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NÜM 4

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4. EFEMÉRIDE

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4.1 · Cien años del Teatro de Arte


Por Julio Enrique Checa Puerta
 

 

Tras esta declaración de intenciones, un somero repaso al repertorio ofrecido nos dará cuenta de los logros alcanzados y de la evolución del proyecto. Los datos ofrecidos por la contabilidad de la empresa, que no varió el precio de las localidades durante las temporadas que hizo en el Eslava, nos permiten valorar no sólo la selección de textos y de propuestas escénicas, sino también el grado de aceptación recibido por parte del público, no siempre coincidente, como sabemos, por el expresado por la crítica. Así, en la primera temporada destacaron montajes como El reino de Dios, Para hacerse amar locamente, Casa de muñecas, La dama de las Camelias, Domando la Tarasca, las pantomimas El sapo enamorado y El Corregidor y la Molinera, la escenificación de la película Christus y la conferencia titulada Solo para Mujeres. No debe pasarse por alto el hecho de que se ofrecieron más de veinte títulos diferentes a lo largo de toda la temporada, lo que daba cuenta no solo del modelo de producción escénica habitual en los teatros de este período, sino también de la propia versatilidad de la compañía. Por no resultar excesivamente prolijo, me limito a subrayar algunos de los espectáculos más relevantes de las temporadas siguientes, que me permitirán hacer una valoración de conjunto sobre la trayectoria y ofrecer algunas conclusiones. Según esto, destacarían comedias de Gregorio Martínez Sierra como El sueño de una noche de agosto, El corazón ciego, o Don Juan de España [Fig. 10]; algunas piezas cómicas de Carlos Arniches, como No te ofendas, Beatriz o La chica del gato; algunas obras del repertorio extranjero, como Casa de muñecas de Ibsen y el Pigmalión, de Bernard Shaw; así como algún montaje significativo del teatro poético, como El pavo real [Fig. 11] firmado por Eduardo Marquina, más el estreno de algún drama de autoría novel, como la Santa Isabel de Ceres, de Vidal y Planas, y algunos espectáculos de música y bailes, como Kursal o París-New York, que obtendrían igualmente un notable éxito. Tampoco estaría de más subrayar el fracaso del primer estreno de Federico García Lorca, El maleficio de la mariposa, que solo consiguió mantenerse durante cuatro días en escena, o valorar el éxito de una iniciativa como El Teatro de los Niños que consiguió unos excelentes ingresos con espectáculos como el Viaje a la isla de los animales [Fig. 12]. De todo lo anterior se desprende que el género que más beneficios reportó fue la comedia, especialmente la de autoría española, mientras que el repertorio extranjero no llegó nunca a obtener un reconocimiento excesivo. Esto fue provocando la elección de un repertorio hecho cada vez más a la medida del lucimiento de Catalina Bárcena, aunque nunca faltaron otro tipo de espectáculos que daban buena cuenta de la inquietud del empresario, pero que parecían no bastar a una crítica que progresivamente iría volviendo la espalda a muchas de sus propuestas.

A pesar de esto, la mayor parte de los textos de crítica suelen coincidir en señalar que la contribución como empresario de Gregorio Martínez Sierra al teatro español del siglo XX fue enormemente positiva. Es casi lugar común reconocer el notable impulso que el teatro español recibió desde las tablas y los despachos de Eslava y son varios los puntos de coincidencia, como el reconocimiento de la habilidad de Gregorio Sierra como gestor, su interés por la escena extranjera, el cuidado de la puesta en escena y la búsqueda de nuevos lenguajes expresivos. Entre los que criticaron su labor al tiempo que esta se llevaba a cabo podemos citar nombres tan importantes como el de E. Díez-Canedo, quien prestaba atención al conocimiento que Gregorio mostraba sobre el desarrollo del teatro moderno. Algunos críticos, como es el caso de Estévez-Ortega, destacaron el contacto que Martínez Sierra mantuvo con el público a partir de la nueva dramaturgia y del eclecticismo. Algunos fueron un tanto más críticos y, sin dejar de reconocer el valor del trabajo de Martínez Sierra, no pasaron por alto su dependencia de la taquilla. Probablemente, los dos críticos más duros a la hora de enjuiciar la labor de Martínez Sierra fueron Enrique de Mesa y José de Laserna. El primero de ellos se lamentaba, atinadamente, de la pérdida de brío que había ido sufriendo progresivamente el Teatro de Arte. Es preciso observar que esa pérdida de calidad no se tradujo exactamente en un menor poder de convocatoria entre el público. En cuanto a José de Laserna, no es difícil comprobar cómo fue endureciendo sus críticas en El Imparcial a medida que el valor de los espectáculos fue disminuyendo, es decir, a partir del año 1923. Tras la guerra civil, el nombre de Martínez Sierra formaría parte de los muchos silenciados en la prensa de los años cuarenta; pero a partir de los años cincuenta se recuperó la visión positiva de la empresa de Eslava y algún crítico se lamentaba del poco interés que ya por esos años suscitaba en los medios teatrales, a pesar de la importancia y la significación del Teatro de Arte, según subrayaran críticos como Matilde Muñoz (Muñoz 1948) y Santiago Melero (1956), o actores, como Manuel Dienta (1955). Otros trabajos más recientes han ido subrayando el interés de esta iniciativa, como encontramos en los ensayos firmados por Guillermo Díaz-Plaja (1973), Carlos Reyero Hermosilla (1980), José Carlos Mainer (1983) o María Francisca Vilches de Frutos y Dru Dougherty, ya en los años 90 (Dougherty y Vilches de Frutos 1990; Vilches de Frutos y Dougherty 1997), y todos coinciden, en líneas generales, en subrayar la importancia que tuvo esta experiencia teatral impulsada por Gregorio Martínez Sierra, quien se esforzó por encontrar una estrategia artística y comercial que permitiera aproximar la escena española a algunas de las propuestas escénicas más renovadoras del momento y provocó diferentes debates que todavía resultan muy recurrentes en la escena española actual, lo que justifica sobradamente su recuperación.

 

 

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