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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.2 · Cervantes y Lorca: La Barraca.


Por Javier Huerta Calvo
 

 

La cueva de Salamanca

Reparto10

Pancracio

Joaquín Sánchez Covisa

Estudiante

Alberto González Quijano

Figurines y decorados

Santiago Ontañón

Aunque de los decorados de esta pieza se ocupó Santiago Ontañón, apenas se hizo modificación alguna sobre el de Los dos habladores. Pero la aportación plástica de García Lorca fue más relevante que en otras ocasiones, pues se conservan cuatro figurines dibujados por él correspondientes a Leonarda [Fig. 6], Pancracio [Fig. 7], el Barbero [Fig. 8] y el Estudiante. “Buscaba Lorca –afirma Plaza Chillón– romper las fronteras divisorias de los distintos dominios del arte, investigando una obra que integrara sus posibilidades en una sola y en una única unidad de expresión” (2001, p. 202), próximos en el diseño “a aquellos figurines picassianos que realizara para los ballets russes de Diaghilev” (Plaza Chillón, 2001, pp. 201-202). El figurín de Pancracio, el marido bobo, lleva esta anotación: “traje gris muy ajustado, / botas de cuero, capa azul”. Va adornado con un sombrero de ala ancha o chambergo, unos quevedos y una poblada barba. El figurín de Leonarda es más aparatoso: “traje de pana [tachado: tela negra] / grandes borlas / peinado con / alto copete gola azul / borlas y adornos de tela / blanca ribeteada de agremán negro”11. El del Estudiante es un “traje naranja / pálido. / Capa encarnada / con los picos también / encarnados. Sombrero negro / con la cuchara en oro.” El del Barbero lleva solo esta escueta leyenda: “zapato azul / negro”. Es un precioso vestido cuya chaqueta va cruzada con una banda que lleva unas líneas quebradas y sobre los hombros dos chorreras. El figurinista ha exagerado la dimensión de los hombros, sin duda para subrayar la masculinidad de este personaje entremesil, siempre asociado a sus correrías amatorias12. Solía acompañarse casi siempre de una guitarra, como ocurre con el Cocoliche de la Tragicomedia, donde aparece “envuelto en una capita verde oscura con agremanes negros”.

De los tres primeros entremeses La cueva de Salamanca es el de trama más picaresca y erótica; una buena oportunidad para indagar en el asunto de los cuernos, omnipresente en las obras farsescas de Lorca. El anónimo cronista de La Libertad destacaba la escena con el frenético baile del Sacristán, “una delicia de acierto, interpretación y sentido de ritmo artístico y expresión teatral” (Anónimo, 1932c, p. 6). Parece ser que el baile era más pantomímico que cantado, “porque la obra en sí –como señala Luis Sáez de la Calzada– es pura música de palabra, de pequeños demonios y de estómagos vacíos” (1998, p. 314).



10 No hay noticia del resto del reparto.

11 Plaza Chillón lee erróneamente “apernán” en lugar de agremán.

12 Recuérdese otros retratos similares: “Tengo los ojos puestos / en un muchacho, delgado de cintura, moreno y alto”, se dice en la Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita.

 

 

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