Ignacio del Moral. San Sebastián, 1957. Autor teatral y guionista

El impulso de escribir como respuesta a los golpes de la realidad

Ser autor conlleva dejarse afectar por todo aquello que nos rodea. “Es una enfermedad profesional”, ironiza Ignacio del Moral (San Sebastián, 1957), un dramaturgo entregado al noble arte de reflexionar sobre “esas fisuras de la realidad que la vida nos enseña a sellar”. Tal misión implica un precio para el autor, abocado a ponerse siempre en el lugar de sus personajes, y un privilegio para quienes hemos tenido la suerte de disfrutar de obras maestras como La mirada del hombre oscuro o Rey negro.

Cuenta Ignacio que la estatuilla que recibió al recoger el I Premio de Teatro Infantil sobre Medio Ambiente del Ayto. de Badajoz por La gran muralla se la olvidó en el tren de regreso, un despiste que no impidió que su carrera como dramaturgo despegara con este espaldarazo recibido en 1982. Aquella vocación ecologista que latía en las páginas de su obra inaugural ya apuntaba buena parte de las características que han marcado su estilo, empezando por el humor y la agilidad que inyecta en diálogos y situaciones, rasgos más que manifiestos en obras tempranas como Sabina y las brujas, que desde que la dirigiera en 1985 Javier García Yagüe no ha parado de representarse, así como en el ramillete de piezas estrenadas con su compañía Cocktail Teatro, fundada junto a la autora Margarita Sánchez en 1980: Historias para lelas, Una del Oeste o Un día de espías… o el caso del repollo con gafas.

El compromiso social es otra de las banderas que ha impulsado siempre la escritura del autor guipuzcoano. Si La mirada del hombre oscuro supuso una obra pionera a la hora de encarar el drama de la inmigración, que le granjeó el I Premio Sgae en 1991, no menos comprometido fue su texto Días de calor, que vio reconocida su implicación con un tema tan peliagudo como el de los malos tratos con el Premio Cabildo Insular de Gran Canaria en 1989. Años más tarde, en 1997, se inspira en un caso real para retratar la naturaleza humana en Boniface y el Rey de Ruanda (Rey negro) a través de la relación entre un destronado rey ruandés y su criado que viven en la miseria. La desorientación de unos jóvenes de baja extracción social late en La noche del oso (2003) mientras que Presas (2007), escrita con Verónica Fernández en un proceso de creación con el elenco, muestra sin tapujos la represión de las mujeres en las cárceles franquistas.

“Somos hijos de los autores que no firmaban”, así se incluye Ignacio dentro de aquella generación heredera del Teatro Independiente y que ocupó un papel crucial en la reivindicación de la figura del autor. No en vano, su carrera dramatúrgica comienza como actor en la cía. Teatro Libre de la mano de José Luis Alonso de Santos, quien le fue enrolando en la escritura tanto teatral como televisiva debutando como guionista en la serie Eva y Adán, agencia matrimonial, a la que seguirían éxitos que le han dado sustento y popularidad: Farmacia de guardia, El Comisario y Cuéntame, entre otros.

Su prolífica faceta como guionista no ha eclipsado al hombre de teatro, que considera este medio como su lugar de libertad y superación, en el que creció junto a autores coetáneos como Paloma Pedrero, Yolanda García Serrano y, por supuesto, Ernesto Caballero. El actual director del Centro Dramático Nacional ha sido un aliado fundamental desde que coincidieron en el Aula de Teatro de la Complutense y unieron sus talentos en montajes memorables de Producciones Marginales como Soledad y ensueño de Robinson Crusoe y La mirada del hombre oscuro. Numerosos títulos como Fugadas, Que no se entere nadie o La noche del oso, a los que se suman adaptaciones de las que Ignacio se siente muy satisfecho: La gran Zenobia, de Calderón de la Barca, o Las visitas deberían estar prohibidas por el Código Penal, delicioso montaje construido a partir de textos de Mihura.

Junto a Caballero, destacan Eduardo Vasco, Luis Maluenda o Carol López como directores que han sucumbido a la obra elocuente de este autor, cuyo nombre han aupado al Centro Dramático Nacional. Asimismo, el cine se ha hecho eco del talento del artista donostiarra si tenemos en cuenta la obra maestra que logró con Fernando León de Aranoa en Los lunes al sol o la versión que Imanol Uribe rodó a partir de su obra más conocida bajo el título de Bwana.

Mientras continúa en la búsqueda incansable de inspiración para escribir esa obra que rubrique su generosa trayectoria, Ignacio vela por fomentar la dramaturgia española desde su puesto de presidente de la Asociación de Autores de Teatro, consciente de la dureza de esta profesión y del mimo que necesitan estas preciadas mentes creativas.

Natalia Erice