Afición al teatro (el tema de las sociedades de aficionados de comienzos del siglo XX merecería un estudio en profundidad) a la que se suma el amor al coleccionismo y a la historia de la escena. Son rasgos todos ellos, que, en realidad y profesionalidad aparte, Luis García Zamorano compartía con José López Rubio. De hecho, es ese amor o locura compartida (“chifladura” la llama el segundo en una de sus cartas) lo que precipita su mutuo conocimiento y lo que posiblemente evitara la desaparición de todo ese inmenso archivo. Y es que, hacia 1950, al enviar García Zamorano la carta donde requiere al dramaturgo la labor de enmienda del listado de sus obras, López Rubio, como ya hemos avanzado en sustancia, le responde con tono e intención consonantes también en cuanto a su propósito de realizar una Enciclopedia, esta de alcance universal:

Me interesa extraordinariamente la obra que tiene en preparación, máxime cuando yo había empezado a preparar una obra de ese tipo, dedicada al Teatro Universal, y temo que después de una labor tan completa como la suya carezca de interés⁵. (Fig. 20).

Y apenas un mes más tarde, insiste:

Le repito el interés que tengo por su obra, a la que será necesario acudir siempre que se trate de hablar de Teatro español. ¿Cuándo piensa usted empezar su publicación? Lo mío ya comprenderá usted que va para largo, aunque no dejo de ocuparme de ello. (Fig. 21).

Un año después, la carta de López Rubio, y probablemente como consecuencia de un ofrecimiento del compilador, deja entrever la posibilidad de una colaboración que hubiera significado la publicación del material de García Zamorano como parte de la obra que el dramaturgo preparaba no sin dificultades:

No le he hablado de la posible utilización de su material, porque no quiero hacerlo hasta tener concertado un contrato de mi obra con un editor y pueda usted tener por ello la retribución que merece (….) Con lo que tengo en casa, hay labor para mucho tiempo, sin salir en busca de datos a bibliotecas y archivos, por lo que a ratos me descorazono un poco… (Fig. 22).

Muy poco después, y al parecer por insistencia del propio Zamorano, López Rubio reitera las circunstancias ya comentadas:

A mí me encantaría poder contar con su colaboración, y con todo el magnífico material reunido por usted. Pero le repito que hasta que no pueda hablarle de condiciones no quiero utilizar nada de su archivo a pesar de sus amables ofrecimientos. Su colaboración me permitiría dedicarme casi por entero al Teatro Extranjero, que aún tengo bastante descuidado… (Fig. 23).

Ya en 1953, el dramaturgo, siguiendo el hilo de la correspondencia (fig. 24, fig. 25), habla de un nuevo ofrecimiento realizado por Zamorano “de las fichas sobre actores contemporáneos y del siglo XVII”. Particular sobre el que López Rubio añade:

Estos últimos los estoy sacando, a ratos perdidos de otras obras y de unos manuscritos que hay en la Biblioteca Nacional. Es tarea larga. Supongo que Díaz de Escovar habrá buscado en ello también. Los del XVIII los tengo muy completos, gracias a los libros de Cotarelo, que agotó el tema por entero. Con los de este siglo voy más despacio. De los desaparecidos, habrá que buscar las notas necrológicas en la Prensa, ya que raramente se saben, fuera de esa ocasión, las biografías. De los vivos, es increíblemente difícil conseguir que escriban una cuartilla.

Y continúa: “Su generoso ofrecimiento lo estimo profundamente, pero no quiero servirme gratuitamente de su trabajo. Si llegase el caso, usted habría de poner precio a su colaboración”. Para terminar diciendo, un tanto desencantado: “A ratos pienso por qué me he metido en una tarea que me cuesta tiempo y dinero, sin un futuro inmediato, toda vez que para acometer la tarea de hacer mi obra necesitaré casi veinte veces más material del que tengo” (fig. 26 y fig. 27).

Solo unos meses más tarde, coincidiendo con el ya mencionado envío por parte de García Zamorano al dramaturgo de una muestra con material propio para que este juzgara su posible utilidad como parte del proyecto de este último, López Rubio señala:

Creo que aunque vamos por distintos caminos, estamos desembocando en lo mismo. Del siglo XIX tengo gran cantidad de actores, hasta ahora muchos con un solo dato y otros con solo el apellido, pero dentro de poco lo tendré bastante completo.

Y sobre los recortes de prensa, de los que Zamorano le ha enviado muestra, añade:

Los recortes son muy interesantes. Yo siempre he pensado repasarme las colecciones de los periódicos (….). De sus actuaciones, sí iré completando mucho, pues voy a los repartos de los libretos y entre las obras que tengo en casa y los ejemplares que hay en la Sociedad de Autores (unos 5.000 títulos) obtendré casi todo.

Para terminar diciendo:

Desde luego, yo tengo todavía para muchos años. La ventaja que usted me lleva es tremenda y yo no puedo dedicarle todo el tiempo que quisiera (…). Estoy muy cerca de las 10.000 fichas y eso bien sabe usted que no es nada. Yo calculo, por muy corto, ocho o nueve veces más (…). Le cuento a usted todo esto porque usted es la única persona quizá que me comprende, como yo le comprendo a usted. Estamos los dos atacados por la misma chifladura (fig. 6).

En la última carta conservada, a finales de 1954, y ante las nuevas, infructuosas y parece que últimas gestiones iniciadas por Zamorano para la publicación de su material, solo recibe del dramaturgo una bienintencionada moratoria:

Me gustaría poder ofrecerle alguna solución, pero no se me ocurre de momento. Yo quisiera más adelante conseguir de la Sociedad de Autores una consignación para hacer publicaciones de este tipo. (Fig. 28).

Será la última misiva entre ambos de la que tenemos noticia, lo que, sumado al hecho de que el último tomo de recortes conservado corresponde a 1955, hace sospechar que la labor compiladora de Luis García Zamorano y el sueño de su proyecto concluyeron por entonces. De lo que cabe deducir, a la vista del recorrido del archivo que hasta aquí hemos descrito, que, de modo más o menos inmediato, los materiales acopiados por Zamorano pasaron entonces (¿por cesión, por adquisición?) a formar parte, junto con los propios del dramaturgo, del que desde entonces constituyó el archivo íntegro de José López Rubio, quien durante algunos años (en las fichas hay datos sobre profesionales de al menos hasta 1968) continuó, se supone que también empleando los fondos originales de Zamorano, con la elaboración o ampliación de las fichas destinadas a su también malograda Enciclopedia hasta alcanzar el número de cuarenta mil, como él mismo apunta.

Se trató, pues, de dos proyectos paralelos e igualmente nonatos cuya importancia (la historia de buena parte de nuestro teatro a través de miles de nombres de profesionales, de espacios, de estrenos, de compañías, de críticas expuestos de forma organizada) exige todavía hoy la publicación de sus materiales de base y la integración de su contenido en modernas bases de datos para su aprovechamiento por los estudiosos de nuestra escena. Y también para homenajear a cuantos, como López Rubio y García Zamorano, hicieron del teatro y de su historia el objeto de su pasión sin límite. En este propósito se encuentra el Centro de Documentación Teatral, cuya publicación digital de esos Recuerdos de un siglo de teatro (1851-1955) no es sino el primer eslabón de la cadena de hitos de difusión con los que se pretende dar a conocer progresivamente este singular archivo.