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1. MONOGRÁFICO

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1.9 · Dos reflexiones acerca de Cervantes en un escenario japonés


Por Yoichi Tajiri
 

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Ilustración


Dos reflexiones acerca de Cervantes en un escenario japonés

Yoichi Tajiri
Profesor emérito de la Universidad Kansai Gaidai
Traductor y dramaturgo de la Compañía KSEC ACT (Japón)

 

1. ¿Exige el patriotismo morir por la patria?
--- para representar Numancia como teatro contemporáneo---


La palabra japonesa “kamikaze” ya existía antes de la II Guerra Mundial. KAMI significa dios o dioses, y KAZE equivale a viento. Entonces kamikaze quiere decir “viento de los dioses”. Históricamente, los japoneses experimentamos por dos veces los vientos de los dioses en el siglo XIII cuando la dinastía Yuan (antigua China) intentó invadir Japón. En ambas ocasiones soplaron tifones tan fuertes que la flota de Yuan se hundió en el mar y los soldados chinos no pudieron desembarcar en Japón. Desde entonces consideramos que el viento de los dioses nos protege siempre, porque Japón es el país preferido de los dioses.

Al final de la Guerra Mundial, frente a la abrumadora fuerza militar de EE.UU., la jefatura militar de Japón tomó como táctica de ataque la de estrellar un avión con 500 toneladas de bombas contra los buques americanos. Para dotarla de cierto sentido religioso bautizó como Kamikaze este cuerpo especial. Además, los caídos en combate eran considerados almas benditas y heroicas, exactamente como mártires. ¿Y con esta táctica los dioses protegieron al Japón? No lo parece: De los 2.500 aviones que salieron solo se estrellaron con la armada enemiga 250, apenas un diez por ciento. Y al terminar la guerra habían muerto 2.300.000 soldados en los campos de batalla y 800.000 civiles (incluidas las víctimas de Hiroshima y Nagasaki).

En 1966, cuando fui a España por primera vez para estudiar en la Universidad Complutense de Madrid, vi Numancia de Miguel Narros. Fue la primera obra que vi en el Teatro Español. Antes de salir de Japón, en la clase de la historia de la literatura española había escuchado que durante la Guerra Civil se había puesto en escena Numancia bajo la dirección de Rafael Alberti durante la defensa de Madrid, por lo tanto me sorprendió que se representara Numancia en el régimen de Franco. Aquella representación me causó una gran impresión; sobre todo, por el uniforme nazi de los soldados romanos y un reloj de pared que los numantinos llevan a la plaza cuando queman todos sus bienes. Sentí profundamente que tenía que hacerse así a la hora de modernizar una obra clásica: no reproducir rigurosamente una escena clásica tal como era, sino recrearla con audacia como teatro contemporáneo del siglo XXI.

Pero, francamente, debo confesar que no entendí por qué al final los numantinos se mataban. Me preguntaba si debido a la situación apurada por el cerco de los romanos los numantinos se obnubilaron y se abandonaron a la desesperación sin salida. O si pensando en la igualdad de ambos sexos, prefirieron matarse en el pueblo a morir en batalla donde solo podían perecer los hombres. O tal vez ¿para decidir su suicidio se les ocurrió la excusa de morir con honor? Con solo 23 años, no pude encontrar ninguna repuesta.

Cuarenta años después, o sea en julio de 2006, tuve la oportunidad de representar “El amor de Don Perlimplín” de García Lorca en el teatro de la Abadía. Después del estreno, la Embajada de Japón en Madrid nos agasajó con una recepción. En esa fiesta se me acercó Emilio Hernández, entonces director del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, y me preguntó:

– ¿Qué obra piensas llevar a Almagro?

Hasta entonces la Compañía KSEC ACT había puesto en escena en Almagro La vida es sueño (2002) y Don Quijote (2005). Le contesté:

– Puedo llevar La Celestina porque ya la hemos representado en Japón este mayo pasado, pero me está rondando la idea de realizar la puesta en escena de Numancia.

Y Emilio me contestó enseguida,

– Estoy de acuerdo con vuestra Numancia. Como 2008 es el año de la mujer, La Celestina es para ese año. Para el año que viene contamos con Numancia.
– Pero, Emilio, todavía no he traducido Numancia ni he hecho la versión para la Compañía.
– Para ti eso no supone dificultad alguna.
– Nuestra compañía cuenta solo con 10 actores. No sé cómo podría dramatizar con ellos una obra en que salen 30 personajes.
– Ya te lo he dicho: tú puedes hacerlo sin dificultad.

Y así quedó apalabrado el contrato provisional con el Festival de Almagro. Para mí era, sin lugar a duda, una situación apurada, pero no tenía otra salida: no podía abandonarme a la desesperación. Además para mí no era posible una muerte con honor.

Me dediqué un verano completo a traducir Numancia en japonés y desde septiembre tuve que pensar bien la versión conveniente para que nuestra compañía japonesa la representara en España como teatro actual.

 

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