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NúM 6
2. VARIA
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2.1 · El archivo de López Rubio-García Zamorano, origen y base de
Recuerdos de un siglo de teatro (1851-1955)


Por Julio Huélamo Kosma
 

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La aludida misiva de Zamorano añade, además, que la obra es conocida y esperada en el mundo del teatro pues, señala, muchos autores que han corregido la lista de sus obras dedican una frase de elogio para el trabajo.

Es posible que lo infructuoso de este intento llevara al autor a concebir la necesidad de hallar un medio más útil de dar a conocer su proyecto: de ahí que, entre el diverso material que compone el archivo se encuentre repetidamente un breve texto, editado en cuartillas, que, como anuncio publicitario de la publicación, especifica todavía más su contenido al mismo tiempo que refuerza el valor intrínseco del proyecto (“Formada después de cuarenta años de trabajos de investigación) (fig. 3): aquí se añade con exactitud el número de folios de cada uno de los seis primeros tomos (más de cuatro mil en total), así como el número de autores referidos (igualmente más de cuatro mil) incluidos en la Primera Parte (“Catálogo cronológico de autores dramáticos españoles. Desde los orígenes hasta le primero de enero de 1945” –luego corregido a mano, hasta 1955) y asimismo el número de obras estrenadas (más de cuarenta mil) que integran la Segunda Parte (“Catálogo por orden alfabético de obras escritas por autores dramáticos españoles. Desde los orígenes hasta 1945” –luego, corregido también, hasta 1955). La tercera parte, todavía en preparación  –“Apuntes para la historia de los teatros de Madrid”–, constaba originalmente de cinco tomos, pero, bajo corrección manuscrita de 1955, elimina los dos últimos que, en la primera propuesta, recogían la información de los teatros madrileños desde 1900 hasta 1945. En esta parte se incluían los teatros, las listas de compañías y las obras representadas. Quizá lo más revelador resulte, sin embargo, la nota que Zamorano añade al pie del Catálogo de obras, donde indica la procedencia de todo este fondo investigador: “Las fichas están tomadas de los periódicos consultados desde 1801 a 1849 y del Registro de la Propiedad Intelectual. Desde 1885, de una colección de recortes que posee el autor formando una colección de más de 40 tomos” (a los que, según la comprobación actualizada del material, se irían añadiendo otros, hasta 1955, constituyendo en su integridad el todo ahora publicado digitalmente en Recuerdos…).

Pero el archivo que López Rubio había donado contaba también, ya lo hemos avanzado, con otra ingente cantidad de material en fichas, organizadas alfabéticamente en archivos clasificadores y que, tras su mínima reestructuración, necesaria por motivos de preservación, se alojan actualmente, entre los fondos del CDT, en 37 archivadores, de los cuales ya solo los diez primeros acogen cerca de nueve mil fichas (fig. 4 y fig. 5), que contienen, como hasta el número 27, infinidad de entradas vinculadas al teatro, no solo español, y a su historia: dramaturgos, artistas, espectáculos, espacios escénicos, términos de materia teatral... Cada entrada se plasma en una ficha, desarrollada con desigual extensión y detalle, de modo que en muchos casos puede hallarse el puro apunte sobre una tiple poco conocida del siglo XIX y sobre la que apenas se especifica su intervención en algún estreno, o, por el contrario, la ficha de un dramaturgo que incluye una semblanza y el listado completo de su producción e incluso algún relevante artículo de investigación; o la de un espectáculo del que se recoge no solo su autoría, fecha y localización de estreno sino también su sinopsis argumental; o el nacimiento e historia de infinidad de teatros, incluyendo en ocasiones la programación de cada temporada; o la acepción precisa de términos de naturaleza escénica… Y así en miles de fichas (el número de cuarenta mil que apuntaba López Rubio no parece exagerado), muchas de las cuales indican la fuente concreta de su información (catálogos muy diversos de materia teatral, colecciones dramáticas, monografías, enciclopedias, diccionarios…).

Se trata de fichas casi exclusivamente mecanografiadas y cuya directa autoría original no se conoce. No obstante, si seguimos la pista de la correspondencia entre Zamorano y López Rubio también conservada en la citada carpeta, parece plausible suponer que en el contenido de las fichas convergiese el trabajo previo realizado separadamente por ambos, si bien resulta arriesgado aventurar el caudal de cada aportación. Cierto que en carta de 21 de noviembre de 1953 (fig. 6), el dramaturgo, aludiendo al material con que, para su propia Enciclopedia, afronta la sección de actores, confirma el trasvase de datos e información procedente de Zamorano hacia López Rubio con estas palabras: “De la hoja que usted me envía como muestra, unos los tenía y otros no. Y de algunos he sacado más datos que los que poseía”. Y viceversa, de López Rubio a García Zamorano, en fechas próximas.: “En su última carta (…) me dice que necesita las listas de las compañías que actuaron el siglo XVIII en los teatros del Príncipe y de la Cruz, de Madrid….”. Por lo que no sería de extrañar que, como por esas mismas fechas el cordobés confiesa poseer cerca de diez mil fichas propias ya elaboradas, y finalmente, hacia finales de los sesenta disponía de cerca de 40.000, el dramaturgo, una vez que el archivo completo pasara a sus manos, presumiblemente con posterioridad a 1955, aprovechase las fichas y el resto de material elaborado por Zamorano para ampliar el sustrato y el contenido investigador de su propia Enciclopedia. Lo que, sobre la base de una tarea compartida, quizá ayude a explicar mejor el ingente caudal de fichas finalmente acumulado.

Por otra parte, este enorme fichero se completa, en el conjunto del archivo que ha llegado hasta nosotros con otros diez archivadores: cuatro, dedicados a abundar en el catálogo alfabético de autores desde el siglo XVI hasta el XIX; otros cuatro, que recogen material vario (apuntes manuscritos, fichas reelaboradas, correspondencia…), y, finalmente, otros dos, cuya procedencia y autoría pertenecen indiscutiblemente a Luis García Zamorano, que contienen la parte sustantiva de resultados, ya destilados, para la elaboración concreta de su proyectada Enciclopedia Teatral, así como el rastro escrito de las gestiones realizadas por García Zamorano y relacionadas con su preparación última y su frustrada publicación.

Deteniéndonos precisamente en estos dos últimos archivadores, fundamentales a efectos de valoración, se hallan:

  • Cuatro carpetas que, en hojas de tamaño folio, incluyen en orden alfabético (A-E, F-O, P-R y S-Z) los registros de más de 35.000 estrenos (correspondientes al período 1800-1955) (fig. 7., fig. 8, fig. 9, fig. 10 y fig. 11) con expresión del título, el nombre de autor, el teatro y la fecha de estreno, así como el género y el número de actos. Constituye el Catálogo de Obras Dramáticas escritas por autores españoles desde 1800 hasta 1955, sobre cuya utilización el autor realiza una advertencia importante (fig. 12).

  • Una carpeta que, en hojas de tamaño folio cuadriculado, incluye en orden alfabético más de 5.000 estrenos correspondientes a obras dramáticas escritas por autores españoles desde los orígenes del teatro hasta el año 1800, con expresión del título, el autor y ocasionalmente la fecha, el lugar de estreno y el género (fig. 13).

  • Una carpeta con diverso material, que recoge:

    1. Correspondencia epistolar, a la que ya se ha hecho referencia, cruzada entre Luis García Zamorano y diversas editoriales ofreciendo la nueva publicación.

    2. Dos anexos con material de trabajo: el primero es un índice de un centenar largo dramaturgos, de los que se incluye su domicilio o medio de localización y a quienes se remite con fecha de envío nota de sus obras para que contesten confirmando o rectificando los datos propuestos para su incorporación al texto definitivo de la Enciclopedia (fig. 14); el segundo es un clasificador alfabético que organiza la correspondencia mantenida, a mediados de los cuarenta, con los dramaturgos a los que solicitó la corrección, y que incluye en muchos casos el listado enmendado a mano por los propios autores, que superan largamente el medio centenar (entre ellos, Azorín, Benavente, Fernández Ardavín, Luca de Tena, Jardiel, los hermanos Mihura, Pilar Millán Astray, Antonio Paso Díaz, Guillermo Fernández Shaw, Tomás Borrás, Muñoz Román… y López Rubio) (fig. 15, fig. 16 y fig. 17).

Toda esta correspondencia, de suyo muy interesante por las aclaraciones de primera mano que muchos de esos autores apuntan acerca de su propia obra (la intrincada autoría real de los Paso, la célebre familia de dramaturgos, podría servir de ejemplo), resulta decisiva, a los efectos de este artículo, ya lo hemos ido apuntando, en el caso de la correspondencia entre Luis García Zamorano y dos autores con los que, la simple lectura de las cartas deja verlo, mantiene una relación especial: Tomás Borrás (fig. 18), en menor medida, y, sobre todo, José López Rubio.

La carta que García Zamorano envía al primero es de interés por cuanto permite conocer algunos datos biográficos del compilador que nos ayudan a enfocar un tanto la figura, desdibujada por escasamente notoria, del compilador4. Como no podía ser de otro modo, se trata de un gran aficionado al teatro, orgulloso de una pasión que en absoluto relega al divertimento o al ocio. Así lo expresa al abordar uno de sus proyectos, también malogrado, el destinado a mostrar la parte más curiosa y anecdótica de la historia de los teatros madrileños en la primera mitad del siglo XIX; un tomo que debería ocupar una extensión de unas 500 páginas. No es raro, que, al referirse a todo el material que ha logrado reunir para elaborar sus proyectados “Apuntes para los teatros de Madrid”, diga con cierto pero justo engreimiento: “Ahí es nada, 144 años de teatro”. Se trata de una pasión que, como podría intuirse, encuentra su origen en un temprano acercamiento a las tablas:

También fui aficionado y fundé con Xavier Cabello Lapiedra la Sociedad El Teatro, de las que salieron artistas como Catalina Bárcena, Moneró, Luis Latorre, Jesús Tordesillas, Collado (Manuel Collado Montes), Manuel Santamaría… (…) Poseo programas de las funciones en que trabajamos y colecciones de boletines de las Sociedades de Aficionados Máiquez y Miguel Echegaray, El Teatro Arte Español, La Farándula, Camino del Arte, Linares Rivas, etc. Y retratos de los actores antes citados, todos de sus épocas cuando empezaron como aficionados (fig. 19).



4 Las búsquedas, cierto que no demasiado afinadas, en torno a la figura de Luis García Zamorano a través de la prensa de la época no han resultado muy productivas: de su persona, conjeturas aparte, apenas se conocen mínimos detalles, localizados en la segunda década del siglo, referidos a su matrimonio o a su pertenencia a la Sociedad de Teatro aficionado “Camino del Arte”.

 

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