Pedro Salinas tras el telónMontserrat Escartín Gual
Madrid, Cátedra (Crítica y Estudios Literarios), 2018, 304 págs. ISBN: 978-84-376-3893-5.
Francisco Javier Díez de Revenga
Universidad de Murcia
Montserrat Escartín Gual, catedrática de Literatura Española de la Universidad de Gerona, ha publicado un documentado estudio sobre la obra dramática de Pedro Salinas, que supera desde el comienzo los límites de un estudio literario sobre la creación teatral del poeta para ofrecer, además, un detallado relato de las actividades de Salinas en los Estados Unidos durante los años de su destierro hasta su muerte en 1951. El libro, titulado Pedro Salinas tras el telón, analiza los motivos que llevaron a Salinas a escribir teatro en su madurez. Por un lado, se refiere, como han hecho otros estudiosos, a la nostalgia de España y a la necesidad de escribir en español y de escuchar a españoles interpretar sus textos. Pero más aún, hay que destacar que Salinas proyectó en los conflictos de sus dramas sus propias vivencias e inquietudes personales. Por último, el teatro saliniano está indisolublemente unido a su actividad docente ya que lo concibió como instrumento pedagógico.
Por esta razón el libro contiene un análisis de los montajes dramáticos que los profesores españoles en el destierro ofrecían a los estudiantes al finalizar el curso académico. En ellos participaba el propio Salinas. Son muy interesantes estas creaciones teatrales colectivas, con los alumnos y para ellos, que Salinas realizó junto a otros hispanistas. La Escuela Española de Verano de Middlebury College, en Vermont, jugó un papel decisivo en el campo de todas estas actividades y dio forma a una manera de entender la pedagogía de la lengua y literatura españolas en aquel centro universitario.
Para dar cuenta de todos estos hechos y textos, Montserrat Escartín ha organizado su libro en una serie de capítulos en los que va profundizando en cada una de las parcelas que constituyen su investigación y que estructuran los objetivos de la misma. Hay que destacar desde aquí que Escartín ha manejado numerosa documentación inédita que se conserva en los archivos de Pedro Salinas en la Houghton Library de la Universidad de Harvard. Gracias a la utilización y revisión de esa documentación ha sido posible establecer y mostrar muchas novedades sobre Salinas en América y especialmente sobre su participación en la Escuela Española de Verano de Middlebury. Pero sobre todo ha sido posible descubrir la pasión por el teatro que obsesionó a Salinas en los años de su destierro, a pesar de las enormes dificultades para hacerlo llegar a un público teatral de habla española. Gracias también a los numerosos epistolarios de Salinas publicados en las últimas décadas le ha sido posible a Escartín dar cuenta de muchas de las preocupaciones, ideas, proyectos y reflexiones de Salinas en torno al teatro y a su teatro. Sus cartas, por ejemplo, dirigidas a Jorge Guillén son fundamentales en este aspecto, como lo son en otros muchos.
Por supuesto, parte del estudio del análisis de la trayectoria teatral de Salinas con un examen detallado de todas y cada una de las obras que compuso en aquellos años, catorce obras en total escritas entre 1936 y 1947: El director (1936), El parecido(1942-1943),Ella y sus fuentes (1943), La bella durmiente (1943), La isla del tesoro (1944), La cabeza de la medusa (1945), Sobre seguro (1945), Caín o Una gloria científica (1945), Judit y el tirano (1945), La estratosfera. Vinos y cervezas (1945), La fuente del arcángel (1946), Los santos (1946), El precio (1947) y El chantajista (1947).Salinas cultivó un teatro breve muy próximo a los sainetes de Arniches, aunque la realidad era convertida por él en poesía dramática. El gusto por la lengua española y por el casticismo se enriquecía con una visión lírica de los conflictos. El reflejo de su propia personalidad en los conflictos de sus héroes dramáticos dotaba a sus obras de un inconfundible tono lírico.
Dedica el siguiente capítulo a las ediciones y a los montajes escénicos, con detallada referencia de la aventura editorial de este teatro y sobre todo de su representación a lo largo de décadas, con una detenida noticia de las puestas en escena que se hicieron en los medios universitarios hispánicos de EE.UU. Las referencias posteriores recogen las funciones de sus obras tras la muerte del poeta en diversos escenarios. Se cita, por ejemplo, la representación realizada por el Teatro Universitario de Murcia con motivo del Curso Internacional sobre Salinas en su centenario de la pieza Los santos, los días 25 al 28 de noviembre de 1991, dirigida por César Oliva. Hay que añadir que el Teatro Universitario de Murcia también puso en escena Los santos en la Universidad de Puerto Rico en diciembre de 1992. La coproducción del Aula de Teatro de la Universidad de Murcia y del Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, dirigida por César Oliva y por César Bernard, se representó desde el 1 al 6 de diciembre en el Anfiteatro Julia de Burgos del recinto de Río Piedras de la universidad puertorriqueña coincidiendo con el Congreso sobre Salinas que allí se celebró en aquellos días.
La concepción del hecho teatral de Salinas es posible conocerla a través de sus reseñas de diferentes estrenos, de varios ensayos sobre dramaturgos y en el apartado El teatro y la lengua de El defensor. En sus planteamientos sobre la función el teatro Salinas lo relaciona en su enorme importancia como elemento de difusión de la propia lengua y la significación que la lengua tiene para el teatro. Pero también es fundamental para él todo lo relacionado con el valor pedagógico de la representación escénica para la formación tanto individual como colectiva. Indudablemente, en su poética teatral, entra en juego también la importancia del reflejo de la complejidad humana, acorde con lo que el teatro del siglo XX había venido introduciendo en las últimas décadas en la escena española.
No menos interesante es el capítulo que se refiere a géneros, formato, temas y recursos de la obra dramática de Salinas. El autor gustó sorprender al público con la escritura de supuestos sainetes, dramas de intriga, farsas grotescas, comedias burguesas de corte benaventino. Seguía así la corriente de su tiempo, los años treinta, fundiendo tradición y modernidad, en busca siempre de una obra dramática de carácter original sobre todo por la irrupción en ella de un ingrediente mágico, casual o misterioso. La presencia en su teatro de casticismos lingüístico fue uno de los recursos más valioso que dotó a su obra de mayor singularidad porque revelaba, desde luego, el interés permanente de Salinas por el idioma.
En el capítulo dedicado a la escena como proyección del autor, Escartín pone de relieve la íntima relación de la propia personalidad de Salinas y de su carácter en las obras, y muchos de los planteamientos y conflictos en ellas expuestos pueden ser vinculados a su propia biografía, de manera que su obra dramática cuenta con un componente lírico de indudable originalidad. Claudio Guillén aseguraba que Salinas vivió con angustia su personalidad múltiple, al tener que representar un papel ante la sociedad mientras se sentía otro en su interior. Por eso no es extraño que todos sus héroes estén caracterizados por conflictos de identidad que reflejan al propio Salinas. Y es muy cierto que, como afirmó en El defensor, «todos somos representantes en el gran teatro del mundo, soñadores del sueño de la vida».
Los últimos capítulos del libro están dedicados a la diáspora americana en Estados Unidos, en relación con Middlebury College y la escuela de Verano, que fue el lugar de encuentro entre los profesores y escritores exiliados de la generación del 27 y los del exilio interior provenientes de España, y todos estos, a su vez, con muchos escritores y profesores de otros países hispanos. Pedro Salinas fue asiduo participante en la Spanish School, y calificó a Middlebury como «la segunda Magdalena», refiriéndose a la prestigiosa sede de los cursos de verano de la Universidad Internacional de Santander. Era muy necesario que se dedicase un estudio en profundidad a lo que significó aquel centro docente y lo que supuso para la relación de los hispanistas exiliados (y los que venían de España) tanto en el campo de la docencia de la lengua española, como en el de la difusión de la literatura y la cultura hispanas.
El teatro, como demuestra Montserrat Escartín, tuvo una importancia extraordinaria y, a tenor por la detallada reseña de actividades que ofrece Escartín, podemos asegurar que era una de las aportaciones más valoradas por los estudiantes y por los propios profesores. La profusión de documentos gráficos que ilustran esta parte del ensayo pone de relieve la estatura intelectual del ambiente y la categoría de los encuentros, sobre todo porque conociendo los nombres de los profesores que allí se reunieron cada verano, se demuestra que la Escuela Española fue uno de los centros más importantes de difusión de la cultura española en aquellas décadas en EE. UU.
Y puede decirse que aquí se puso en práctica el concepto de enseñanza de la lengua que más interesó a Salinas y que expuso en El defensor, una enseñanza más idealista que utilitaria, y por ello el teatro le pareció el medio ideal para defender esa pedagogía de la lengua, de acuerdo con el espíritu regeneracionista y la pedagogía representada por aquel espíritu.
El volumen recoge, en sendos apéndices, dos piezas de teatro escritas por profesores españoles para ser representadas en el escenario del Play House de Middlebury College: Doña Gramática (1942), obra de cuya autoría participó Pedro Salinas, junto a Joaquín Casalduero, Enrique Díez-Canedo, Augusto Centeno y otros, y Consonancias peligrosas o El triunfo del Hispanismo (1950), escrita por Francisco García Lorca y Jorge Mañach. Ambas piezas constituyen hoy un valioso documento testimonial de las singulares relaciones de amistad y compañerismo que fue sello definitorio de aquel grupo de hispanistas. Consonancias peligrosas, por su parte, farsa inédita y desconocida, se publica por vez primera gracias a la generosidad de uno de los profesores participantes en aquellas jornadas, José Manuel Blecua Teijeiro, testigo de excepción y amigo de aquel grupo de profesores, autores de la pieza, y actor en la repsentación de la obra.
Un último apéndice, dedicado a borradores y proyectos inacabados, obtenidos de los archivos salinianos, pone de relieve, por un lado, el permanente interés de Salinas por el teatro, y, por otro, que muchos de estos documentos aclaran aspectos de las obras terminadas, aunque otras muchas ideas, expresadas en estos papeles, revelan que otros proyectos estaban empezando a ponerse en marcha.