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NÜM 4

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7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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7.7 · LAVAUD, Jean-Marie, Ramón del Valle-Inclán: Luces de bohemia, una revolución dramática, Binges, Éditions Orbis Tertius, 2013, 191 pp.


Por Jesús Rubio Jiménez
 

 

Portada del libro


LAVAUD, Jean-Marie, Ramón del Valle-Inclán: Luces de bohemia, una revolución dramática, Binges, Éditions Orbis Tertius, 2013, 191 pp.

Jesús Rubio Jiménez
Universidad de Zaragoza


Se va acercando el centenario de la primera publicación en forma de entregas en el folletín de la revista España de Luces de bohemia. Esperpento (julio-agosto de 1920). Don Ramón, como si no hubiera quedado completamente satisfecho, volvió sobre el texto, lo corrigió, añadió tres escenas más y volvió a publicarlo como libro en 1924. No logró, sin embargo, estrenarlo en vida y tuvieron que pasar todavía bastantes años hasta que se produjera su representación en diferentes lenguas, convirtiéndose en una pieza canónica imprescindible del teatro español y aun universal del siglo XX. Paralelamente entró en la reducida lista de lecturas obligatorias escolares y se generalizó la utilización del término “esperpento” en las más diversas situaciones, muchas veces ya con valores bastante alejados del sentido que le imprimiera al término Valle-Inclán.

La bibliografía crítica ha ido creciendo con la fama del drama, explorando diferentes facetas y su sentido general. A esta ya copiosa bibliografía se añade ahora el libro que reseñamos, escrito por un estudioso del autor gallego de largo recorrido y contrastada reputación. Como tantos otros, ha sentido la necesidad de ordenar sus ideas sobre Luces de bohemia y de exponerlas con claridad. El resultado es este ensayo, escrito en reposado diálogo con Valle-Inclán y con quienes se han aplicado a su exégesis. En sus páginas se encuentra por ello una síntesis de las interpretaciones que ha suscitado Luces de bohemia a las que se añaden las propias, para matizar las anteriores, para discutirlas o para añadir nuevas perspectivas, que de todo ello hay en el libro. Sigue vigente la vieja idea de que una de las cualidades que caracterizan a las grandes creaciones artísticas es que admiten siempre nuevas lecturas sin que se agoten.

En su lectura, Jean-Marie Lavaud realiza un recorrido que va del análisis del contexto personal e histórico de Luces de bohemia al de aspectos muy concretos. En este orden de cosas, no es baladí su recordatorio de los círculos madrileños liberales en los que se movía en aquel momento Valle-Inclán, su trato con intelectuales como Manuel Azaña y Cipriano Rivas Cherif y su creciente compromiso político, que ayudan a entender la disección de la vida política y del estado moral del país que vamos a encontrar en su esperpento. Resulta muy adecuada la selección de textos con que jalona su trayectoria hasta dejar al lector a las puertas del esperpento, a cuyo recinto accedemos a continuación con “la preciosa edición de 1924”, es decir, la que el propio Valle-Inclán realizó para integrarla con el número XIX en su Opera omnia. La puesta en escena del texto, como señala el profesor Lavaud, no era un aspecto secundario, sino fundamental en su programa estético. Nada se dejaba al azar y resultan muy pertinentes los comentarios sobre los aspectos materiales del libro y la distribución del texto con significaciones que las ediciones posteriores han ignorado. Es el caso del dramatis personae, que se examina con cuidado, mostrando cómo el medio centenar largo de  personajes tiene entidad diferenciada ya antes de que el texto los vaya construyendo en su continuado ir y venir por la agitada anoche madrileña, dando lugar a una sucesión de escenas, pasando revista a aquel Madrid “absurdo, brillante y hambriento”, haciendo suyo don Ramón un género teatral bien contrastado –la revista teatral política–, si bien sometidos sus elementos estructurales a una rigurosa organización, que ha sugerido a la crítica distintos esquemas organizativos puestos al servicio de mostrar con contundencia la trágica vida española, tal como se detalla en el capítulo cuarto.

El inolvidable Gregorio Torres Nebrera trazó un magnífico esquema de “la matemática perfecta del espejo cóncavo” de este esperpento, diferenciando distintos bloques y sus correspondencias vertebradas en torno a la escena octava. En diálogo con él, propone el profesor Lavaud su propio esquema revelando otras simetrías y paralelismos. Como decía antes, este es un libro escrito en permanente diálogo con los textos de don Ramón y con la crítica más contrastada. Este capítulo ilustra a la perfección esta aseveración: cuanto más se ahonda en el análisis, más simetrías se descubren, mejor se comprende el arte valleinclaniano, su trabajo de estilista supremo que no se limita a los aspectos superficiales del discurso sino a todos sus estratos y a su disposición.

Abordada y clarificada la construcción general de esta revista teatral trágica de la vida española que es Luces de bohemia, los siguientes capítulos abordan aspectos más concretos: la dimensión báquica, esa omnipresencia del alcohol aflora constantemente en el texto (cap. V); Madrid –como síntesis de España– visto a través de los ojos de Max Estrella (cap. VI); el lugar de Don Latino y su protagonismo, en ocasiones orillado en los análisis de la obra (cap. VIII); la definición del esperpento a partir del famoso diálogo de la escena duodécima (cap. IX); el horizonte estético expresionista en que puede inscribirse, demostrando que su textura no disuena mucho de la de otros países europeos en aquellos años tras la primera guerra mundial (cap. X); o en fin, el alcance teatral moderno de la propuesta valleinclaniana, que le lleva a Jean Marie Lavaud a inscribirla en las formas teatrales surgidas de la crisis del drama moderno tal como lo describió Peter Szondi en su célebre Teoría del drama moderno (cap. XI). Aquí se encuentra, acaso en gran parte, la clave de porqué Luces de bohemia mejora con el paso del tiempo como los buenos vinos. El paso del tiempo va evidenciando que Valle-Inclán acertó plenamente con su experimento dramático, porque escribió con valentía alejándose de formas trilladas de escritura dramática y tanteando otras a las que aplicó su estricta normativa estética. Y de aquí que haya podido compararse con formas tan modernas como el drama político de Erwin Piscator  o con el teatro épico de Brecht. La relación es sostenible siempre y cuando no se olvide, que no lo es de dependencia –fueron formas coetáneas y Valle-Inclán no las conoció apenas– sino manifestación de una común búsqueda a procedimientos teatrales con los que atrapar y sensibilizar a los espectadores de su tiempo para concienciarlos. Y de aquí que partieran de formas teatrales populares, insuflándoles contenidos más intensos. 

El estudio repasa de este modo buena parte de los asuntos que suscita la lectura de Luces de bohemia y lo hace con aparente sencillez, aparente porque es el resultado decantado de una larga familiaridad con el teatro del escritor gallego y con su tan atractivo como complejo mundo. También con los buenos críticos suele suceder como con los buenos vinos: ganan con los años. O al menos así me parece tras leer este libro, criado y elaborado nada menos que en las doradas colinas de Borgoña. Y embotellado en una nueva editorial de temas hispánicos  –Éditions Orbis Tertius– que en pocos meses ha puesto en circulación otros atractivos volúmenes sobre Blas de Otero o Juan José Millás.

 

 

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