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Imaginando el circo

 

Vinaver y Camus, acerca de 'Los Justos'

VINAVER A CAMUS | CAMUS A VINAVER

VINAVER A CAMUS

16 de febrero de 1950

Querido Camus:

He recibido las 72 primeras páginas de Lataume y Festy promete la publicación para finales de marzo o en abril. Lo publica en gran formato (tipo Chemins de la Liberté) y tendrá en torno a las 320 páginas…

No es la tortura que pensaba releer palabra tras palabra. Y eso aunque esté de lleno en la opus 2. Lataume está tan lejos, tan lejos, un poco ridículo, y un poco admirable (relativamente comparado con lo que hago ahora).

Los Justos. Al ver la obra he tenido la impresión de un desfase. La obra está desfasada con relación a mí, a mis preocupaciones, a mi realidad. Se sitúa en un pasado tan pasado en el que apenas me reconozco. Sé bien que ha intentado mostrar cómo el asesinato abstracto que nos caracteriza está en ciernes en el acontecimiento que trata, que a partir del asesinato del Gran Duque podía desarrollarse… etc. Pero se trata de una deducción intelectual, dramáticamente poco convincente cuando no totalmente: el espectador percibe con toda claridad una diferencia de naturaleza entre lo que usted presenta y la realidad que él vive, que no establece el vínculo (hablo por mí) y que se siente tentado de ver Los Justos como vería una crónica histórica… Pero, incluso en tal caso, no puede porque le falta lo que haría de ella una obra histórica: una especie de alejamiento en la duración… Por el contrario, ve una obra en la que el diálogo tiene un tono que se asemeja al de la eternidad (vocabulario poco concreto, poco cotidiano, proyección de todo fenómeno en el plano de su significación intemporal). Es entonces cuando el espectador decide que lo que ve es una obra nostálgica ya que el autor sitúa su drama en una época en la que aún era posible situar tal problema entre uno y otro polo de la conciencia; mientras que ahora… Ahora el caos o el vacío en el seno de cada conciencia es tal que incluso la posibilidad del drama se hace ausente.

Pues bien, me decepciona que no hable de esta imposibilidad-o-casi; de nuestra vida cotidiana de ahora (la de nuestros ruidos y gestos, y la de nuestra conciencia), del asesinato tal y como se practica ahora y de la ausencia de resonancia. Su propuesta me recuerda un poco la de Eliot, que él mismo había dicho ya en The Waste Land:

These fragments I have shored against my ruins…

Nostalgia de un tiempo en el que aún uno podía aferrarse a “remanentes” de valores… Y consecuentemente a una especie de repliegue interior y exterior a la realidad cotidiana, la búsqueda de un oasis (y no quiero deformar su idea de santidad, pero santidad, incluso activa, implica un retiro, una fuente de vida estrictamente privada y que permitiría a aquel que la explota subsistir incluso en medio del desierto). Es como si la sed en el desierto se le hubiese hecho poco a poco demasiado intolerable.

Y en efecto Los Justos no es una pieza atormentada. A pesar de cierta violencia de situaciones y de palabras, se trata de una obra serena. En la que el sufrimiento de cada individuo es secundario debido al hecho de que se les siente, de principio a fin, en situación de salvación. Y esa salvación se siente que le es dada por el hecho de que tienen el privilegio de cuestionarse, de hablar de justicia, de injusticia, de pureza, de deshonra, de amor y de imposibilidad de amar.
Y tal “situación” hace que el espectador no se interese por ellos fraternalmente: para ese espectador que no está en situación de salvación, que tampoco puede, sin una incomodidad terrible o un terrible humor, hablar con esas palabras, todo lo que ocurre en la conciencia y en la vida de estos personajes le resulta un poco “irrelevante”; de ahí esta sensación de desfase, de no estar en el ajo.

Hay algo que me empuja a decirle lo que pienso –yo que por lo general soy tranquilo y a veces en demasía– a agitarle, a riesgo incluso de molestarle.

Recuerdo cuando me decía en Nueva York, “Y así, de pronto, me he convertido en un escritor famoso” como si Alicia hubiera dicho “Y así, de pronto, me he hecho más grande que la casa…” Se sentía usted, medio en serio, medio maliciosamente, extrañado.

Se ha convertido no sólo en escritor famoso, sino en “faro”, y dándose cuenta de la situación a la que había llegado sin quererlo ni saberlo, se ha preguntado si no tenía, respecto a los hombres que eran orientados por usted, una responsabilidad. Ha dejado de gritar cualquier cosa.

Me gustaría de nuevo oírle gritar “cualquier cosa” sin preocuparse por otra cosa que no sea ese “cualquier cosa”.

Aunque desoriente a los que “cuentan con usted”.

Ahora es más fiel a la imagen que usted tiene de sí mismo (y a la que “los demás” han contribuido) que a usted mismo (a su libertad).

Si lo que le he dicho lo único que ha hecho es provocar su cólera (tal vez justificada, ya que la imagen que yo tengo de usted es, pensará, la del desfase), al menos póngase por un momento en mi lugar y tendré la inmediata confianza de que me perdonará.
Con toda fidelidad,


Michel Vinaver 

VINAVER A CAMUS | CAMUS A VINAVER

CAMUS A VINAVER

26 de febrero de 1950

Mi querido Vinavert:

Le habría contestado extensamente si, por desgracia, no me viese obligado a economizar sórdidamente mi actividad. Mi respuesta sería, por otra parte, sencilla. El problema no es lejano en el tiempo para mí. Incluso tiene fecha: 1940-45. Y está en el origen de lo que hoy sufrimos. En fin, uno de sus orígenes. Y yo, en este momento, arranco mis orígenes uno a uno.

Hay mucho de cierto al contrario en lo que dice de la responsabilidad que siente y que me ata. Muy difícil, por otra parte, de que fuese de otro modo. Pero en mi opinión no debe durar más que las crisis en la adolescencia. Digamos tres años.

Incluso le voy a dar un placer. La crisis terminó. Este año publico Los justos, un volumen de mis artículos de Combat y El hombre rebelde que acabo de terminar. Estos son mis orígenes, que arrastro, o que me arrastran, desde hace tres años. Después escribiré, efectivamente, al azar.

Sólo hay un problema. Mi salud, de la que me están tratando aquí desde hace meses y sin esperanza de recuperarme antes de abril al menos. Por eso le pido que me perdone si soy breve. Espero Lataume y lo siguiente con toda la estima que siento por usted.


Albert Camus

 

¡Ah! Y gracias por su franqueza, que me conmueve más que todos los discursos que me dicen o me escriben.

 

 

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