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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.9 · Dos reflexiones acerca de Cervantes en un escenario japonés


Por Yoichi Tajiri
 

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Me puse a analizar la estructura dramática de Numancia en la situación teatral del siglo XVI, según la cual la escribió Cervantes atendiendo al montaje escénico, la facultad de interpretación de los actores y la capacidad de apreciación de los espectadores de la época. Mediante ese análisis se pueden encontrar en Numancia los elementos inconvenientes para representarla en el siglo XXI.

Inmediatamente podemos notar la presencia de personajes alegóricos como España, el Duero, Tres riachuelos, la Guerra, la Enfermedad, el Hambre y la Fama. Son muy abstractos y arcaicos, con un fuerte sabor medieval. Sus parlamentos son demasiado largos, y sin embargo carecen de la fuerza declamatoria de los de Tirso de Molina o Calderón de la Barca. En general podemos decir que los diálogos de las comedias de Cervantes son duros y rígidos y no llegan a los oídos de forma fluida como los de las obras de Lope de Vega o de otros poetas de Siglo de Oro. Parece como si escucháramos un discurso de Cervantes. Personalmente no me gusta finalizar Numancia con las palabras de la Fama. Prefiero terminar la obra con una acción dramática. Me atrevo a decir que el dramaturgo no ha de embriagarse con sus propias palabras. Debe tener confianza en la creatividad de los actores.

Al hilo de esto, debo decir que me llama mucho la atención el absolutismo del teatro del Siglo de Oro. Siempre terminan las obras con el juicio del rey que encarna la justicia absoluta. En Numancia Cervantes enaltece a Felipe II, por boca del Duero al terminar la primera jornada diciendo:

Pero el que más levantará la mano
en honra tuya y general contento,
haciendo que el valor del nombre hispano
tenga entre todos el mejor asiento,
un rey será, de cuyo intento sano
grandes cosas me muestra el pensamiento:
será llamado, siendo suyo el mundo,
el Segundo Filipo, sin segundo.

¿Por qué Cervantes alaba a Felipe II? Porque era lo habitual del teatro de Siglo de Oro. Pero a quienes vivimos en una sociedad democrática que admite variedad de valores nos choca fuertemente ese pensamiento absolutista. Así es que opté por eliminar todos esos personajes alegóricos.

Otra cosa que llama la atención es que en Numancia se repiten escenas con el mismo tema. Ciertamente hay un desarrollo dramático. Por ejemplo, hay dos escenas de adivinación: los sacerdotes que hacen ofrendas a dioses extranjeros y la escena de Marquino. ¿Cuál dará mejor efecto dramático, arrebatar las ofrendas o resucitar al muerto? Decidí prescindir de la escena de los sacerdotes. También el encuentro entre los embajadores de Numancia y el general romano Cipión (Escipión) se repite dos veces. Me pregunté: ¿cuál creará más tensión dramática, el tratado de paz o el desafío a combate singular? Entonces en mi versión no salen los embajadores de Numancia. Gracias a eso la duración de nuestra función es de una hora y media más o menos.

Los episodios que no quiero ni puedo omitir son tres. El primero es el amor de Marandro y Lira, que es un amor purísimo entre hombre y mujer. El segundo es la amistad de Marandro y Leonicio, que es amor honesto entre hombres. El tercero es el amor de la madre que agotada la leche de sus senos se los muerde para dar de mamar sangre a su hijo, que es el amor sincero entre madre e hijo. Pensé que describiendo apropiadamente estas formas de amor, podría representar sobre el escenario el horror de la guerra inhumana. Quería hacer una obra que no fuese un canto al patriotismo o la muerte heroica, sino una denuncia de que la guerra, por cualquier razón que sea, es un asesinato. El derecho a vivir en paz es un derecho humano fundamental; la guerra es un crimen que el hombre no debe cometer. Personalmente pienso que la guerra no es solución a ningún conflicto; que es preferible una solución diplomática a una solución bélica y que debemos esforzarnos para que no haya más guerras. Esto es sabiduría humana.

A propósito, después de la derrota de la Guerra Mundial, Japón promulgó en 1946 su Nueva Constitución cuyo noveno artículo dice así:

Aspirando sinceramente a la paz mundial basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación, y al uso de amenazas y fuerza militar como medios de resolución de conflictos internacionales.

Para lograr dicho objetivo, Japón no tendrá ni mantendrá nunca un ejército, de tierra, mar o aire, ni ninguna otra fuerza militar. Japón no reconoce el derecho de beligerancia.

Creo que ningún otro país tiene una Constitución parecida.

Pero volvamos a nuestra versión de Numancia. Todavía quedaba por solucionar un gran problema: cómo dramatizar Numancia como teatro contemporáneo y cómo trasladar la escena de España a Japón. Consulté con el director de escena qué arreglo dramático usar para trascender el espacio y el tiempo. Entonces el director propuso que la obra empezara con un empleado de mediana edad ante quien, al volver a casa, aparece de repente la desolación de un campo de batalla. Me pareció una propuesta interesante y de acuerdo con ella versioné la Numancia de KSEC ACT con el empleado como narrador y con 10 actores que actúan unas veces como determinados personajes y otras veces como coro.

Un hombre de mediana edad que lleva una vida rutinaria. Vive agotado y vagando pero no puede salir de la cárcel cotidiana. ¿Cómo es su cárcel? Él no lo sabe pero se siente encerrado en una jaula. Sólo sabe que está cansado. De regreso a casa suena su móvil. Es una llamada de su familia. Contesta que va de regreso a casa, y bruscamente ante su vista aparece un paisaje de ruinas encendidas por una bomba atómica. El móvil que solo le servía para recibir órdenes, ahora se convierte en una máquina que le lleva a otro mundo y a otro tiempo. Así, el empleado medita sobre la dignidad de vivir y la insignificancia de la muerte.

Los numantinos actúan con un traje de hule gris que pesa más de 20 kg y que dificulta sus movimientos. Pero no envuelve sus cuerpos, sino que les queda en una forma triangular como si fuera una plomada. Los actores realizan su interpretación soportando ese peso, la presión de vivir. Como los numantinos que por la crueldad del ejército romano ya no tienen horizonte, viven aguantando la presión de vivir. Pero aun en esa vida realizan su amor: amor purísimo entre hombre y mujer, amor honesto entre hombres y el amor sincero entre madre e hijo. El empleado y naturalmente los espectadores ven en el escenario a los numantinos en una situación límite y piensan si vivir tiene significado, o si por el contrario lo que lo tiene es morir. Acentuando la locura de la guerra se representa el sinsentido de la misma, y se proclama un mundo donde el patriotismo y la muerte por honor no existan más. Y así se completa nuestra Numancia. Porque queremos vivir en paz. Porque debemos vivir en paz.

 

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