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1. MONOGRÁFICO

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1.1 · Presentación.

Por Jesús Rubio Jiménez.
 

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Romance de lobos


VALLE-INCLÁN EN ESCENA DURANTE EL FRANQUISMO

Jesús Rubio Jiménez
(Coordinador)


I. Valle-Inclán en escena. Un breve balance

En diferentes ocasiones se ha abordado el estudio de la fortuna escénica del teatro de Valle-Inclán tanto a lo largo de su vida como después. Se ha logrado así acabar con algunos errores y equívocos, desde su supuesta irrepresentabilidad a que durante su vida sus piezas quedaron reducidas a teatro para lectura.

Sus biógrafos han ido cada vez prestando mayor atención a este segundo aspecto de su vida, documentando cada vez más representaciones. Basta comparar los parcos datos que proporciona (Fernández Almagro, 1966) sobre su relación con el mundo teatral con los de biografías más cercanas que son mucho más precisas en sus datos al respecto (Lima, 1995. Hormigón, 2006). En teatros de cámara o en escenarios comerciales, lo cierto es que buena parte de las piezas de don Ramón alcanzaron a ser estrenadas en vida del autor con resultados muy desiguales, pero que se han reconstruido ya en buena parte en diferentes estudios (Iglesias Feijoo, 1991, 1993, 1994. D´Ors, 1997. Aguilera Sastre, 1983, 1995, 1997, 2000. Aguilera Sastre y Aznar Soler, 2000. Aznar Soler, 1992. Dougherty, 1994, 1993, 2003. Gago Rodó, 1996, 1997, 1999. Garlitz, 2000, 2001. Ramoneda Salas, 1982, 1983, 1989. Rubio Jiménez, 1987-1988, 1990, 1993. Sánchez Colomer, 1995, 1997)… Es insostenible por lo tanto presentar al escritor gallego escribiendo al margen de la realidad teatral sus piezas. Por el contrario, participó muy activamente en el teatro de su tiempo en algunos periodos de su vida también como actor, director artístico o adaptador de obras. Y, por si no fuera suficiente, estuvo casado con una notable actriz, Josefina Blanco Tejerina. El teatro fue uno de los soportes de la economía familiar y también una fuente de desavenencias, que acabaron con el divorcio de la pareja (Rubio Jiménez y Deaño Gamallo, en prensa).

Al morir el escritor se planteó una situación nueva. Josefina –una vez viuda y empeñada en controlar la explotación de la obra literaria de don Ramón, la única fuente de ingresos con que contaban para salir adelante ella y sus hijos– impidió hasta donde pudo que los dramas continuaran representándose durante varios años. La primera y sorprendente consecuencia de su decisión fueron los muchos impedimentos a que se le tributara a Valle-Inclán un homenaje en la primavera de 1936 con la representación de Los cuernos de don Friolera (Dru Dougherty, 2003. Rubio Jiménez y Deaño Gamallo, en prensa).

Después –concluida la guerra civil–, se añadió la feroz censura teatral franquista que no facilitó nada las cosas, iniciándose un periodo de oscurantismo interior, que llegó a interrumpir la presencia de aquel teatro en los escenarios españoles, dando lugar a la paradójica invisibilidad del mejor teatro español al que se ha referido en distintas ocasiones Francisco Ruiz Ramón y cuyas causas conocemos hoy cada vez mejor a medida que se va estudiando la censura (Muñoz Cáliz, 2005, 2006, 2010). Durante los años cuarenta resulta prácticamente vano buscar estrenos de Valle-Inclán. Solo con el tiempo se iniciaría un cambio de la situación por imitación de lo que sucedía en el exterior, por la tenacidad de los grupos de cámara, la conmemoración del centenario del escritor en 1966 o la propia evidencia del disparate que era impedir que llegara a los escenarios al mayor dramaturgo del siglo XX en lengua española (Abellán, 1995. Sánchez Cascado, 1995. Rodríguez, 1995. Aznar Soler, 1990).

Al fallecer Josefina Blanco en 1957 quedó como administrador principal de la herencia de don Ramón su hijo Carlos, quien en adelante firmó contratos de representaciones, reservando en exclusiva los derechos de determinadas obras con ciertos directores, en especial, José Tamayo.

El proceso de normalización política en España ha supuesto también el de la presencia de los dramas valleinclanianos en los escenarios españoles, aunque por diversas razones no tan frecuente como cabía esperar (Oliva, 2000, 2007, 2004, 2007).

En varias ocasiones se ha abordado el estudio de estas puestas en escena, no solo refiriéndose a funciones concretas sino de manera más amplia. Verdaderos hitos críticos han sido al respecto, la pionera exposición Montajes de Valle-Inclán, organizada por el Ministerio de Cultura con motivo del cincuentenario de la muerte de don Ramón en 1986 y comisariada por Juan Antonio Hormigón. Su catálogo ofreció por primera vez un censo amplio de montajes con sus correspondientes fichas técnicas (Hormigón, 1986). También en otros estudios se encuentran relaciones de montajes, lo que facilita su localización y estudio (Cardona, 1992. Heras González, 2006).

A partir de entonces ha sido más fácil completar o corregir sus datos, añadiendo nuevos espectáculos a aquella útil relación de 1986, centrando los análisis en determinados ámbitos como el teatro universitario o la presencia del teatro valleinclaniano en diferentes países.

El estudio de las actividades de los TEUs en distintas ciudades ha ayudado a precisar lo acontecido (Morales, 1971. Oliva ed., 1975. Aznar y Mancebo eds., 1993. Aznar y Casares i Roca, 1994. García Lorenzo ed., 1999. Rubio Jiménez coord., 1999b).

También ha mejorado mucho el estudio de lo acontecido con el teatro de Valle-Inclán en otras lenguas y escenarios durante los últimos años. Hasta mediados de los años ochenta no abundaban los ensayos dedicados a analizar espectáculos producidos fuera de España. El gran congreso celebrado en 1986 facilitó un mejor conocimiento de lo ocurrido en diferentes países como se puede ver en varios trabajos –(Aszyk, Castilla, Marrast o Johnson, 1989)– en las actas coordinadas por Juan Antonio Hormigón (1989).

Hoy, además, la recepción del teatro de Valle-Inclán en Francia, Alemania o Italia cuenta con notables monografías (Faubert, 2001. Sabaté, 1998). La situación mejorará ostensiblemente con la publicación de un volumen monográfico de la revista Theatralia, coordinado por Margarita Santos Zas, dedicado a los estrenos de Valle-Inclán en otras lenguas (Santos Zas coord., en prensa)1.

Los programas y los libros de dirección de los espectáculos han mejorado sustancialmente en los últimos años cuando se ha tratado de estrenos en grandes teatros. Además, se ha impuesto ya la costumbre de grabar las funciones, con lo que no es especialmente difícil disponer de materiales documentales con los cuales se pueden analizar, siempre con la cautela necesaria, estas representaciones. Por el contrario, cuando hablamos de fechas anteriores, faltan estas grabaciones, aunque en ocasiones existen grabaciones sonoras del espectáculo tal como fue realizado.

El estudio de las puestas en escena de Valle-Inclán conlleva multitud de asuntos y problemas, que se multiplican cuanto más nos alejamos en el tiempo. Van desde la propia noticia de la realización de las funciones a la localización de materiales que permitan trazar cuanto menos las líneas maestras de su realización y alcance estético. En diferentes trabajos se han ofrecido ya análisis, con todo, muy atractivos del acontecer escénico valleinclaniano, tanto aislado como agrupados en monografías. Cabe resaltar al respecto –además de los trabajos ya citados– el monográfico coordinado por Luciano García Lorenzo, Valle-Inclán en escena, publicado por Ínsula en 20062.

Se ha pasado así de tener que buscar noticias sueltas en los resúmenes anuales los beneméritos volúmenes de Francisco Álvaro o Federico Carlos Sáinz de Robles a disponer de dossieres específicos sobre diferentes espectáculos, aunque aún falta mucho por recopilar, categorizar e interpretar.

Además, generalmente, los estudios no han podido editarse con todo el acompañamiento textual, gráfico y aun sonoro que permita rescatarlos siquiera parcialmente del olvido. Es sabido que los historiadores del teatro trabajamos con cenizas y muchas veces aventadas. Ciertos documentos –grabaciones, fotografías– son como urnas que guardan un poco mejor las cenizas de los espectáculos. Y de aquí el interés de su estudio para recuperar –aunque sea reducido apenas a tibias cenizas– el calor de aquellas representaciones.



1 Adelanto su índice por cortesía de la coordinadora: Margarita Santos, “Valle-Inclán en el gran teatro del mundo”; Urzsula Aszyck, “Valle-Inclán en Polonia”; Rodolfo Cardona, “Divinas palabras en el Lincoln Center de Nueva York”; Daniella Gambini, “Il teatro de Valle-Inclán en Italia. Documentazione”; Eliane y Jean Marie Lavaud, “Las Comedias bárbaras en Avignon”; Xaquin Núñez, “Valle-Inclán en la escena portuguesa”; Pereiro Otero, “Un Valle-Inclán en la resistencia antifranquista: la traducción de Ligazón, de Nancy Cunard, en 1951”; Dolors Sabaté, “La infranqueabilidad del tópico: Valle-Inclán en Alemania”; Javier Serrano Alonso, “Crónica de una decepción escénica: los estrenos de Valle-Inclán en América en 1910 y 1921”; Bruce Swansey, “Bajo el signo del escándalo: las Comedias bárbaras en Escocia y en Irlanda”; Pilar Veiga, “La recepción de Valle-Inclán en Rumania”.
2 Valle-Inclán en escena, Ínsula, 712, abril de 2006. Contiene estudios de Cesar Oliva, Margarita Santos Zas, Juan Antonio Hormigón, Eduardo Pérez-Rasilla, Luciano García Lorenzo, Eduardo Alonso, Jesús Rubio Jiménez y Joaquín Cánovas Belchí.

 

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