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2.2 · Teatro público en España. Aportaciones al origen de un debate inconcluso.

Por Gemma Quintana Ramos.
 

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Teatro público en España


TEATRO PÚBLICO EN ESPAÑA. APORTACIONES AL ORIGEN DE UN DEBATE INCONCLUSO

Gemma Quintana Ramos
Universidad Carlos III de Madrid
gmm.quintana@hotmail.com


Resumen: El Teatro Público en España fue una realidad tardía, aunque en su surgimiento seguían vigentes las fundamentos artísticos y culturales que lo sustentaran siglos antes. La creación del primer Teatro Nacional en 1940 fue precedido por décadas de controversia. Este artículo pretende aportar y analizar una iniciativa relevante que forma parte de los orígenes de ese debate. Se trata del informe que la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas elabora en 1860 para responder a la propuesta de crear un teatro oficial realizada por el insigne actor Julián Romea.

Palabras clave: Teatro Público; Teatro Nacional; Romea, Julián; Academia de Ciencias Morales y Políticas, teatro Español del S. XIX.

Abstract: The Public Theater in Spain was a late phenomenon, although its creation was based on the cultural and artistic foundations that nourish it centuries before. The creation of the first National Theatre in 1940 was preceded by decades of controversy. This article aims to provide and analyze a significant initiative that is part of the origins of this debate. That is the report that the Royal Academy of Moral and Political Sciences in 1860 prepared in response of distinguished actor Julian Romea to create an official theatre.

Key words: Public theater; National theater; Romea, Julian; Academy of Moral and Political Sciencies; Spanish theater in SXIX.


Se entra en el futuro retrocediendo
Paul Valéry

El auge de los teatros públicos en Europa a partir de la mitad del siglo XX vino a ilustrar la victoria de aquellos que defendían la necesidad de una parcela de creación escénica financiada por el Estado en virtud de los enormes beneficios que para la cultura nacional suponían estos espacios culturales. Ni la historia ni los postulados fundacionales han sido homogéneos en lo que respecta al teatro público en Occidente, sin embargo este pasado siglo ha supuesto un desarrollo exponencial del fenómeno en toda Europa. Lo cual no resulta extraño, si se tiene en cuenta que el surgimiento e impulso del teatro público ha estado vinculado desde su origen a la creación y el desarrollo de los Estados modernos. El teatro público se impulsa en Europa con voluntad de crear nación. Su misión particular, antes de que la Economía de la Cultura aportara nuevos argumentos, consistía en la creación o recuperación y divulgación del patrimonio escénico particular de cada país, tanto tangible como intangible. Así, el teatro imbuido en este encuentro entre la política y la cultura no ha podido eximirse de las crisis que afectan a ambos conceptos. Por eso, pareciera que el teatro público vive una continua contradicción, dentro de la ya de por sí inestable existencia del inmortal arte escénico.

Más allá de las distintas fórmulas jurídicas, de financiación o de gestión que cada modelo haya optado por poner en marcha, el denominador común en el debate ha sido siempre el de su relación con el Poder. Aquella primera idea de teatro nacional en Occidente, surgida algunas veces en la corte, algunas otras en el pueblo, ya ha sido puesta en cuestión desde su connivencia con el Estado Democrático, del Estado Autoritario y últimamente, desde el Estado del Bienestar. En la actualidad, coleteando aún las crisis ideológicas de fin de siglo, la redefinición del Estado del Bienestar y la coyuntura económica particular de esta primera década del siglo XXI, el debate de la cultura ha adquirido un signo económico y social, más allá del puramente intelectual o artístico. El vigente desprestigio de la política trae consigo el descrédito sobre la cultura que se financia con dinero público. Ahora, el debate sobre el teatro público no descansa ya sobre su relevancia, sino sobre su competencia. Sin embargo, no siempre fue así.

España, por su parte, se subió al carro de la democracia al mismo tiempo que iniciaba su proceso de europeización. Inevitablemente, su primer modelo de Teatro Público se vio influido por ambas transformaciones. La acelerada creación de instituciones escénicas públicas se hizo según una improvisada mixtura de formatos foráneos, modelos europeos que por ese entonces ya estaban entrando en crisis. Pero nuestra democracia tenía muchas tareas pendientes, y pronto se autoimpuso una estructura original. La España de las Autonomías vendría a dar respuesta a viejas demandas, demandas cargadas de connotaciones culturales e identitarias, que descentralizarían también la gestión de la cultura. Por tanto, muchas de las competencias culturales pasaban a manos de las autonomías y de las entidades municipales, multiplicando el número de interlocutores, de instituciones, de normativas y, también, de fondos dedicados a las artes escénicas. El mapa había cambiado, la necesidad de un teatro como servicio público se daba ya por sentada y el debate se situaba en otro lugar. En este caso, el de su relación con los poderes y también con el público, como verdadero núcleo de control y demanda.

El primer teatro nacional en España nació bajo el auspicio de la Dictadura. Se inauguró en 19401 y se mantuvo de forma más o menos lineal hasta que en 1978 se creó el Centro Dramático Nacional, ya dentro del primer Ministerio de Cultura de la España democrática. Así se daba respuesta a una demanda que los intelectuales y artistas venían reclamando desde principios de siglo, aunque fuera de forma tardía y bajo un paraguas ideológico que no permitía grandes posibilidades de controversia.

Antes de que estas instituciones de teatro oficial se pusieran en marcha, y unido a la evolución de la propia estructura del Estado español, tuvo lugar un intenso debate tanto en foros políticos como artísticos, y algunos intentos fallidos que sirvieron para animar a los detractores de esta idea de un teatro subvencionado. A propósito de esta interesante aventura existe una bibliografía muy completa, dentro de la cual habría que destacar el documentado compendio que ofrece Aguilera Sastre en la obra El debate sobre el Teatro Nacional en España (1900-1939). El autor aporta material detallado y comentado sobre las distintas posiciones de políticos, intelectuales y periodistas a propósito de la idea de poner en marcha un teatro nacional en nuestro país, desde principio de siglo XX y hasta el final de la Guerra Civil. Desde el primer modelo de teatro nacional franquista hasta la actualidad, contamos con estudios muy relevantes no tanto sobre el debate como en torno a la evolución del teatro público español. Pero, como bien apunta Aguilera en su capítulo introductorio, los antecedentes decimonónicos del debate son aún un capítulo pendiente. No vamos a cerrar la cuestión, pero pretendemos aportar alguna documentación que consideramos interesante para el desarrollo de este episodio incompleto. Si la institución de un teatro oficial estuvo en Europa claramente relacionada con la creación del Estado, ¿cuál fue el camino que recorrió la idea de un teatro subvencionado en nuestro país en esos convulsos momentos en que la idea de nación estaba aún por forjar?



1 A este respecto puede consultarse, entre otros, BERNAL, Francisca y OLIVA, César (1996), El teatro público en España. 1939-1978, Madrid, Ediciones J. García Verdugo; PELAÉZ, Andrés (ed.) (Vol. I 1993 y Vol. II 1995): Historia de los Teatro Nacionales, Vol. I (1939-1962) y Vol. II (1960-1985), Madrid,Centro de Documentación Teatral, y CAÑIZARES BUNDORF, Natalie (2000) Memorias de un escenario. Teatro María Guerrero 1885-2000, Madrid, Centro de Documentación Teatral.

 

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