de Teatro de las universidades de Santiago, Valencia, Murcia y Carlos III en el año 2006. El proyecto tuvo continuación en años sucesivos. Las cifras y primeras conclusiones que ofrece Oliva son muestra fehaciente de su éxito, ratificado con la recepción del premio Dionisos de la UNESCO en el año 2010. En este proyecto de Las Rutas de la Barraca participó también Abel González Melo, autor del último trabajo que se incluye en el libro. Además de presentar un estado de la cuestión sobre la recepción del teatro de Lorca en Cuba desde 1930 hasta la actualidad, González Melo relata su experiencia como director del aula de Teatro de la Universidad Carlos III en el año 2010, donde llevó a cabo eventos como Unitítere, claro heredero de La Barraca.

A la luz de lo expuesto con anterioridad, cabe destacar la interdisciplinariedad con la que se aborda el análisis de la historia de La Barraca, así como el acopio de material gráfico y de experiencias personales de gentes del teatro que hacen de La Barraca de García Lorca: entre el teatro y la utopía una obra de referencia obligada para los estudiosos del teatro y la obra de Federico García Lorca.

 

 

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