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NúM 6
2. VARIA
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2.1 · RECEPCIÓN DE LA OBRA DE CHARLES MAURICE DONNAY EN LA ESCENA ESPAÑOLA DE FIN DE SIGLO


Por Diana Muela Bermejo
 

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3. La representación de los dramas de Donnay en España

Además de estar siempre presente en la prensa española de Fin de Siglo, la recepción Donnay en España fue sustancial para la renovación teatral por lo que respecta a los dramas representados en la península. Dejando aparte los arreglos y traducciones (pues su legitimidad era dudosa) las obras del parisino fueron traídas casi siempre por compañías francesas e italianas y la más representada en años sucesivos –y la que mejor conoció el público por la prensa– fue una de las primeras: Amants [Fig. 4].

La primera compañía que trajo una obra de Donnay a Madrid fue la de M. Henry Burget la noche del sábado, 26 de diciembre de 1896 en el Teatro de la Princesa. Llegaron a la capital procedentes de Lisboa y representaron ese día y el siguiente el que había resultado un completo éxito en París y en Portugal: Amants. Los actores principales –Margarite Rolland y Henry Bourget– iban acompañados de otros conocidos del Vaudeville, Gymnase, Ambigú, etc. y gozaron del favor del distinguido público, especialmente interesado, además, en la presentación de las toilettes (Anónimo, “Noticias de espectáculos”, 1896, 3).

La obra creó cierta polémica entre la crítica y los espectadores: estos se indignaron por las escenas “escabrosas” del drama, pues asuntos privados (amorosos y sexuales) eran tratados con demasiada naturalidad, a pesar de que algunos periodistas –entre ellos, Gil Blas de Santillana– la defendieron por presentar en escena una casuística muy real y, sobre todo, por conformarse como un modelo para seguir y renovar lo caduco de la escena española.

Los críticos resaltaron, no obstante, la benevolencia con la que, en general, el público español trataba a las compañías extranjeras: todos ellos concordaron que, de haberse representado esta obra como española, sin duda hubiese sido abucheada. Resaltaron el ingenio de los diálogos y dejaron constancia de que había sido ya traducida en España (Anónimo, “Teatro Moderno”, 1896, 2; Ch., 1896, 2; Anónimo, “Teatro moderno”, 1896, 3; Gil Blas de Santillana, 1897, 1).

Habrá que esperar dos años, hasta marzo de 1899 para que se volviese a representar Amants en España. La compañía encargada de dar vida al drama fue la de la actriz italiana Teresa Mariani, quien gustó mucho al público. Volvió con la misma obra el 3 de febrero de 1900 en el Teatro Novedades y fue a Barcelona también al año siguiente6 y, a partir del sábado 14 de abril de 1900 regresó a la capital con Amants de nuevo (representada el 9 de mayo de ese año) y con La Douloureuse [Fig. 5].

De todas estas representaciones las críticas fueron positivas y, en lo negativo, similares a las del primer estreno: elogios a la finura de la presentación psicológica de los personajes y a los diálogos –incluso a pesar de que éstos eclipsaban la trama–. La falta de decoro de la que se le había acusado en la primera representación fue, en este caso, compensada por la elegancia en el tratamiento de los temas y por la reflexión moral que suscitaba.

La actriz, en todas las ocasiones, recibió aplausos y alabanzas por su naturalidad y coquetería, bien complementada por el actor principal: Zampieri. Zeda insistió en la necesidad de este tipo de obras, pues nada de lo que mostraban se alejaba de la realidad y, además, al otorgar primacía al diálogo sobre la trama, lograba el autor expresar frases reveladoras. Arimón, en cambio, consideró la obra por este mismo motivo algo monótona (interesantes aunque escabrosos los dos primeros actos, repetitivos los tres últimos) (Zeda, 1900, 1; J. A., 1900, 3).

Hasta abril de 1902 no volvieron las compañías extranjeras con obras de Donnay. Ese mes, la noche del 16 de abril, la compañía italiana de Bianca Iggius representó en el Teatro de la Comedia Amants, junto a los otros dos actores principales: Bertini y Robert. Esta vez la obra creó opiniones diversas: algunos pensaron que la actriz no se adecuaba al papel protagonista (que sería mejor representado por una francesa) y otros, por el contrario, juzgaron como idónea la interpretación de la dama por representar a la perfección lo que en París se denomina m’enfichisme y, sobre todo, por su encanto y belleza.

Cabe destacar, también, que el público esta vez no fue demasiado numeroso –parece que fueron los que llamaban “aristócratas viernistas” (abonados a los “viernes de moda”, de precios elevados)-, quizá porque conocían ya la obra, quizá por el idioma o porque el número de representaciones no fue tan amplio como en las otras ocasiones (Anónimo, “Blanca Iggius”, 1902, 1).

El 20 de julio de 1902 se dio noticia de la llegada de la Compañía de Tirso Escudero a Santander y, después, a Bilbao, regresando a mediados de septiembre a Madrid donde arreglaron, entre otras, La Dolorosa de Donnay. Los arreglistas fueron los Francos Rodríguez y González Llana.

Por fin, el 11 de noviembre de 1902 llegó la compañía de la Bartet a España y permaneció seis días en el Teatro de la Zarzuela, representando obras de dramaturgos franceses coetáneos, entre ellos Donnay, del que llevó a las tablas Le Torrent, a beneficio, cerrando la campaña (Anónimo, “Espectáculos. Madrid”, 1902, 3) [Fig. 6].

La compañía fue después a Lisboa y a Bilbao, para terminar regresando a París el 24 de noviembre. Era la primera vez que se representaba esta obra en Madrid y, al parecer gustó al público, a pesar de que muchos opinaron que era materia para ser leída. La actriz y su compañero Le Bargy encandilaron a todos, no así el resto de la compañía, que no pareció más que correcta. En cuanto al asunto, las opiniones fueron similares a las de Amants, pero las reflexiones se centraron más en el tratamiento de la mujer que en el del conflicto amoroso. Fernández Villegas planteó un defecto del drama: para él el error estaba en el planteamiento del problema: conquistar la felicidad a través del adulterio no debería ser un derecho sino una grave falta.

Esta opinión suscitó cierta polémica, pues críticos como Vicente Sanchís (Miss-teriosa) reivindicaron la lógica que seguía el argumento hasta su fatal desenlace y otros, como Perfecto Caballero, se mantuvieron en la línea de Zeda, la calificaron de “dégoutante” (L. Z., 1902, 2; Zeda, 1902, 1; Miss-Teriosa, 1902, 3; Perfecto Caballero, 1902, 10-11) por la falta de moralidad que allí se aceptaba y se preguntaron por qué no se inspiraban los franceses en asuntos menos delicados.

Un mes después la Mariani volvió con L’Autre Danger en italiano, pero no tuvo demasiada repercusión, a pesar de lo cual repitió función el 11 de abril de 1903 en el Español.

El 26 de abril de 1904 llegaba a la Zarzuela la compañía de la Bartet, esta vez con M. Duflos y representando también L’Autre Danger (Caramanchel, 1904, 3). La obra, a pesar del éxito, fue menos ensalzada que Amants y Le Torrent: recibió algunas críticas por el modo artificioso en que Magdalena descubría el pecado de Clara, a pesar de que esto diera lugar a la escena más admirada del drama por su diálogos y por lo aburridos que se hicieron los tres últimos actos (se llegó a decir que los franceses “hacen un acto en la punta de un alfiler” por el planteamiento del acto III). Duflos no gustó: se le consideró un actor frío, que desentonaba con la pasión y la naturalidad de la Bartet.

El 13 de noviembre de 1904 en Barcelona y el 17 en Madrid representó una obra de Donnay por primera vez la gran actriz Jane Hading junto al que había acompañado a la Bartet: Le Bargy. Actuaron a la par que las representaciones de la compañía de Thuillier en el Teatro de la Princesa. La obra representada fue la más polémica, igual que lo había sido en Francia cuando se estrenó: Le Retour de Jerusalem.

El conflicto amoroso y religioso entre los protagonistas satisfizo al público, que se mostró empático con la amargura de Miguel. El problema principal que tuvo la obra fue que público y crítica consideraron que se trataba de un drama interesante en Francia por el antisemitismo, asunto candente en la época, pero no tanto en España, donde no suscitaba tanto interés. Criticaron, además, que a pesar de que Donnay negara que su pensamiento político estuviera implícito en la obra, claramente hablaba por boca del personaje de Michel Aubier. Además, consideraron que la obra tenía fallos dramáticos (entradas y salidas arbitrarias de personajes que afectan a la verdad escénica, intercalación de episodios ajenos al drama, etc.). Los actores, sin embargo, fueron de nuevo aplaudidos y la Hading cosechó el mismo éxito que las otras estrellas europeas (Zeda, 1904c, 1; Anónimo, “Los teatros. Princesa”, 1904, 4; P. S., 1904, 2; Anónimo, “De teatros”, 1904, 3; Anónimo, “Los teatros”, 1904, 1).

El 24 de abril de 1905 la compañía de la Mariani volvió con L’Autre Danger. La obra resultó igual que en los años anteriores: gustó al público pero no gozó de especial trascendencia. La actriz fue elogiada y, especialmente, el vestuario.

A finales de ese año y en los siguientes se dio noticia de algunas representaciones de obras de Donnay por compañías españolas: el 7 de septiembre de 1905 se escenificó Lysistrata en el Casino Municipal de Biarritz; en 1906 la compañía de Tina Di Lorenzo trajo a Madrid, al teatro de la Comedia, para la temporada de primavera, entre otras obras, Amants y La Douloureuse de Donnay en italiano. Entre el 20 y el 30 de octubre de ese mismo año se representó en el Teatro Español, con las actrices principales Asquerino, Bofill, Matilde Bueno y los actores principales Carsi, Cayuela, Cirera y Codina varias refundiciones de obras, entre las que figuraba Paraitre, traducida por Manuel Bueno y Ricardo Catarineu con el título Figurar. En la noche del 3 de octubre de 1906 se representó en San Sebastián Paraitre de Donnay con la actriz Suzanne Munte, sin demasiado público y casi todo compuesto de franceses.



6 De esta representación llegó a darse noticia del desnudo de la actriz en escena (“Cosas sueltas”, 1900, 16).

 

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