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NúM 6
1. MONOGRÁFICO
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1.2 · TEATRO DE CALLE (1960-2017)


Por Mercè Saumell Vergés
 

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4. OTRAS ESTÉTICAS Y DISCIPLINAS

También en los ochenta, se percibe una gran diversificación de estéticas y una creciente influencia de imaginarios que provienen del cine, del cómic y de la cultura del rock.

4.1. Estéticas de la catástrofe y la ciencia-ficción

A inicios de la década de los ochenta, también destaca la generación del wild theatre o teatro salvaje, compañías de estética industrial que unen escena y rock, y que en gran medida trabajan en espacios abiertos. Muy vinculados a la música urbana e industrial de aquella época, en la que destaca igualmente el interés por la tecnología, los artefactos y las puestas en escena de grandes dimensiones. Hablamos de compañías tan destacadas como La Fura dels Baus en España, Royal de Luxe en Francia, Welfare State en Gran Bretaña, Dogtroep en Holanda o los californianos Survival Research Laboratories; éstos últimos realizan desde entonces un interesante cruce entre teatro e ingeniería al usar material obsoleto de la NASA y espectacularizar grandes deflagraciones de luchas maquinales.

En los ochenta se vivieron diversas catástrofes como el accidente de Chernobil, que difundió a través de la televisión imágenes propias de un desastre postnuclear, y la epidemia del SIDA. En el teatro de calle, aparecen figuras neomitológicas surgidas de esa fantasía de la catástrofe, unidas al auge cinematográfico del género de la ciencia-ficción (Alien, Blade Runner, ET, Terminator, RoboCop, Akira, Tetsuo …), poblado de seres cibernéticos, paralelamente al avance de las nuevas tecnologías aplicadas al arte de calle. Son destacables, por ejemplo, las propuestas de tres compañías catalanas que en la edición de 1987 de la Fira de Tárrega fueron las grandes protagonistas con sus respectivos espectáculos de gran formato claramente influidos por la ciencia-ficción y el zoomorfismo, a través de animales fantásticos, surgidos de la mutación entre gigantescos insectos y nuevas criaturas. Así, Afic Teatre presentó Corpus, L’Avalot sus insectos monstruosos de Elitres y Artristras su inquietante Homoterm [fig. 11]. Una estética que tendrá continuidad en los noventa con ejemplos como Paràsitum (1995), de la formación Gog I Magog [fig. 12].

Sin embargo, este mundo de cinecia-ficción también tuvo un aspecto más amable y cercano mediante propuestas como la de los británicos Natural Theatre y sus conocidos Alien Tourists (1990), extraterrestres de cabeza apepinada, gabardinas y cámaras fotográficas que se relacionaban de forma tímida con los transeúntes en las principales ciudades de todo el mundo. O los ciudadanos sin cabeza moviéndose con naturalidad por los centros comerciales en el caso de Secret Life of the Dummy (1991), de los galeses Whalley Range All Stars.

4.2. Estéticas de lo cotidiano

Pero en esta misma década conviven propuestas más vinculadas a lo cotidiano y a lo urbano, con frecuencia de toques humorísticos, alejándose de las pirotecnias y de los zancos de las décadas anteriores. Aquí encontraríamos las acciones en el parque de El Retiro por parte de La Tartana en Madrid, las acciones de Bekereke en el País Vasco o las propuestas de La Cubana o, puntualmente, de Albert Vidal en Cataluña (recordemos su magnífico Home urbà [1983], representado en zoológicos de todo el mundo).

Justamente, un sorprendente giro en esta dirección lo aportó La Cubana con Cubana’s Delikatessen (1983) [fig. 13 y fig. 14], un nuevo modelo de calle al crear situaciones cotidianas que incluso algunos ciudadanos tomaban como reales. Los de Sitges ideaban divertidas situaciones protagonizadas por personajes surgidos de la España del desarrollismo y del boom turístico de los sesenta (el gay folflórico, la nueva rica, el turista despistado…) que convivían con tipos tradicionales como la beata o el calzonazos. La continuidad tuvo lugar en 1988 con Cubanadas a la carta [fig. 15].

Cabe recordar una de las acciones de este último espectáculo. Se trata de Solo ante el peligro, donde varias novias clónicas, vestidas de blanco, esperaban ante la iglesia a un único y donjuanesco novio al que atacaban sin piedad al ver tal competencia. La novia de blanco se convierte en un auténtico icono del teatro de calle internacional en los 80 y 90, una figura con múltiples ecos que también vemos aparecer en las calles a través de las divertidas propuestas de Cacahuète Turbo Théâtre con Wedding, con el grupo polaco KTO en Tower of Babel o también en In Concert de Sèmola Teatre.

Esta estética de un teatro de calle más anclado a lo cotidiano también genera numerosas compañías en Francia, todas ella con propuestas de medio-pequeño formato como Metafolis, Cacahuet Turbo Théâtre, Théâtre de la Toupine, Generik Vapeur…

4.3. Cruces de lenguajes escénicos

4.3.1. Calle, circo y danza

En aquella década, también aparece con mucha fuerza la interrelación entre circo y teatro de calle. Es el caso de las compañías francesas Le Cirque Aligre, Circo Paradiso o de las nuestras Sèmola Teatre o Circ Perillós.

También es el caso de la danza; en nuestro país han destacado las propuestas de la compañía Senza Tempo y su trilogía del agua en los noventa y algunas producciones de Sol Picó [fig. 16]. Pero cuando hablamos de calle y danza nos viene a la mente un “nuevo” género, la llamada danza urbana. La recientemente desaparecida Trisha Brown fue una de sus pioneras de la danza vertical, con uso de arneses, con sus coreografías de escalada en los rascacielos en Nueva York.

Ya en la década posterior, emerge con fuerza la tendencia llamada danza aérea, un cruce entre diferentes disciplinas artísticas como la danza contemporánea, el circo y la acrobacia con técnicas de escalada y montañismo. El referente del Cirque du Soleil, con sus números de danza acrobática con abundante uso de telas, marcó un antes y un después respecto a la popularidad de estas manifestaciones, cuya incidencia sobre las artes de calle ha sido enorme, tanto en Europa como en América, destacando asimismo su práctica en Argentina, Uruguay o Chile.

4.3.2. Calle y ópera

Y aunque estas interrelaciones de disciplinas artísticas entre calle, circo y danza merecerían sin duda artículos monográficos, sí me gustaría extenderme un poquito más en la relación más desconocida entre arte de calle y ópera, dos géneros aparentemente opuestos.

Al respecto, destacan dos grandes escenarios operísticos: la ópera de Bregenz (Austria), con un enorme escenario flotante sobre el lago Constanza que cuenta con un anfiteatro sobre el agua con una capacidad para 7.000 espectadores, destacando su apuesta por montajes de estética muy contemporánea. El otro gran escenario al aire libre lo encontramos en Australia, la Handa Opera en el puerto de Sidney cerca del emblemático edificio blanco de la Opera, de 1973, obra del arquitecto danés Jan Utzon que domina la bahía de la ciudad. Está claro que la ópera al aire libre conecta con un público más amplio y permite interesantes juegos con el escenario natural como el uso de la luz crepuscular, la línea del horizonte o el skyline de la ciudad y el puerto. La Opera Handa fue inaugurada en 2012 y desde entonces han trabajado en ella directores de escena tan prestigiosos como Chen Shi-Zheng, Bartlett Sher o Àlex Ollé, de La Fura dels Baus. Justamente, la compañía catalana es una de las pioneras en este nuevo “género”. El mismo Ollé en Sidney realizó en 2014 una Madama Butterfly de Puccini en la cual el teniente Pinkerton llegaba con un barco real al escenario, una nave que el público veía acercarse desde el horizonte.

Por su parte, Carles Padrissa, de la Fura dels Baus, ideó para la conocida producción de la Teatralogía Wagneriana para el Palau de les Arts de Valencia en 2007 una “doble” puesta en escena versión callejera. Así, mientras las óperas se desarrollaban en el interior de la sala, había otra representación paralela en el exterior, con acróbatas suspendidos en la fachada ondulada de Calatrava y carros con alter egos de los personajes wagnerianos desplazándose alrededor del edificio, sobre cuyas paredes también se proyectaban imágenes de la puesta en escena que tenía lugar dentro. Padrissa también presentó en el Festival de Opera de Munich de 2013, con música de Moritz Eggert, un duelo lúdico-musical entre dos gigantes articulados, Verdi y Wagner, en su mutuo bicentenario, ante el edificio de la ópera bávara, en su deseo de traspasar las puertas del coliseo11. Un deseo que ya estaba presente en 1996, en la primera puesta en escena operística de la compañía en Granada12.



11 Wagner+Verdi era un espectáculo operístico con música de Moritz Eggert y cantantes en directo http://lafura.com/2013/06/27wagner-vs-verdi-2/

12 En efecto, L’Atlàntida, de Manuel de Falla, con texto de Jacint Verdaguer, se  estrenó en el marco del Festival Internacional de Granada en la plaza de las Pasiegas, ante la fachada de la catedral granadina [fig. 17].

 

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