Sin embargo, es importante notar la relación entre la zarza ardiente y La Anunciación del Greco, visible en el hecho de que el convento construido sobre el monte donde se cree que apareció la zarza fue nombrado “La Iglesia de la Anunciación”. Acerca de La Anunciación observamos que, en cada representación artística de la misma, hay pintada una canasta frente a una zarza ardiente. Esto muestra que para los cristianos y su arte hay un vínculo fuerte entre la zarza ardiente y la Anunciación en el hecho de que las dos escenas representan la esperanza de salvación, sea para los israelitas en Egipto por medio de Moisés o para los judíos y gentiles, siglos después, por la gracia de la Anunciación, que anuncia la llegada Jesús. Tan importante y popular es la Anunciación para la religión cristiana que El Greco pintó varias interpretaciones del evento divino para el Colegio de Nuestra Señora de la Encarnación en Madrid5. Prefigurando las acciones de los salvaguardias del Prado frente a la rebelión de los nacionalistas, el Colegio desmontó y escondió el retablo (un grupo de tres pinturas para el altar de la iglesia) durante la ocupación francesa. De los siete cuadros que tenían, el más famoso está en el Museo del Prado, y la falta de información detallada sobre los otros lienzos del Colegio permite que el dramaturgo construya su drama basando una parte de él en la historia y otra en el misterio sobre lo que pasó con los otros cuadros. De esta manera, Buero nos deja creer que la obra que Plácido guarda y vigila en Puebla del Zarzal es nada menos que una de las rendiciones perdidas del Colegio [Fig. 5].

Al avanzar con nuestro enfoque en lo perdido y lo preservado, hace falta añadir que el texto menciona la estatua de Lope de Vega junto a la Biblioteca Nacional y describe cómo fue dañada cuando la cabeza de Lope fue arrancada por un fusil de los nacionalistas [Fig. 6]. Simbólicamente, aquella acción muestra que se ha perdido el respeto por el arte, la cultura y la historia de España, ya que Lope fue el dramaturgo de más renombre del Siglo de Oro. En la ruina de la estatua y las noticias de los ataques al Museo de Prado, yace implícito el temor a la potencial destrucción de la Biblioteca Nacional. Los ciudadanos de la República eran realmente conscientes de la destrucción de palacios, museos y el Alcázar de Toledo, y como si fuera poco, también al Prado le tocó sufrir los ataques de la Legión Cóndor de los alemanes. En esos bombardeos de los rebeldes resalta una distinción entre las facciones. No es cierto que los dos bandos hayan cometido ofensas igualmente repugnantes. Los ejércitos de Franco y Mola lucharon contra la herencia y tradición cultural de España, que los republicanos intentaron salvar. Como Plácido comenta, “Y por lo que yo sé, en nuestra zona se intenta proteger el tesoro artístico, en vez de lanzar bombas incendiarias al Museo del Prado o cargarse en Guadalajara el maravilloso salón de Linajes del Palacio del Infantado, como han hecho esos aviones facciosos (48).

El arte en peligro inmediato es el cuadro del Greco en la tierra de nadie. Como símbolo máximo de lo perdido o casi perdido tenemos La Anunciación. Hay que recalcar lo singular de este cuadro y lo que representa para el arte occidental. El cuadro de La Anunciación en el Prado se estima como “la obra más representativa del arte y la cultura de España”. Muchos consideran al Greco como “la figura principal en la gran tradición del arte español”. “Fue el único artista en competir con Van Gogh y Turner para la elección a ser el artista más grande de la historia del arte occidental” (Horsley, 1). “Sus obras maestras en la actualidad no tienen semejantes”. Nadie menos que Picasso mismo lo estimó “el español quintaesencial” (Ibíd.). Irónicamente, no se reconoció la grandeza e importancia de las obras del Greco en la época en que vivía. El gran maestro fue rescatado del olvido por un ávido grupo de colectores, críticos y artistas del siglo XIX para asumir su posición como uno de los miembros selectos del panteón moderno de grandes pintores (Ibíd.). Sin duda, informado sobre esta historia del Greco perdido por tres siglos, Buero Vallejo inserta otro plano de textura al drama que es, en efecto, un mise en abyme: los tres protagonistas del texto literario tienen la misión de salvar un cuadro pintado por un artista actual que fue relegado al silencio de la historia y restituido a su merecido estado por un grupo con motivos semejantes a los de Plácido, Lola y Damián. Tal como aquel grupo de colectores del siglo XIX salvó al Greco, Plácido va a rescatar una obra maestra pintada por el cretense para continuar su legado [Fig. 7].