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NúM 6
7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
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7.7 · WELLES, Orson y BUERO VALLEJO, Antonio, Campanas a medianoche, Doral, FL, Stockcero, 2016, 145 pp.


Mariano de Paco
 

 

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WELLES, Orson y BUERO VALLEJO, Antonio, Campanas a medianoche, Doral, FL, Stockcero, 2016, 145 pp.

Mariano de Paco
Universidad de Murcia


La aparición de Campanas a medianoche es, sin duda, un notable acontecimiento en este año en el que se celebra (con menos brillantez de la que sería debida) el primer centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo. La editorial Stockcero, que ya había publicado otros tres títulos del autor (En la ardiente oscuridad, Historia de una escalera y El sueño de la razón), contribuye de nuevo al mejor conocimiento de la obra del dramaturgo con el texto de este guión, que se presenta bajo los nombres de Orson Welles-Antonio Buero Vallejo, y con el completo estudio del mismo que llevan a cabo sus editores, los profesores Luis Deltell y Jordi Massó.

Esta publicación, como la apuntada autoría, posee una doble dimensión. Por una parte, se refiere a una de las películas más estudiadas de la historia del cine, hacia la que Welles sentía un máximo aprecio; por otra, porque aclara un, hasta ahora, oscuro y misterioso episodio dentro de la labor de escritura de Buero Vallejo, que encierra múltiples y reveladores aspectos.

Deltell y Massó, que se habían ocupado con anterioridad de este apartado de la producción bueriana, nos entregan con sumo cuidado (basta para advertirlo la lectura de los criterios de edición) el libreto realizado por Buero y, además, presentan en su introducción muy interesantes noticias acerca de la “insólita participación” del autor español en el rodaje de la película. El apartado principal del volumen es el que recoge el incógnito libreto de Campanas a medianoche, título que propuso con fundadas razones el propio Buero. Cuando, hace ya tres lustros, me ocupé de las relaciones entre Buero Vallejo y el cine, comenté que de él “nada se ha conservado, que sepamos”. En aquellos momentos, así parecía ser. Pero la ordenación y clasificación de los “papeles” que Carlos Buero está realizando tras la muerte de su padre ha permitido que, afortunadamente, afloren este y otros valiosos documentos.

El análisis de los editores explica bien por qué Antonio Buero Vallejo quiso olvidar esta “amarga experiencia” hasta el punto de exigir “que desapareciese toda huella de su vinculación a la película de Orson Welles” (XXXVI). En las primeras páginas del texto introductorio se resume con detalle lo ocurrido con el guión y con este filme, estrenado oficialmente en Barcelona el 23 de diciembre de 1965 y presentado al año siguiente (con no buena fortuna) al Festival de Cannes. Emiliano Piedra, empresario que había conseguido hacerse con la producción de este montaje, tuvo con él numerosos problemas, puesto que, a las dificultades económicas, se sumó la de que el gran director no dejó de modificar lo proyectado hasta la versión definitiva, estrenada en Estados Unidos en marzo de 1967. Para entonces, Buero ya había conseguido que su nombre no figurase como responsable de los diálogos.

Como Luis Deltell y Jordi Massó recuerdan, el productor confió a Buero Vallejo, cuando el rodaje estaba casi terminado, la escritura de una versión literaria y de calidad de la traducción que se había presentado a la Junta de Censura; la finalidad, según palabras del autor, era conseguir que el texto tuviese “el sabor de la Picaresca y el Siglo de Oro”. Buero, que acababa de tener un gran éxito con su versión de Hamlet, era un dramaturgo muy considerado y tenía experiencia con el lenguaje cinematográfico, aceptó el encargo y, a pesar de las constantes modificaciones que los cambios del director en el rodaje requerían, consiguió, como indican los editores, un trabajo “notable y valiente. En ningún caso recurrió a una trasposición simplista o literal, sino que intentó mantener el estilo y el ritmo de los versos, y buscó que la obra se ajustara tanto a la calidad literaria del original como a los requisitos propios del lenguaje cinematográfico” (XI), con el resultado de que “los diálogos de Buero Vallejo muestran una rotundidad y elegancia que rara vez alcanzan los del doblaje que finalmente se produjo” (XXXV).

Buero entrega su versión en abril de 1965, pero, poco después, Emiliano Piedra le comunica que están teniendo dificultades con el doblaje precisamente por “la calidad del texto”. Y, cuando en octubre asiste a un pase de la película, se da cuenta de que su texto había sido reformado “hasta lo irreconocible”, por lo que, con su habitual probidad, pidió que su nombre se suprimiese en los créditos.

Los editores, además de reconstruir la historia de la versión, llevan a cabo un atinado análisis del original de este “encargo sin parangón dentro de la obra del dramaturgo” señalando las diferencias entre el texto de Buero y el presentado en la película, con especial atención a las tres escenas que no llegaron a rodarse y que, por ello, informan sobre las incidencias del montaje.

La lectura del libreto, cuya particularidad y valor son evidentes, desde las significativas “Advertencias generales” hasta las palabras finales del Narrador, nos permiten el acercamiento a un extraordinario texto de Antonio Buero Vallejo, por lo que es preciso reconocer la dedicación de los herederos del autor, la lucidez de la editorial y la acertada labor de los editores.

 

 

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