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NúM 6
7. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
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7.4 · GARCÍA LORCA, Federico, El público. Edición de Javier Huerta, Barcelona, Planeta, 2017, 216 págs. (Austral, 578)


Por Fernando Doménech Rico
 

 

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GARCÍA LORCA, Federico, El público. Edición de Javier Huerta, Barcelona, Planeta, 2017, 216 págs. (Austral, 578)

Fernando Doménech Rico
Real Escuela Superior de Arte Dramático / Instituto del Teatro de Madrid

 

Si existe una obra dentro del corpus del teatro español que necesite una buena edición para llegar al gran público –e incluso a los especialistas y las gentes del teatro–, esa es El público, la obra “maldita” de García Lorca. Hay que reconocer que hasta ahora se habían publicado ediciones muy meritorias, desde las primeras de Rafael Martínez Nadal, el depositario del único manuscrito existente, en 1976 y 1978, siguiendo por las de María Clementa Millán de 1988 y Derek Harris de 1993, hasta la de Antonio Monegal, de 2000. Sin embargo, la que ahora publica la editorial Planeta, dentro de la colección Austral, que en tiempos fue de Espasa-Calpe, es sin duda la más completa de todas. Se trata de la segunda vez que el profesor Javier Huerta se enfrenta a la tarea de editar el texto de García Lorca (la primera fue en 2006, en la misma colección Austral), por lo que estamos ante el resultado de un trabajo de años en que el editor ha ido completando y afinando su visión del texto.

Así, la edición de Javier Huerta presenta varias novedades que obligan a ver la obra de Lorca con otros ojos. La primera y más importante es que se opone al acuerdo general de que el manuscrito de El público ofrece una primera versión, aún algo caótica e incompleta, un borrador que el poeta habría completado en la versión mecanografiada que leyó ante un grupo de amigos el 12 de julio de 1936 en el restaurante Buenavista de Madrid. Esta idea tiene como fuente principal la impresión de Rafael Martínez Nadal de que falta algo, al menos el cuadro cuarto, en el manuscrito que le confió Lorca. Sin embargo, Huerta defiende, basándose en los estudios de García Posada y Julio Huélamo, pero sobre todo en su propio análisis, que el manuscrito de El público es una versión “en sucio”, pero completa, de la obra. Para Huerta, que se apoya en las conclusiones de Julio Huélamo, el cuadro 4, en donde debía darse la representación de Romeo y Julieta, está plenamente integrada en la acción que se desarrolla ante el “muro de arena”. De acuerdo con esta nueva visión, El público, como una tragedia clásica (Javier Huerta la considera una auténtica tragedia a pesar de estar subtitulada como “drama”), estaría constituida por un prólogo y cinco actos: una loa, la del Pastor Bobo, un primer acto que se desarrolla en el “teatro al aire libre”, tres actos centrales, los actos segundo, tercero y cuarto, que presentan el “teatro bajo la arena”, y un quinto acto que vuelve al teatro al aire libre y al espacio inicial del Director en su despacho. En palabras de Javier Huerta:

En resumen, una dispositio de factura clásica, con sus simetrías, paralelismos y hasta el juego circular, en virtud del cual la obra termina por donde empieza, al servicio de una inventio desatada, llena de ilogismos, caracterizada por el nonsense; en otras palabras, una fórmula de racionalidad casi matemática para embridar el torbellino de pasiones e imágenes que es El público (pp. 24-25).

Dentro de esta disposición horaciana del material, el editor plantea una novedad con respecto a todas las otras ediciones, que incluyen el “Solo del Pastor Bobo” como un inserto entre el final del teatro bajo la arena y la vuelta al teatro al aire libre, basándose en que esta es la posición que ocupa en el manuscrito de Lorca. Se trataría, por tanto, de una especie de entremés que el autor colocaría como contrapunto burlesco justo antes de consumar la catástrofe trágica. Buen conocedor del teatro breve y de las preferencias de Lorca en lo que respecta al teatro clásico, Javier Huerta coloca la escena del Pastor Bobo como un prólogo que tendría la forma de loa. Como corrobora la abundante documentación presentada por el editor, la figura del “pastor bobo”, del rústico que bromea con el público antes de la representación de la obra principal, es “el tipo de mayor solera en el teatro español, pues aparece por doquier en los autos, las églogas y las farsas de Juan del Encina, Lucas Fernández, Gil Vicente, Diego Sánchez de Badajoz o Bartolomé de Torres Naharro” (p. 26). Como heredero de esta larga tradición, el Pastor Bobo de García Lorca habla directamente con los espectadores mientras pastorea un armario lleno de caretas, variante de las máscaras que aparecen constantemente en la obra, y que en este caso son una imagen especular del mismo público que está viendo la función.

Este orden clásico se refuerza con la interpretación de los personajes que realiza Javier Huerta: según su pormenorizado análisis (pp. 52-73), la multiplicidad de máscaras que aparecen en El público son a menudo diferentes manifestaciones de un solo personaje según aparezca en el teatro al aire libre o el teatro bajo la arena: así, el Director sería Enrique, la Figura de cascabeles, el Arlequín blanco, el Traje de bailarina y el Traje de Arlequín, mientras que el auténtico protagonista de la obra, el héroe trágico, sería el Hombre 1, Gonzalo, la Figura de Pámpanos, el Desnudo rojo y el Pez luna.

La obra de García Lorca, de acuerdo con este análisis, sigue siendo multiforme, excesiva, llena de transgresiones y cambios sorprendentes, pero no es en absoluto caótica, sino que sigue un hilo lógico que la emparenta con las obras más clásicas de su autor, como Yerma y Bodas de sangre.

La edición del profesor Huerta aporta, además, una abundantísima notación del texto, para la cual se ha servido fundamentalmente de las concomitancias del texto lorquiano con otras obras suyas del mismo periodo, especialmente Poeta en Nueva York y el guion cinematográfico Viaje a la luna, lo que permite comprender la coherencia del mundo poético creado por Lorca en los distintos géneros que abordó en esos años fundamentales. Aportemos, como complemento de estas notas, el posible significado de la palabra “gipaeta”, de la Loa del Pastor Bobo, que Javier Huerta considera una “palabra inventada por el autor, que contribuye a reforzar el discurso irracional e infantiloide del Bobo” (p. 118, n6). Se trata, desde luego, de una creación lorquiana, pero sin duda a partir del nombre científico de una especie de buitre español, el quebrantahuesos (gypaetus barbatus). Esta aparición de un buitre responde a la poética animal tan frecuente en la obra (en el mismo discurso del Pastor aparecen el águila, el cocodrilo y los caballos), pero además permite interpretar al poeta (sin duda el propio Lorca), a quien la gipaeta “rayaba el pecho” como una figura prometeica, es decir, como un héroe trágico comparable al protagonista de su obra.

Nos encontramos, por tanto, ante una edición ejemplar, atrevida y por ello llena de sugerencias, de la obra más compleja de García Lorca. Por no faltar nada, tampoco se ha dejado Javier Huerta en el tintero la reseña de los estrenos más importantes de El público en la escena española, desde la madrugadora puesta en escena de 1962, realizada por Juan Antonio Hormigón con el TEU de Zaragoza en 1962, pasando por la fascinante representación de Lluís Pasqual en 1986 hasta la brillante pero desigual de Àlex Rigola en el Teatro de la Abadía en 2015.

 

 

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