5. LA CONDICIÓN POSDIGITAL

El breve panorama trazado anteriormente solo traza algunas líneas de fuga en torno a la proteica fenomenología del teatro digital, cuyo significado, sobreentendido de forma elíptica, hace referencia a un amplio espectro de modalidades dramáticas, escénicas y performativas contemporáneas. La categoría estética de intermedialidad ha resultado muy productiva para abordar procesos complejos que sin duda encuentran su mayor reto en las formas más dependientes del dispositivo electrónico, de su configuración hipertextual e interacción on line o del uso de avatares, lo que entraría de lleno en el imaginario técnico-mediático de nuestro tiempo. Por otra parte, hemos de tener en cuenta el desarrollo de procesos interactivos que han proporcionado nuevas posibilidades teatrales como el teatro inmersivo o de realidad aumentada, aún someramente apuntadas aquí.  

También existen nuevos territorios de exploración, como la importancia de la cultura de la convergencia y el teatro transmedia (Grande y Sánchez Montes, 2016). Proyectos multiplataforma como La Grieta , inicial webserie (2013) con guion de Gracia Morales y dirección de Julio Fraga y espectáculo teatral posterior, La grieta entre animales salvajes (2015) o El proceso de Kafka de Factoría Echegaray dirigido por Belén Santa-Olalla y estrenado en 2016 forman interesantes experiencias.  

Igualmente se puede traer a colación la obra de Arnold Wesker La cocina ,dirigida por Sergio Peris-Mencheta y producida por el CDN y Barco Pirata, estrenada en otoño de 2016 con enorme éxito en el Teatro Valle-Inclán. A partir de una recreación del microcosmos social londinense de mediados del siglo XX constituye una auténtica indagación estereoscópica teatral ya desde su disposición escénica circular, el elevado número de personajes o la disposición diseminada del público. Todo ello complementado, en colaboración con RTVE y RNE, con el cuidadoso tratamiento digital paralelo de contenidos adicionales¹⁷ con información dramatúrgica relevante para los espectadores, y donde la tecnología, en concreto la aplicación Escena 360º, permite una experiencia inmersiva, aún puntual, para el espectador/usuario en el montaje.  

Volvemos, por tanto, a nuestras consideraciones iniciales: nuestra mirada está determinada irremediablemente por la lógica posdigital, condición que no implica el fin de lo digital sino que por el contrario alude a la perfecta interiorización de este paradigma totalmente asimilado en nuestra conciencia y en la vida cotidiana, así que la diferencia entre lo digital y lo no digital se neutraliza. Ello supone un cambio en la ontología estética de nuestro tiempo, en la medida en que la hibridación de lo digital y no digital en el plano técnico deja paso al necesario análisis de sus efectos en el imaginario colectivo.  

La omnipresencia de los sistemas de control, vigilancia y mercadotecnia virtual, nuestra creciente tecnologización como sujetos y el cada vez más feroz capitalismo electrónico conllevan, entre otros, el riesgo de pérdida de la capacidad de crítica y reflexión histórica. Precisamente por ello, el director e investigador teatral Matthew Causey (2016) emplea el término de postdigital performance para referirse no tanto al discurso de lo tecnológico ni a sus propiedades discursivas como al hecho de que el teatro y la performance actuales poseen un potencial autorreflexivo y de resistencia no desdeñable en esta situación.  

En efecto, el hecho de que las representaciones actuales asuman desde el reciente paradigma «asynchronicity and multidimensionality, the transmedial and trans-identities, bugs and glitches, malware and hacking, copy and paste, and the reality of the virtual» (ib. 432) implica nuevas estrategias discursivas conscientes de sus implicaciones, más allá del efectismo espectacular. Así, en una suerte de reconexión con lo real, las nuevas teatralidades nos permiten, a través de las texturas digitales, comprender e intervenir sobre el paradigma tecnosocial de nuestro tiempo.