A pesar de las dificultades con el elenco, cuando llegaron a Madrid, lo hicieron precedidos de una fama que encontraba su razón de ser no sólo en el cartel, sino también en las condiciones de la compañía, en la modernización del teatro, iniciada con mejoras en la iluminación del teatro Eslava y continuada con el cuidado general de la puesta en escena. El periódico El Imparcial se hacía eco de esos aspectos tan cuidados en la presentación, como la presencia de “cuadros de Romero de Torres y de Ignacio Zuloaga y escultura en plata de Julio Antonio” (15.11.1916, p. 2). Atrás quedaba un periodo difícil en el que Martínez Sierra había aprendido, entre otras cosas, las enormes diferencias que había entre el teatro que conocía y el entonces llamado teatro de provincias:

Niña mía: Reus es el paraíso de las moscas: no le dejan a uno tranquilo ni un segundo: sobre todo desde que amanece: yo no me despierto del todo, pero sueño que me están molestando. Sigue el calor horroroso. Recibí carta y telegrama: yo también tuve descomposición de vientre, me metí en el retrete y no salí hasta que se acabó: decididamente no volvemos a comer langosta: sin duda nos hace daño aunque esté fresca. Anoche sólo hicimos quinientas pesetas: es una buena entrada dadas las circunstancias: bastaría con el calor que hace: no sé cómo se decidió nadie a ir. No te había dicho, para no asustarte, que el público de Reus es de los que patean y llevan cencerros al teatro: ellos mismos lo dicen como si fuera una gracia: Además les gustan los dramas furibundos por lo cual pasé un poco de miedo. Aunque se hicieron pocas pesetas, había mucha gente porque las localidades son muy baratas. Muchos soldados, sobre todo, que sólo pagan treinta céntimos y todos los palcos plateas ocupados. Amanecer gustó absolutamente: silencio religioso como en Madrid durante toda la representación y muchos aplausos al acabar los actos. Yo no salí hasta el final porque quise hacerme desear: me hicieron una ovación de las grandes. Y eso que la interpretación fue regular en conjunto. Lo cual quiere decir que la obra tiene una fuerza grandísima. Borrás encantado. (Checa Puerta 1998, carta 23)

Tras estos meses de frenética actividad, la Compañía Cómico-Dramática Gregorio Martínez Sierra debutaba en el teatro Eslava el 22 de noviembre de 1916, con la obra El reino de Dios, cuyo programa de mano no solo puede considerarse una declaración de principios, sino el manifiesto del Teatro del Arte:

Esperamos hacer pensar a ustedes casi siempre, sin aburrirles casi nunca. Pueden ustedes asistir a una escuela, donde los mejores ingenios del mundo pasado y presente, irán desenvolviendo para ustedes su personal -tantas veces genial- interpretación de la vida; porque, lo mismo que en los géneros, no ha de haber exclusión ni prejuicio en la elección de los autores. Todos los modernos de España, a quienes ya están ustedes acostumbrados a admirar; algunos a quienes aún no han tenido ustedes ocasión de aplaudir; varios de los antiguos; no pocos de los de otras tierras… (Reyero Hermosilla 1980).