Natalia Menéndez. Madrid, 1967. Actriz y directora

Natalia Menéndez o el atrevimiento

La vida profesional de Natalia Menéndez (Madrid, 1967) recuerda a un árbol firme, robusto y vigoroso, pero a la vez flexible. Un árbol de raíces profundas y fuertes y de ramificaciones extensas y frondosas que se dejan mecer y penetrar por el viento que corre. Las raíces son su familia y su rigor en el estudio de cualquier faceta del teatro; las ramas, su interminable curiosidad y su gran capacidad de trabajo.

En su primera oportunidad profesional como actriz de teatro a principios de los años ochenta -el estreno de ¡Oh, Penélope! de Torrente Ballester en el Campoamor de Oviedo, con la compañía de Carmen de la Maza-, descubrió lo difícil que podía ser la profesión elegida. Los planes de gira por España y América se redujeron a tres únicas funciones en Asturias, después de esto decidió que había que abordar otras facetas, que no podía recluirse en una sola. Algo que también pedía a gritos su temperamento y su curiosidad.

Y no perdió el tiempo. Tras licenciarse en Interpretación y Dirección de escena por la RESAD (actualmente, estudia el Doctorado en Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid) trabajó como actriz con directores como Jesús Cracio, Juanjo Menéndez, Gerardo Malla, Guillermo Heras, Miguel Narros, Miguel Bosé, Jorge Lavelli y su tío Jean-Pierre Miquel, entre otros. En compañías privadas y en compañías públicas, en obras clásicas y en creaciones contemporáneas. Asimismo saltó a la televisión y el cine de la mano de Carlos Saura, Emilio Martínez Lázaro, Juan Luis Bollaín y Adolfo Marsillach, por citar algunos creadores.

De su ya dilatada trayectoria en la dirección de escena damos buena cuenta en la entrevista que acompaña a este texto. Quizá sea menos conocido que Natalia Menéndez siente también la necesidad creadora de la dramaturgia y de las palabras. En la escritura, ha traducido y adaptado obras de teatro como La amante inglesa de Marguerite Duras, El invierno bajo la mesa, de Roland Topor, Tres versiones de la vida, de Yasmina Reza o The Doubt de Patrick Shanley. Ha publicado la traducción de Las falsas confidencias de Marivaux para la editorial Cátedra y ha escrito Querido Mozart, un homenaje al compositor para RNE y Casa Encendida. Además, ha escrito un libro de quince relatos, A voces, y una novela Clic (ambas en la editorial Ellago). También poemas y monólogos para la compañía 10 & 10 Danza con la que ha estado estrechamente vinculada.

Una de las últimas ramas, esbelta y vigorosa, ha producido como fruto, desde 2010, su gestión como directora del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, en plena crisis económica (el presupuesto de la edición de 2016 ha sido inferior en un millón de euros al que había en 2009). Aunque a tan feliz encuentro Natalia Menéndez llegó primero como espectadora y luego como actriz en varias ocasiones (por La discreta enamorada, de Miguel Narros, el festival de Almagro le otorgó el Premio Ágora). “No puedo pasar la vida por pasarla, tampoco estar en una sola dirección, me es muy difícil”, señala Menéndez en un momento de la entrevista. “Yo ahora me podría morir y me gustaría que todos dijeran ‘Esta mujer ha vivido’, que es lo que ha pasado. Siento en estos momentos que no me queda nada imprescindible por hacer”.

Uno de sus últimos proyectos ha sido aceptar la dirección de Tejiendo la paz, un espectáculo de gran formato basado en El cerco de Numancia de Cervantes con el que el Ministerio de Cultura de Colombia y el Teatro Colón de Bogotá celebran en el Día Internacional de la Paz de 2016, que en esta ocasión adquiere una especial relevancia pues coincide con la firma de paz entre el gobierno y las FARC. Allí está ella.

Esther Montero