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NúM 6
6. HOMENAJE
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6.1 · FRANCISCO NIEVA EN EL MARCO TEATRAL ESPAÑOL


Por J. Francisco Peña
 

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A pesar de que las representaciones de Buero y Gala significan un porcentaje muy superior a las de los autores anteriores, no cabe duda de que el teatro seguía dominado por el convencionalismo burgués que se extiende a lo largo de todo el siglo XX. No es fácil que los empresarios, que tienen el éxito asegurado con una serie de autores, cambien de actitud para emprender aventuras arriesgadas. Por ello, si repasamos el grueso de las representaciones durante la época de la Transición política, nos encontramos con que todavía Alfonso Paso sigue dominando la escena. Los derechos de la mujer, por ejemplo, se representó en 1975, 76 y 79 hasta un total de 28 semanas; Enseñar a un sinvergüenza, su gran éxito, que ya venía siendo representada desde hacía tiempo, todavía en esta época consiguió mantenerse en cartel durante 92 semanas, representándose casi todos los años. Además de éstas, se representaron también otras obras como La zorra y el escorpión, Cosas de papá y mamá, ¡Cómo está el servicio!, etc. Junto a Paso, el teatro convencional sigue asentado en la escena española con las obras de Juan José Alonso Millán o Jaime Salom, que siguieron representando en esta época a pesar de que sus mayores éxitos se dieron en los años sesenta. Podemos destacar también el éxito de Santiago Moncada, un autor que continua, en cierto modo, este teatro convencional y que copó gran parte de las representaciones durante esta época.

Desde 1975 hasta 1982, Nieva consigue estrenar las siguientes obras:

1976. Sombra y quimera de Larra. Teatro María Guerrero. (6 semanas en cartel)

1976. La carroza de plomo candente. El combate de Ópalos y Tasia. Teatro Fígaro. (32) (fig. 14)

1977. La paz. Teatro Nacional María Guerrero. (5)

1978. Delirio del amor hostil. Teatro Bellas Artes. (1) (fig. 15)

1980. El rayo colgado. Sala Olimpia. (3) (fig. 16)

1980. La señora tártara. Teatro Marquina. (4)

1982. Coronada y el toro. Teatro Nacional María Guerrero (9)4.

Como vemos, Nieva, es, dentro del grupo de los nuevos autores, uno de los que más ha conseguido representar y su obra, con más o menos altibajos, accede a los escenarios donde se manifiesta como una de las formas teatrales más avanzadas originales y sorprendentes de este nuevo teatro. Curiosamente, la llegada de los socialistas al poder supuso para Nieva un tremendo retroceso en este devenir de los estrenos; y desde 1982 no consiguió volver a estrenar otra obra hasta 1988 cuando estrenó dos obritas cortas, Te quiero, zorra (fig. 17) y No es verdad.

A pesar de sus palabras, Nieva siguió siendo estrenado con cierta regularidad. Desde 1988 hasta 2016, el año de su fallecimiento, Nieva estrenó:

1990. El baile de los ardientes. Teatro Albéniz de Madrid.

1992. Los españoles bajo tierra. Teatro Arriaga de Bilbao. Repuesta en la Expo de Sevilla.

1993. Nosferatu. Sala Olimpia de Madrid.

1994. Caperucita y el otro. Festival de Avignon.

1997. Pelo de tormenta. Teatro María Guerrero de Madrid.

2002. Manuscrito encontrado en Zaragoza. Teatro la Latina de Madrid.

2010. Tórtolas, crepúsculo y… telón. Teatro Valle Inclán de Madrid.

2015. Salvator Rosa o el Artista. Teatro María Guerrero de Madrid. (fig. 18)

Intercaladas con las obras del resto de los autores, el teatro de Nieva no ha dejado de introducir unas constantes innovadoras y vanguardistas, como decía César Oliva, en cada una de estas representaciones. Su carácter intemporal y universal permite que, a pesar de haber sido escritas hace mucho tiempo, la mayor parte de estas obras no hayan perdido vigencia ni la pierdan en los años venideros.

Tras cada uno de lo estrenos, todos los críticos destacan el valor innovador de su teatro que sigue sin perder su carácter transgresor. Del Baile de los ardientes, por ejemplo, Eduardo Haro Tecglen dice que “esta obra (...) sigue representando un teatro nuevo, y manteniendo a su autor como alguien singular. (...) La audacia, el ritmo, la fantasía, siguen siendo una apertura valiosísima” (Haro Tecglen, 1990: 46).

Nosferatu, una obra escrita en 1961, la estrenó Guillermo Heras en la Sala Olimpia, un teatro dedicado a las Nuevas Tendencias Teatrales. A Guillermo Heras, no le importa la “vejez” de la obra por cuanto esta obra de Nieva mantiene su actualidad y es el reflejo de “un escrito inmerso en la cultura, influido por corrientes muy europeas y por tanto libre de las que regían en nuestro teatro en los años cincuenta-sesenta” (López Sancho, 1993: 95).

El estreno de Pelo de tormenta supuso una auténtica revolución en el panorama teatral español. Su puesta en escena, de la mano de Juan Carlos Pérez de la Fuente, con la maravillosa escenografía de José Hernández, transformó todo el patio de butacas del María Guerrero para construir el “espectáculo total” en el teatro.

Se escribió, como Nosferatu, en los años 60, pero, como ella mantiene su pervivencia y originalidad. El propio Nieva explica la génesis de la vigencia de este teatro:

Todo lo que Pelo de tormenta requería para llegar a ponerse en escena, como espectáculo de prosa, pertenecía al reino de la utopía, empezando por la censura. Aún lo sigue siendo por otros motivos y no sólo en España. Pero había cosas mucho más utópicas en no pocos aspectos, pues para acoger esa forma de teatro, era necesario un cambio estructural político y humano, una diferencia de visión, vamos, otro mundo, otra crítica, otras formas de escritura dramática. Era mucho pedir. Empezaron a compararme con Valle Inclán por esta imposibilidad, como diciendo: “En esa comparación tienes tu premio, pero no exijas más” (Nieva, 2002: 283).

Se estrenó en marzo de 1997, pero el éxito de público y crítica fue de tal consideración que tuvo que volver a reponerse, por presión popular, en octubre de ese mismo año. Pocas veces ha ocurrido esto en el teatro español, especialmente con un autor vivo, y más con una obra que lleva escrita más de 30 años.

J. I. García Garzón resalta “el magistral ensamblaje entre tradición y vanguardia, las referencias a los autos sacramentales barrocos y al desparpajo popular del género chico...”Del mismo modo alaba la “riqueza de sugerencias, que nos permite sumergirnos en una fiesta del teatro total” (García Garzón, 1997: 91).

La última obra estrenada, Salvator Rosa o el Artista, no tuvo tanto éxito; sin embargo, es la que mejor representa su teoría teatral. Sin lugar a dudas, ha sido un magnífico colofón para una vida dedicada a introducir un aire vanguardista, obra tras obra, en el teatro español.

En Salvator Rosa, Nieva expone con claridad toda una serie de principios estéticos que justifican tanto su creación artística como muchas de las posturas sociales que ha mantenido a lo largo de su vida. La libertad del artista se impone por encima de todos los condicionantes sociales y políticos hasta convertirse en la única fuente verdadera de análisis y comprensión del mundo. El arte es la auténtica dimensión de la realidad que vencerá tanto a los datos históricos como la represión y el oscurantismo inherente a nuestra cultura.

Como en otras obras, Nieva dibuja con acritud deformante y esperpéntica la imagen de la “España negra”, anclada en el pasado y la ignorancia. En este caso, el símbolo de esa España, que parece no haber cambiado mucho con el paso del tiempo, se refleja en el pintor José de Ribera y en la teoría artística del realismo que se identifica con la opresión social y política propia de los dominios españoles. La descripción del físico del pintor, en boca de Cebadías, ilustra la visión deformante y simbólica de su imagen: “Vestido de terciopelo negro, media negra, calzado negro. En fin, un conjunto ahumado. Lleva sobre sí toda la tizne de España, va dejando un rastro negro por donde pasa, ese hombre”. 



4 Todas referencias a los estrenos y las semanas en cartel han sido extraídas del estudio de Manuel Pérez, La escena madrileña en la transición política (1975-1982), publicado por la revista TEATRO de la Universidad de Alcalá de Henares, nº 3-4, junio-diciembre de 1993.

 

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