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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.2 · Cervantes y Lorca: La Barraca.


Por Javier Huerta Calvo
 

 

Cervantes en la poética teatral de García Lorca

Como es sabido, Lorca gustaba de dirigirse al público antes de las funciones. En general, eran intervenciones leídas y muy meditadas, que cumplían una función didáctica pero también estética, pues expresan de un modo muy claro las ideas del autor respecto al arte dramático. La intervención más completa y de mayor interés es la que  abrió las representaciones de La Barraca en el Paraninfo de la Universidad Central de Madrid (San Bernardo), el 25 de octubre de 1932. En ella manifiesta su admiración por una cultura como la española del Siglo de Oro que había sido capaz de articular visiones del mundo tan enfrentadas: “el clavel perfecto de Góngora” frente a “la tajada de melón de Murillo y de Juan del Encina”. Las correspondencias entre poesía, pintura y música quedan bien integradas en esa síntesis de los clásicos, Calderón frente a Cervantes:

De los colores costumbristas de Cervantes, donde recoge, ironizado y asimilado, toda la picante sexualidad de la época, hasta el auto de Calderón, está todo el ámbito de la escena y todas las posibilidades teatrales habidas y por haber.

Por el teatro de Cervantes se llega a la farsa más esquemática; él mismo tiene rasgos que hoy se pueden encontrar realizados en Pirandello. […]

Por el teatro popular de Cervantes está el camino humano de la escena; por el teatro de Calderón se llega a la evasión espiritual de todos los valores. Tierra y Cielo.

Tierra Cervantes, tierra pura, llena de jugos y de raíces y de olores y de ansia dramática de vuelo. Cielo Calderón y su teatro, cabeza inteligentísima donde sabemos que hay una paloma encerrada que algún día saldrá por la boca y se perderá por el aire, un aire gris, sin matices, antagónico de su poesía, todo columnas salomónicas.

Por eso el Teatro Universitario, al comenzar sus tareas, todavía modestas y reducidas y desde luego imperfectas, porque en ocho meses no se puede hacer otra cosa con muchachos que no son profesionales, ha elegido estos dos autores, norte y sur del teatro, con objeto de subir a lo alto de la escalera donde están los zapateros y las fregonas y mas mujercillas indecentes de don Miguel, no por baja indigna de estar alta, pues ya Goya la puso en el celo al pintarla en la cúpula de San Antonio de la Florida.

Este bifrontismo de la dramaturgia clásica que Lorca ejemplifica con tanto acierto en las figuras de Cervantes y Calderón es el mismo que advertimos en la propia obra de Lorca, quien gustó siempre de imágenes antagónicas para significar las muchas posibilidades que cabían en la escena: teatro al aire libre y teatro bajo la arena. En su creación Lorca tuvo muy en cuenta la diferenciación de géneros y, como los clásicos, cultivó la farsa y la comedia al lado del drama y la tragedia. Menciona aquí a figuras de los entremeses de Cervantes que aparecen en sus propias farsas.

Pero si en Cervantes se nota maestría serena en la creación y comprensión de los tipos, él jamás logra los arrebatos violentos de poesía que Calderón.

En 1933 presentaba así ante los alumnos de la Universidad Popular de la Federación Universitaria Escolar una función que constaba de La cueva de Salamanca, Los dos habladores y La guarda cuidadosa:

Vamos a representar para vuestro deleite tres entremeses del gran poeta don Miguel de Cervantes, padre del idioma que todos habláis.

Estas tres obritas son tres joyas en las que se nota la maestría del poeta que trabaja con alegría y con altura. Es decir, dominando el tema. Esta sensación de dominio, de caliente frialdad, la tiene Cervantes como la tiene Goethe. Es la facultad de ir guiando los asuntos por un cauce previsto sin que jamás falte el temblor misterioso de lo inspirado. Alameda plateada con estilo personal donde el poeta permite que entre un viento de no se sabe dónde.

Cervantes trabaja con su plano ya hecho y por eso asombra la sensación de cosa inspirada, de dalia nacida, que corre por toda su obra fresquísima.

Y desde luego no es arqueología, no es viejo, no está pasado. Estos entremeses están vivos, como acabados de hacer, y yo he visto su efecto siempre despierto en los públicos de aldeas y de ciudades donde nació la escena y las normas con las que vive y vivirá.

Trama y lenguaje de farsa humana eterna con los mismos perfiles inalterables en autores posteriores, ya se llamen Molière o Pirandello.

Farsa y norma que llega a ser como el tuétano del verdadero teatro, gráfico de hueso donde la máscara día y noche llora y sonríe desde la aorta griega.

Al contraponer a Calderón, “poeta del cielo”, con Cervantes, “poeta de la tierra”, Lorca estaba mostrando un propósito integrador de visiones opuestas (García Lorca, 1932d). Compárese esta visión integradora de la cultura clásica con la que, por ejemplo, había mantenido Valle-Inclán, al despreciar a Calderón, y nos daremos cuenta cuenta del alcance revolucionario que tuvo la propuesta de Lorca en cuanto a la lectura de los clásicos; un ejemplo, incluso, para tiempos más recientes donde el teatro del Siglo de Oro mereció la condena de muchos por considerarlo reaccionario e, incluso, afín a la política del franquismo.

 

 

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