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NúM 6
7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
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7.14 · GUTIÉRREZ CARBAJO, Francisco (ed.), Tres comedias de miedo. (Panic, de Alfonso Vallejo. No perdáis este tren, de Luis Araújo. Bagdad, ciudad del miedo, de César López Llera). Madrid, Cátedra, col. Letras Hispánicas, 770, 2016.


Berta Muñoz Cáliz
 

 

Portada del libro


GUTIÉRREZ CARBAJO, Francisco (ed.), Tres comedias de miedo. (Panic, de Alfonso Vallejo. No perdáis este tren, de Luis Araújo. Bagdad, ciudad del miedo, de César López Llera). Madrid, Cátedra, col. Letras Hispánicas, 770, 2016.

Berta Muñoz Cáliz
Centro de Documentación Teatral


El miedo, su presencia en la vida individual y colectiva, ha sido el tema común de las tres obras de teatro español actual escogidas por Francisco Gutiérrez Carbajo para elaborar este volumen. Ante la multiplicidad de perspectivas con que cabía abordar un tema tan complejo y poliédrico, Gutiérrez Carbajo se ha centrado en aquellas obras que lo abordan desde un punto de vista político, y si bien los vínculos entre las obras de Alfonso Vallejo, Luis Araújo y César López Llera que aquí se publican no resultan en absoluto evidentes, el reto que nos propone el editor literario es precisamente el de ahondar en la reflexión sobre la presencia del miedo en nuestras vidas y sobre su utilización como herramienta de control tanto por parte de ciertos grupos como por algunos mandatarios. Para ello, nos propone tres obras con el terrorismo, la revolución y la guerra como trasfondo de cada una de ellas, así como un completo y erudito estudio introductorio en el que Gutiérrez Carbajo nos ofrece un recorrido por la presencia del miedo en el teatro occidental a través de la historia.

Abre este tríptico una obra de Alfonso Vallejo, Panic, en la que el protagonista se encuentra ingresado en una unidad de cuidados intensivos. Desde la acotación inicial sabemos que ha sido víctima del derrumbamiento de unas torres gemelas y que está viviendo los últimos minutos de su vida. Vallejo, neurocirujano de profesión, describe con un lenguaje científico –al tiempo que sugerente y poético– el estado de conciencia por el que transita su protagonista, a través de este viaje alucinado con el que se despide de la existencia. De este modo, el texto se inicia con un monólogo en el que el protagonista, Rex, a través de una cinta grabada con su voz en off, se dirige al espectador desde un estado de confusión y de contrariedad por lo sucedido. Aunque paradójicamente, lejos de mostrar miedo ni desesperación, nos encontramos ante un personaje a quien la serenidad, la calma y hasta el placer –tal vez, aunque no solo, a consecuencia de las sustancias que le están inyectando– atenúan el dolor y se funden con el ansia de vivir. Quienes tuvimos la oportunidad de ver este monólogo interpretado por José Pedro Carrión en la lectura dramatizada que se realizó en el ciclo Los Lunes con Voz, del Teatro María Guerrero, pudimos comprobar hasta qué punto resultaba conmovedor. A lo largo de los once cuadros restantes, observaremos al protagonista desenvolviéndose en distintos espacios y con distintos interlocutores, sin saber si se trata de recuerdos o de sueños y desvaríos de su mente. El lector (o el espectador) asiste de este modo a una serie de escenas desde una perspectiva similar a la del propio personaje –y aquí nos vienen a la mente los llamados “efectos de inmersión” del teatro bueriano–, ya que acciones verosímiles se mezclan con otras que parecen corresponder al estado alucinado del propio Rex, haciéndonos dudar si lo que vemos sucedió alguna vez en el plano real o si todo tiene lugar en el cerebro del protagonista. La vía de suero que queda visible bajo la manga del pijama se encarga de recordarnos que todo está pasando por el filtro de una mente tan confusa como lúcida al mismo tiempo. Y como ya habrá intuido el lector, es sobre los límites de lo real sobre lo que trata en verdad esta obra, cuestión que Alfonso Vallejo ha abordado en muchos de sus poemas y ensayos breves (así, por ejemplo, en algunos de los títulos incluidos en su poemario Ser, cerebro y realidad: “Me sustento de ficciones”, “El cerebro es relación” o “Mundo, cerebro y ficción”).

Si en Panic Alfonso Vallejo aborda el miedo en su dimensión más íntima, más estrictamente individual –aun con el terrorismo islamista como telón de fondo–, en No perdáis este tren, Luis Araújo nos presenta a una protagonista capaz de afrontar la lucha colectiva como forma de despojarse del miedo y de trascender la propia existencia. A partir del texto de La madre, de Máximo Gorki, Araújo escribe un monólogo que es al mismo tiempo un homenaje a quienes, en los primeros tiempos del movimiento obrero, dieron su vida por un mundo más justo y más igualitario, y una llamada de atención a los lectores actuales para que no olvidemos ese sacrificio dejando caer en saco roto sus conquistas. Su dedicatoria no deja lugar a dudas: “A todos los movimientos del 15-M, a todos los indignados, a quienes no tienen miedo de un mundo mejor”. A través del monólogo de Pelagia, único personaje presente en escena durante prácticamente toda la representación, asistimos al proceso por el cual esta madre protagonista va pasando del miedo inicial a la ilusión y la esperanza en un mundo futuro mejor. La historia creada por Gorki se respeta en sus aspectos fundamentales, tal vez porque lo que quiere mostrar Araújo es precisamente cuán próxima nos puede resultar en muchos aspectos, a pesar de los más de cien años transcurridos desde su escritura. Araújo, que había demostrado sobradamente su habilidad para dramatizar textos de otros géneros en Kafka enamorado (estrenada en 2013 y repuesta en 2014 en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero); en No perdáis este tren, en cambio, no ha pretendido volcar al género dramático la novela de Gorki, sino poner en primera persona, en boca de la madre protagonista, la narración de los hechos. El relato cobra así fuerza y densidad al ser comprimido en el tiempo de una obra de duración normal, y al ser pronunciado por quien sufre la injusticia en carne propia. La dureza de los acontecimientos relatados y la forma en que estos irán progresando nos lleva a pensar que la denominación de “comedias de miedo” para estas tres obras tiene mucho de guiño irónico por parte de Gutiérrez Carbajo, que nos invita así a reflexionar no solo sobre el miedo, sino también sobre la comedia como género y sobre su eficacia a la hora de abordar ciertos temas, sobre su sentido en el mundo actual y las transformaciones de que ha sido objeto por parte de los autores de hoy.

En Bagdad, ciudad del miedo, de César López Llera, se unen la dimensión política de la obra de Araújo con el terrorismo presente como trasfondo en la obra de Vallejo. Ya desde el título, las referencias políticas y de actualidad son muy claras: nos encontramos en Irak durante la invasión norteamericana dirigida por George Bush. El propio presidente de los EE.UU. es uno de los personajes de esta obra, que a veces adquiere el cariz de farsa, o de esperpento, sobre todo cuando este aparece en escena, aunque en este caso no nos encontramos ante una obra con un protagonista indiscutible, como en las anteriores, sino ante una obra coral que nos sitúa ante una situación de violencia y de miedo colectivos. De forma paralela a las escenas en que aparece Bush satirizado, en escenas que se van contrapunteando con aquellas, contemplamos la vida de las víctimas en clave realista y trágica. López Llera, gran admirador del teatro de Valle-Inclán, sabe que esperpento y tragedia son dos caras de una misma moneda, y así nos lo muestra en este texto en el que la amabilidad y el optimismo de la comedia brillan por su ausencia, como en la propia realidad a la que hace referencia esta obra. No obstante, a pesar de la dureza del tema y del sentimiento de impotencia que la invasión de Irak produjo a ciudadanos de todo el mundo, la obra de López Llera está escrita desde un impulso transformador, político, pues tal como afirma Gutiérrez Carbajo, “Bagdad, ciudad del miedo aspira a superar las fases de lectura y/o representación y generar en el lector/espectador una auténtica catarsis a través de la reflexión, la crítica y, a la postre, la acción contra la barbarie” (108). Pese a que la obra de López Llera obtuvo el Premio Lope de Vega en 2009, galardón que tradicionalmente conllevaba el estreno de la obra en el Teatro Español de Madrid, por el momento aún no hemos tenido la oportunidad de verla en escena.

Tal como se desprende de lo dicho hasta ahora, Gutiérrez Carbajo ha seleccionado a tres autores de distintas generaciones y de estéticas muy diferentes entre sí, aunque todos ellos tienen como elemento común, además de los ya referidos, la riqueza de su lenguaje verbal, un dato más que nos lleva a agradecer la oportunidad de leer estas obras. Tratándose de autores más conocidos por lectores de teatro y por especialistas que por el gran público, la inclusión de estas obras en la colección Letras Hispánicas, de la prestigiosa editorial Cátedra, abre la posibilidad de que un público más amplio y diverso pueda constatar cómo un teatro que habitualmente no tenemos oportunidad de ver representado está abordando, aquí y ahora, temas que a todos nos incumben y que sentimos necesidad de ver reflejados en el escenario, y de comprobar, tal como señala el editor al final de su introducción, cómo “El teatro se convierte, una vez más, en notario de una situación y en una fuente y en una lección fundamental para la Historia” (118).

 

 

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