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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.1. Adenda · Cervantes en los fondos documentales del CDT



 

 

Sorprendentemente, no encontramos referencias a Cervantes en el tercer centenario de la publicación del Quijote; y las representaciones en los siguientes años son también muy escasas y contestadas. Por ejemplo, se critica a Paso por programar el 2 de julio de 1907 un entremés de Cervantes, El viejo celoso, porque se entiende que quiere así significar que los entremeses son en cierta medida los precedentes de las comedias (La chipén, Tupinamba, La fea del Ole) y revistas (Venus Kursaal) que programaba en el Teatro Cómico de la calle Campomanes de Madrid.

Extraña presencia, la de Cervantes en los escenarios españoles. Pero aún puede serlo más. Si hemos hablado de entremeses o dramatizaciones del Quijote, llegamos ahora a adaptaciones de sus Novelas ejemplares. En marzo de 1908, el Teatro Apolo presenta una zarzuela cuyo libreto, firmado por Parellada y Cantó, es una adaptación de la novela El celoso extremeño.

Entre 1909 y 1911, los vuelos alrededor del Quijote siguen en España y fuera. Se produce el estreno en París del Quijote de Massenet, en el Théâtre Lyrique, en febrero de 1910. Se trata de una adaptación de la comedia de Lorrain El caballero de la triste figura, estrenada en 1904. En marzo de 1910 se estrena en el Lara la comedia de Fernández Shaw Las figuras del Quijote, con la misma base de la zarzuela que con Chapí había estrenado unos años antes.

Parece cada vez más evidente que Cervantes es glorificado por su Quijote e ignorado por su teatro cuando, en agosto de 1910 se desató una polémica extraña. Una comisión municipal proponía rescindir el contrato del Teatro Español con la compañía Cobeña Oliver por, entre otras cosas, haber programado El vizcaíno fingido, obra que esta comisión no considera de importancia suficiente para cubrir el cupo de obras de teatro clásico –dos por temporada– de la programación. El dictamen final donde se rechaza esa propuesta se firma, curiosamente, el mismo día en que se decide dedicar la casa de la calle Cervantes número 13 a casa museo de “Lope de Vega, Cervantes y Quevedo”.

Más homenajes a Cervantes: el 24 de noviembre de 1911 se inaugura el Teatro Cervantes en la calle de la Corredera de Madrid, con dirección artística del actor cómico Ricardo Simó Raso. Y el teatro se inauguró con una obra… de los hermanos Álvarez Quintero. En realidad, se dedicó a estrenar obras cómicas que no apreció demasiado la crítica, para quien Simó estaba degradando el gusto de los madrileños. Hasta abril de 1916 no se acercaría Simó al autor que daba nombre a su bonito teatro. Por fin, para celebrar el tercer centenario de su muerte, el 23 de abril de 1916 –aún no se conmemoraba el día del Libro, eso llegaría una década más tarde– se presentó en el Teatro Cervantes una versión de algunos fragmentos del Quijote titulada “El retablo de maese Pedro”, firmada por Sinesio Delgado.

El Centenario aún deja otro homenaje teatral a Cervantes: el estreno en Sevilla de Rinconete y Cortadillo. Adaptaron la novela los hermanos Quintero y la puso en escena la compañía de Carmen Cobeña el 18 de mayo de 1916. 

Y aquí terminan todos los posibles centenarios: del Quijote, de las comedias, de las novelas ejemplares, de su muerte... Hay que decir que sí hubo muchas celebraciones, desde hacer el Quijote lectura obligatoria en las escuelas a colocar una placa en la entrada y salida de cada pueblo de La Mancha recordando la efeméride. Pero el eco en las tablas no fue mucho más allá de lo que hemos mencionado, por más que nuestros fondos de esos años sean muy escasos y se puedan encontrar algunos espectáculos más, seguramente.

Si aquellos primeros años del siglo, ofreciendo motivos como las diversas efemérides, tuvieron pocos frutos en los escenarios, los primeros veinte, sin ellos, fueron casi un desierto. Habrá que esperar al 3 de enero de 1923, para que el beneficio de Carmen Seco, primera actriz de la compañía de Ricardo Calvo, se celebre con la representación en el Teatro Español de La ilustre fregona, adaptación de la novela cervantina realizada por Diego San José.

El 31 de octubre de 1924 regresaba al Español la compañía Guerrero Mendoza; para acompañar la inauguración con Doña Perfecta, Díaz de Mendoza leyó una oda al teatro de Agustín de Rojas y se concluyó la fiesta con la representación de Los dos habladores. La obrita atribuida tradicionalmente a Cervantes va a ser una de las más representadas a lo largo del siglo XX.

El 3 de enero de 1926, como despedida de la compañía de Federico Oliver y Carmen Cobeña, se celebró en el Teatro de La Latina una función a beneficio de Carmita Oliver Cobeña. El texto elegido fue una adaptación de La gitanilla, realizada nuevamente por Diego San José. Vale la pena mencionar, dado que Diego San José prácticamente desapareció del mundo literario tras la Guerra Civil de 1936-1939, que el CDT conserva en su biblioteca ejemplares de las dos adaptaciones que hemos mencionado.

El 4 de octubre de 1926, Margarita Xirgu inauguraba la temporada del Teatro Fontalba con la comedia de los Álvarez Quintero Las flores. ¿Por qué mencionamos este estreno? Porque los hermanos Quintero anunciaron esa noche que todos los derechos de esta obra irían al proyecto de la estatua de Cervantes en la Plaza de España de Madrid; y animaban además al público a aportar dinero para ese proyecto. Como vemos, veneración por Cervantes, escasa curiosidad por su teatro. Tanto es así, que en diciembre de aquel año lo volvemos a encontrar convertido en personaje, en esta ocasión, de la zarzuela de Jacinto Guerrero con libreto de Juan Ignacio Luca de Tena y Enrique Reoyo El huésped del Sevillano, que constituye un gran éxito en el Teatro Apolo.

El 10 de noviembre de 1926 se inauguró el Teatro del Círculo de Bellas Artes y se hizo con un programa de teatro clásico: el entremés La guarda cuidadosa de Cervantes, un acto de Peribáñez y el Comendador de Ocaña, de Lope; y El Manolo, de Don Ramón de la Cruz.

Y llegamos a los años treinta y a algo que va a analizar a fondo el profesor Huerta Calvo: el uso de los entremeses por La Barraca, el grupo estudiantil dirigido por Federico García Lorca. El grupo comenzaría sus girar por España en julio de 1932: Burgo de Osma, Soria, Agreda, Vinuesa…, con los entremeses de Cervantes: La cueva de Salamanca, Los dos habladores (cuya autoría se resuelve en el programa con “escuela cervantina”) y La guarda cuidadosa, con decorados de Santiago Ontañón, Ramón Gaya y Alfonso Ponce de León. En agosto de 1933 añadiría a su repertorio El retablo de las maravillas, con decorados de Manuel Ángeles Ortiz.

“El teatro es un gran bien para la república”, dice Don Quijote; pero esta Segunda República española no va a ver representado el teatro de Cervantes, más allá de los proyectos educativos dirigidos por Lorca y Casona. Durante las tres siguientes temporadas, desde 1933 a 1936, la relación de Cervantes con los teatros españoles queda en darles su nombre. Había teatros que se llamaban así en Tánger, Granada, Málaga, Sevilla, Segovia... incluso Buenos Aires; o Madrid, que ahora no lo tiene.

Curiosamente, la Guerra Civil va a suponer una de las más importantes recuperaciones del teatro cervantino en la primera mitad del siglo XX. En noviembre de 1936, Rafael Alberti y María Teresa León van a estrenar en el Teatro de La Zarzuela de Madrid una célebre versión de La Numancia.

En el otro bando, Luis Escobar, al frente del Teatro Nacional de la Falange, recurre a los clásicos para ofrecer grandes espectáculos en algunas ciudades, en espacios singulares como las portadas de algunas catedrales. Apenas tomada Barcelona, lleva al Teatro Tívoli, el 27 de febrero de 1939, un espectáculo compuesto por Las bodas de España, auto sacramental del siglo XVI; Los habladores, entremés atribuido a Cervantes, como ya hemos comentado, y Segundo pliego de romances, una selección de canciones y bailes populares.

Seis estrenos en los años cuarenta

Terminó la guerra y no parece que el teatro de Cervantes formase parte de la idea de Cultura oficial del nuevo régimen político. En la década de los cuarenta –no olvidemos que en 1947 se celebrarían los cuatrocientos años de su nacimiento–, solo podemos hablar de una gran producción relacionada con Cervantes. Cayetano Luca de Tena –que apuesta en su etapa de más de diez años como director del Teatro Español por el teatro del Siglo de Oro, en especial por Lope– llevaría a escena una adaptación de los capítulos de El Quijote que ocupa la novela El curioso impertinente. Pero antes de llegar a ese año, conviene mencionar que continúa la relación entre los entremeses de Cervantes y el teatro universitario o realizado por estudiantes.

Modesto Higueras, ayudante de García Lorca en La Barraca, incorpora en 1942 uno de los entremeses de Cervantes al repertorio del Teatro Español Universitario: La guarda cuidadosa, en un espectáculo que se completa con la pieza de Luis Quiñones de Benavente Los sacristanes burlados. La función se celebró el 8 de marzo de 1942 en el Teatro María Guerrero de Madrid, a beneficio de la Bolsa del Libro, en el día de Santo Tomás de Aquino. Dentro del mismo festival benéfico, Mariemma interpretó danzas de Granados, Halffter, Bretón y Larregla. La Tuna de Madrid también participó en el acto. Citamos estos detalles para ubicar en su contexto real esta representación, la primera de las que vendrían.

Sólo unas semanas después, el mismo TEU de Modesto Higueras volvería a representar a Cervantes: en esta ocasión, El Retablo de las maravillas, el 6 de mayo de 1942 en el Teatro Español de Madrid. Entre los nombres que deja aquella representación, la curiosa presencia de un joven figurinista llamado José Luis López Vázquez. [Fig. 2]

No es Cervantes, pero hemos de mencionarlo. Entre otras cosas, porque pocas obras relacionadas con el Quijote han tenido tanto éxito en España. Nos referimos a Dulcinea, de Gastón Baty, la primera producción de esta obra se pudo ver en una versión de Huberto Pérez de la Ossa con dirección de Luis Escobar, con un reparto estelar en aquellos días: Ana Mariscal, Manuel Arbó, Ángel María de la Fuente, Lola Bremón, Carmen Seco, José María Seoane, Manuel de Juan, Antonio Tardío, Carmen Medina, Carlos Muñoz, José Mérida y Juan Vázquez. El estreno tuvo lugar el 2 de diciembre de 1941 en el Teatro María Guerrero de Madrid. El éxito provocó su reposición el 10 de octubre de 1942, con la incorporación de nuevos actores al reparto: Ana María Noé, Guillermo Marín, Elvira Quintillá, Tota Alba, Diana Salcedo y Ángel de Andrés. [Fig. 3]

Dos años más tarde, el 30 de mayo de 1944, de nuevo en el Teatro Español de Madrid, aquel TEU de Modesto Higueras presenta La Cueva de Salamanca, con escenografía de Ubieta, figurines de López Vázquez y un reparto integrado por Maruja Recio, Carmen Bernardos, Lázaro Miguel, Serafín G. Vázquez, Manuel García, José Luis Monter y Jesús Galera.

Por fin, como hemos dicho, el 20 de noviembre de 1947, en el Teatro Español de Madrid, se estrena El Curioso impertinente, con dramaturgia de Alessandro de Stéfani y traducción de Tomás Borrás. La dirección corrió a cargo de Cayetano Luca de Tena, la escenografía fue de Emilio Burgos y los intérpretes eran los de la compañía del Español: Mercedes Prendes, Porfiria Sanchiz, José Rivero, Enrique Guitart, Adriano Domínguez, José Cuenca, José Santoncha, Alberto Bové y Jacinto Martín. [Fig. 4].

Una producción importante, pero sólo una. Lo demás, meritorios trabajos de estudiantes. Esta querencia del teatro universitario por los pasos y entremeses de los Siglos de Oro se deja ver también en Barcelona: el 30 de abril de 1948, en el Teatro Comedia de Barcelona, el Instituto del Teatro representó las siguientes piezas: La cueva de Salamanca, con dirección escénica de José Miguel Velloso; y El juez de los divorcios, con dirección escénica de Marta Grau y Arturo Carbonell; a estas piezas añadieron el tercer acto de Cervantes o la casa encantada, de Azorín y Sancho Panza, heredero, de José Franco Pumares.

Unos meses después, el 2 de noviembre de 1948, el TEU de Barcelona, dirigido por José Antonio de la Loma, presenta en el Teatro Romea de Barcelona un espectáculo titulado Vida del estudiante español, antología de sainetes, pasos y entremeses, compuesta por La carátula, Pagar y no pagar y El paso de la cazuela, de Lope de Rueda, La cueva de Salamanca, de Miguel de Cervantes y El maestro de rondar, de don Ramón de la Cruz. Contó con escenografía de Adolfo del Rey y los actores Carmen López, Carmen Poblet, Jesús Galilea, Jesús Ichazo, José A. Quirante, José Llasat, José María Nicolau, José Marroquí, José Sanz, Julio Costa, Lolita Sartorio, más los Coros y danzas de la Sección Femenina y la cobla Albert Martí.

Como suele pasar con los centenarios, los años siguientes al acontecimiento se pueblan de silencios. Ya se cumplió con el difunto, de modo que habrán de pasar siete años hasta que volvamos a encontrar alguna referencia. Será el 23 septiembre de 1955, en el Teatro Griego de Montjuich, de Barcelona, donde se vuelve a encontrar el uso de uno de sus entremeses dentro de un espectáculo cuya pieza principal nada tenía que ver. Nada menos que la Electra de Esquilo, que es acompañada por una loa, una jácara y el entremés El juez de los divorcios.

17 enero de 1957, en el Teatro Romea, de Barcelona se presenta una versión del Quijote firmada por Pedro Sanz Falguera, que contará con el aprecio del público y que tendrá larga vida, pues entra en el repertorio de Fernando Vallejo, actor con compañía propia desde los primeros años cuarenta. Tanto es así que volveremos a ver este montaje en abril de 1958 en el Palacio de la Música de Barcelona.

Ese largo silencio tras el centenario se rompe en el centro del país casi una década más tarde, pero a lo grande. En 1956 encontramos por fin una obra teatral –la misma, curiosamente, que había dirigido María Teresa León veinte años atrás, en plena guerra– de Miguel de Cervantes: El Cerco de Numancia, dirigida por uno de los grandes nombres del teatro español del último medio siglo, José Tamayo, un director de escena con los recursos necesarios para convertirla en gran espectáculo. En octubre de 1956 se representaba en la Plaza Mayor de Alcalá de Henares esta tragedia, con versión de Nicolás González Ruiz, decorados de Burmann y figurines de Burgos y Muntaño; y con un reparto encabezado por Manuel Dicenta, con Valeriano Andrés, Fernando Delgado, José Sancho Sterling, Maruchi Fresno, Javier Escrivá, Ana María Méndez, Lolita Lemos, Gloria Leal, Fernando Marín Calvo y un larguísimo etcétera.

Parece que La Numancia despierta: el 30 de diciembre de 1958, en el teatro Eslava de Madrid, encontramos una nueva puesta por una compañía llamada Teatro de Cámara La Comedia Española. Se trata de una refundición de Pedro Galán Bergua y José Jiménez Aznar con dirección escénica de Mario Villanova, interpretada por Emilio Traspas, Isabel Quiñones, José Luis Izaguirre, José Sánchez, Juan Fontán, María Villalta, Paco Cano, Patricia Bocardo y Raúl Gallo.

La Numancia aún tendrá otro eco muy especial al final de esta década: hablamos de una función escolar pero el lector entenderá hasta qué punto vale la pena recordarlo. Antonio Ayora había pertenecido en los años treinta a la TEA de Cipriano Rivas Cherif. Es muy probable, aunque no está documentado, que formase parte de aquella Numancia adaptada por Alberti y montada por María Teresa León. Ayora era en los cincuenta profesor de Literatura y montaba espectáculos con sus alumnos del Instituto San Isidro desde 1956. El 2 de mayo de 1959 volvió a aquella obra de Cervantes. De sus manos salieron jóvenes que han sido historia del teatro. Por ejemplo, en este montaje de La Numancia encontramos los nombres de unos muchachos de dieciocho años llamados Emilio Gutiérrez Caba, Manuel Galiana y Manuel Collado.

Y, claro, como siempre, quedaban los entremeses, como los representados el 15 de noviembre de 1959 en el Teatro María Guerrero de Madrid: La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa y El viejo celoso, a cargo del Teatro Español Universitario de Zaragoza dirigido por Alberto Castilla. Volveremos a mencionar a este joven director.

A veces, como ya hemos visto, estos espectáculos compuestos de piezas breves maridaban a Cervantes con extraños compañeros, como el 29 de enero de 1959 en Talleres del Metro de Madrid, donde la Compañía Teatral de Educación y Descanso presenta un espectáculo compuesto por Los habladores, de Cervantes; El zapatero filósofo, de Carlos Arniches y El soñador, de Eugene O’Neill. Mencionamos esta función amateur porque la dirección escénica corrió a cargo de Víctor Andrés Catena.

 

 

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